THE SEVENTH CROSS (1943, Fred Zinnemann) [La séptima cruz]
Creo que somos legión los que consideramos a Fred Zinnemann uno de los realizadores más sobrevalorados del Hollywood clásico. Diversas serían las razones para tal calificación en un hombre de cine que, en sus años de mayor prestigio, fue colmado con premios y distinciones, y cuya obra, en líneas generales, queda representada como uno de los mayores exponentes del falso “film de calidad” norteamericano.
Sin embargo, este escaso aprecio al conjunto de su cine no me impide una valoración bastante positiva de THE SEVENTH CROSS (1944) –uno de sus primeros títulos, lógicamente ausente en su momento de las pantallas españolas por su evidente carácter antinazi-. Basado en una al parecer espléndida novela de Anna Seghers –de quien algunos comentaristas señala proceden los auténticos valores del film, y que fue trasladada a guión cinematográfico por Helen Deutsch-, la película se inicia con el relato en off de Ernest Wallau (Ray Collins). Es uno de los siete evadidos de un campo de concentración nazi, que será también el primero de ellos que sea capturado de nuevo y ejecutado –tras haber sido torturado- ante una cruz ubicada en el patio de las instalaciones del recinto. Su oficial ordenará instalar otras seis cruces más para incrustar en ellas los cuerpos recuperados de los fugados. El relato de Wallau –incluso después de muerto-, apelará a la búsqueda de esa cualidad noble en el ser humano que le diferencia de los animales y las bestias.
Nos encontramos en la Alemania del otoño de 1936, y en el entorno de los fugados la esperanza prácticamente se reduce al hundido George Heisler (Spencer Tracy). Él será el epicentro de una película que oscila entre su tono sombrío, la mirada inicial llena de pesimismo que desprende sobre una sociedad en el fondo cómplice con el nazismo –y es relevante el interés que hay en el film de exponer las diferentes maneras que el alemán medio tenía para resultar, incluso de forma involuntaria, cómplice con el III Reich-. Pero al mismo tiempo, el objetivo último de THE SEVENTH CROSS está centrado en una llamada al optimismo, a la esperanza por la dignidad del ser humano, y algo de ello se podrá trasladar en la pantalla.
Para poder estructurar todos estos conceptos, Zinnemann sigue las características del cine de suspense, y plásticamente destaca el uso de la grúa en numerosos momentos, con el que logra dinamizar un conjunto que quizá en algún momento se resiente de un cierto acartonamiento, propio de una producción M. G. M. En esta búsqueda de Heisler en su propia ciudad de Hainz –en la que se sentirá como un auténtico desplazado- se encontrará el detonante para descubrir hasta que punto el nazismo ha arraigado en la sociedad civil –incluso un hermano del protagonista se ha afiliado a las SS-. Pero en la película hay ejemplos más sutiles de ello, como la visita a su antigua amante, que pronto comprueba se ha olvidado de él y se ha casado, y que lo recibe con fría hostilidad. La propia opinión que refleja su fiel amigo Paul Roedor (Hume Cronyn), como perfecto ejemplo de obrero que no desea implicarse en la vida política, prefiriendo por el contrario valorar las aparentes ventajas del régimen alemán –tienen un trabajo mejor remunerado, aunque sea confeccionando armas-. Hay veces en la que los planteamientos de esta índole permanecen vigentes, debidamente actualizados, en nuestros días. Lo cierto es que en el desarrollo de THE SEVENTH CROSS se exponen a través de sus personajes todo un catálogo de modos y costumbres en referencia a la vivencia, implicación y aceptación del régimen de Hitler en la sociedad alemana.
Retornando a sus estrictos valores cinematográficos, creo que a la película de Zinnemann le sobra un poco de retórica –el recurso de esas siete cruces es innecesario, la caracterización de los nazis del campo de concentración es sumamente esquemática, y la voz en off resulta algo redundante-. En su oposición, además de acertar en la descripción de una sociedad enferma y convulsa en su aparente cotidianeidad y progreso y en su complicidad con el nazismo, hay que destacar momentos de gran brillantez cinematográfica. Entre ellos no se puede omitir el encuentro de Heisler con otro de los fugados, quien decide entregarse, harto de huir para tener la convicción de que finalmente será de nuevo capturado; la explicación que Paul le ofrece a Heisler en la que, de forma totalmente cotidiana, se declara cómplice con el régimen del III Reich –poco después este advertirá el verdadero horror del mismo y se convertirá en un ferviente miembro de la resistencia-. Algo que también sucederá con ese arquitecto de aparente acusada personalidad –su casa denota un considerable estilo y elevado gusto artístico-, pero que en el fondo es un hombre cobarde y dubitativo, temeroso de perder su status y que finalmente se verá atraído a los miembros de la resistencia –en el que al parecer ya estuvo implicado lejanamente-.
En este tránsito de situaciones, cabría destacar un brillante momento cinematográfico cuando la esposa de Paul abra la puerta de su vivienda temerosamente. Frente a la misma se encuentra Franz Marnet (Herbert Rudley). Con el encuadre dividido por la puerta, a su izquierda la esposa expresa terror, mientras que a la derecha Franz se muestra con semblante esperanzado, despidiéndose ambos con un obligado pero casi susurrante "Hail, Hitler”.
Serían bastantes los detalles a destacar, entre lo que habría que resaltar la magnífica labor del estupendo reparto del film, encabezado por un Spencer Tracy especialmente brillante-. Por todo ello creo que sería justo que THE SEVENTH CROSS –que incluso en sus últimos compases logra integrar una efímera e intensa situación melodramática en la historia de amor establecida entre Heisler y la camarera Toni (Signe Hasso)- fuera reconocida entre esa amplia aportación que el Hollywood de aquellos años, destinó para denunciar los modos que el III Reich. Lo hizo a partir de productos de desiguales calidades pero en ocasiones de gran nivel. Este es uno de sus buenos exponentes, aunque no pueda ser ubicado en una cima ocupada esencialmente por las aportaciones de Fritz Lang.
Calificación: 3
2 comentarios
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Antonio Quintana -