MORNING GLORY (1933, Lowell Sherman) Gloria de un día
Producto ciertamente representativo de esos talkies que inundaron el cine con el advenimiento del sonoro, MORNING GLORY (Gloria de un día, 1933. Lowell Sherman) es una de tantas películas que intentaron efectuar una mirada en la trastienda de la profesión teatral –y cinematográfica-. Lamentablemente, precisamente en este caso es el lastre teatral en la realización de Lowell Sherman, el que se une a un argumento lleno de tópicos y estereotipos, que hoy prácticamente convierten esta película en una mera arqueología.
MORNING GLORY ha pasado a la pequeña historia por lograr Katharine Hepburn con su trabajo en la misma su primer Oscar a la mejor actriz, y por otro lado servir como referente para que Sidney Lumet realizara un remake de la misma en 1958 –con Susan Strasberg en el papel protagonista, en una versión que por cierto jamás fue exhibida comercialmente en España-. En el primer enunciado, la verdad es que dentro de una trayectoria llena de trabajos magníficos, la estatuilla obtenida por la Hepburn se destinó a un trabajo hoy día no demasiado relevante ni diferente de cuantos imprimió en sus primeros años –es curioso comprobar los numerosos “despistes” en los premios a los mejores intérpretes de los primeros años de andadura de los Oscars; están llenos de galardones a actores y actrices y trabajos realmente olvidados-.
En cuanto al contenido del film que nos ocupa, lo cierto es que el mismo –adaptado de una obra teatral de Zöe Akins- queda con el paso del tiempo como una auténtica acumulación de clichés y estereotipos que la pobre realización de Sherman no alivia de su escasa entidad. En este sentido, comparar MORNING GLORY con la previa WHAT PRICE HOLLYWOOD? (Hollywood al desnudo, 1932. George Cukor) –en la que curiosamente Sherman interpretaba a un actor alcoholizado- con respecto al cine, o la excelente STAGE DOOR (Damas del teatro, 1937. Gregory La Cava), puede ser una comparación incluso dolorosa para esta película. Pero es que la sucesión de personajes, situaciones y estereotipos es prácticamente la razón de ser de esta historia de la lucha y el casi sorpresivo –y por ello, inverosímil- triunfo de Eva Lovelace (Katharine Hepburn), en la que no falta el experto empresario –Lewis Easton (Adolphe Menjou, que recreaba un papel similar en la mencionada STAGE DOOR)-, el joven escritor –Joseph Sheridan (Douglas Fairbanks, Jr.)-, la diva insoportable que, como está mandado, será sustituida por Eva en un momento crítico –Rita Vernon (Mary Duncan)-, o el veterano actor de carácter –Robert (C. Aubrey Smith)-. Así hasta prácticamente describir todos los personajes y situaciones –la elección del reparto, la fiesta del estreno...- que quizá en su momento resultaran de interés dramático –yo más me inclinaría al interés del voyeur-, pero que muy pronto perdieron su interés, ya que tras ellas no está mas que el tópico más flagrante.
La labor de Lowell Sherman adquiere algunos momentos de interés, como en el travelling inicial en el que la protagonista contempla en el vestíbulo del teatro los retratos de los grandes actores de la escena, las grúas que emplea en algunas ocasiones para lograr composiciones de escenas de cierto dinamismo, o la sinceridad que emana del instante en plena fiesta del estreno teatral, en el que una Eva algo bebida interpreta con fuerza diversos textos shakesperianos ante los presentes, secuencia en la que el realizador juega además con una adecuada iluminación. De todos modos, un buen porcentaje de su labor cinematográfica se caracteriza por el servilismo al lucimiento de los actores, entre los que destacarán –además de la propia Hepburn-, unos espléndidos Adolphe Menjou y Cecil Aubrey Smith, y el contrapunto seguro y ligero que ofrece Douglas Fairkbanks Jr.
Poco más se puede decir de esta polvorienta cinta, que al menos tiene la virtud de contar con una escueta duración, algo por lo demás bastante común en el cine de la época.
Calificación: 1’5
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