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CINEMA DE PERRA GORDA

A ROYAL SCANDAL (1945. Otto Preminger) La zarina

A ROYAL SCANDAL (1945. Otto Preminger) La zarina

Hay ocasiones en las que un excesivo seguidismo de la “política de autores”, permite arrinconar películas que, o bien por sus circunstancias, o por resultar piezas quizá molestas para valorar el conjunto de la obra de un realizador, nunca reciben el reconocimiento que merecen. Todo ello, pese a ser en sí mismas productos conseguidos, por más que quizá no se pueda ver en ellas el seguimiento de rasgos de estilo o coherencia en el conjunto de una filmografía. 

Esta es la impresión que me produce A ROYAL SCANDAL (La zarina, 1945. Otto Preminger), una película iniciada por Ernst Lubitsch y concluída por un Otto Preminger que acaba de finalizar la mítica LAURA (1944) y se encontraba bajo contrato para la Fox. Quizá esta circunstancia, el conflicto que propició el abandono del rodaje por parte del conocido realizador alemán, y el propio hecho de que Preminger en todo momento haya renegado de esta película, puedan ser motivos por los que, en líneas generales, la misma ha sido menospreciada y, lo que es peor, siempre omitida. Y es que –como tantas cosas que el cine ha permitido a lo largo del tiempo- muchas veces un rodaje tormentoso o unas circunstancias adversas, han dado como resultado películas magníficas –también, obvio se señalarlo, otras horripilantes o fallidas-. 

En cualquier caso, he de reconocer que me he visto gratamente sorprendido ante el divertido, chispeante, rítmico, excelentemente interpretado y elegantemente realizado film de Preminger – Lubitsch. Una película con la que me he divertido más que con otras obras más reputadas del director alemán –se que parece una herejía, pero así lo pienso-. Es más, y prosiguiendo con esta hipotético desmarque, me atrevo a pensar que la confluencia en el rodaje de ambos realizadores, es el que propicia por un lado la base y el lado irónico de la función –claramente deudor del mundo de Lubitsch-, y por otro una realización funcional pero muy ajustada a la hora de la composición de los planos y los movimientos de cámara en la que se obvien los aspectos de opereta que podrían haberse adueñado de la función –y a este respecto no hay más que recordar referentes tan irregulares como THE MERRY WIDOW (La viuda alegre, 1934)-. En su oposición, nos encontramos prácticamente desde sus primeros fotogramas, con una comedia sutil que va alzando el vuelo, que en ningún momento observa baches de ritmo, ofreciendo un diseño de producción elegante y adecuado, pero al mismo tiempo lejano de los excesos kistch antes mencionados. En su contraste, el film que firmó Preminguer destaca por ejercer como auténtica radiografía –envuelta en los oropeles de la comedia de época-, de los modos del poder e, incluso, la importancia que para la administración del mismo tienen los sentimientos y atracciones de índole sexual. 

Recuerdo asimismo que pocos años después, Preminger firmó otra comedia de claro ascendente literario en la obra de Oscar Wilde. Se trata de THE FAN (1949), y en esta adaptación de “El abanico de Lady Windermere” supo trasladar ese concepto de comedia de aires de opereta, ya predominantes en el título que comentamos, y que en el ejemplo que hemos referido, concluyó en un elegante resultado igualmente menospreciado o ignorado. 

A ROYAL SCANDAL se centra en el entorno de la figura de Catalina la Grande (Tallulah Bankhead). En su corte el más avezado Canciller Nicolai Liyitch, es quien realmente controla el país. En ese contexto, sobre el que se destila la amenaza de una revolución, de repente aparece la figura del Teniente Alexei Chernoff (William Eythe). Se trata de un idealista y apuesto militar que lograr llega hasta la emperatriz y comentarle los planes de traición de los que ha tenido noticias. El atractivo de Chernoff será el detonante para que la zarina muy pronto lo lleve a su entorno y lo ascienda de forma casi automática, obligándole a lucir vistosos uniformes. Pero lo que para la emperatriz no es más que un juego que esconde la no reconocida añoranza de una juventud que se le va de las manos, para el fulgurantemente ascendido oficial supondrá una ocasión de vivir y sentir de cerca el mundo de la corte rusa. Esa fascinación le llevará a distanciarse con su prometida, e incluso finalmente a rebelarse contra su soberana y acaudillar una finalmente frustrada rebelión al descubrir el juego a que ha sido sometido por parte de la juguetona soberana. 

Es indudable que A ROYAL SCANDAL puede entenderse como una reflexión sobre el funcionamiento de los mecanismos de poder, la evanescencia de la juventud, el atractivo de la apariencia… o el propio cinismo de una condición humana que no sabe más aliarse con quien conviene a la hora de mantener el tipo, por más que esa conveniencia no esconda finalmente que la propia lealtad –y ello en la película se manifiesta de forma explícita en el finalmente entrañable personaje encarnado por Charles Coburn-. Pero más allá de las reflexiones que ofrece el material de base, lo cierto es que nos encontramos con una película divertidísima, que contiene una estupenda dosificación de sus secuencias, unos magníficos diálogos –hay que ver lo hilarante que resulta comprobar las veces que se pronuncia el término “your Majesty” por parte del joven soldado-, una mezcla de comedia romántica tamizada por constantes fugas vodevilescas, en la que cabe destacar secuencias divertidísimas como las pataletas y fingimientos de la zarina a la hora de competir y lograr inclinar la balanza de la atracción del joven Chernoff, cuando esta llega a entrar en conflicto con su joven prometida, o incluso aquella en la que recién nombrado jefe de la guardia real está en la taberna junto con un grupo de soldados, que ríen de forma forzada las anécdotas que les está contando y que ellos ya conocen de antemano. 

Pero junto a ello, la película destaca por la nada velada capacidad para las alusiones sexuales, que devienen en una situación en la que la zarina llegará a arrodillarse ante su promocionado cuando está encabezando la rebelión frustrada, y que en las secuencias finales intentará que este responda con un arrepentimiento final que no logrará, aún a pesar de que ello le serviría para salvar su vida. Las secuencias desarrolladas entre Talullah Bankeak y William Eythe resultan, en este sentido, todo un catálogo de insinuaciones sexuales por parte de la emperatriz ante un joven atractivo, que en modo alguno advierte el juego a que está siendo sometido. Por ello resultan francamente hilarantes, al tiempo que en algunos momentos revelen una lucidez y capacidad para la comedia sentimental que resulta totalmente vigente.

No se puede decir que pese al lujoso diseño de producción, la película destaque por una espectacular concepción de su puesta en escena. No faltan las elipsis, los off narrativos y los dobles sentidos. Pero creo que en este caso esa relativa sobriedad beneficia una realización que sí se revela muy ajustada en los movimientos de cámara y encuadres y que, contra lo que se suele señalar en este caso concreto –presumo que por pereza-, beneficia un conjunto caracterizado por su sencillez. 

No me gustaría cerrar estas líneas sin destacar el excelente trabajo del conjunto de actores, empezando por una excelente Tallulah Bankhead –a la que envuelve además una voz muy característica- en una de sus escasas incursiones cinematográficas, y que logra una interpretación que entra en los parámetros habitualmente desempeñados por actrices como Bette Davis, pero que destaca por su modernidad, versatilidad y sentido de la comedia. Todos cuantos le rodean logran no desentonar en el conjunto, pero no me gustaría dejar de destacar la breve aportación –secuencia de apertura y de cierre- de un jovencísimo Vincent Price que ya en los albores de su trayectoria cinematográfica, demostraba ser un extraordinario y sutil comediante. 

Calificación: 3

1 comentario

HadsTalsepype -

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