SEGUNDO ASALTO (2005, Daniel Cebrián)
No es la primera vez que se esgrime como una de las posibilidades más sinceras para el logro de una verdadera solidez dentro del cine español, la potenciación del denominado “cine de géneros”. Algo que, con bastante humildad, favoreció corrientes tan estimulantes como el cine policíaco o la comedia en tiempos pretéritos. Y es que resulta bastante cuestionable que pretendamos tener en una cinematografía tan endeble como la nuestra –mal que nos pese-, esos grandes “autores” que no pocos pregonan –como si realmente en el cine mundial de nuestros días estos proliferaran como los champiñones-.
Quisiera que estas disgresiones sirvieran de preámbulo, para destacar la grata sorpresa que para mi ha supuesto SEGUNDO ASALTO (2005), que supone el debut como realizador de Daniel Cebrián, y que en buena medida responde en sus virtudes a ese modelo que antes evocaba, y que también se ha manifestado en realizadores previos como Agustín Díaz Yáñez o algunos otros. Se trata de la oferta de buenas historias, destacadas en el tratamiento de sus personajes y que en su desarrollo –eficazmente narradas- no buscan ni el efecto fácil o el sermón complaciente. En su oposición, resulta más importante la planificación y la lógica de sus protagonistas, sin que ello evite la presencia de apuntes sociales o de denuncia, que en estas películas no se articulan afortunadamente casi como su única razón de ser.
A estas características responde, plano por plano, SEGUNDO ASALTO, que se define desde sus primeros compases como un drama psicológico, dominado por la extraña atracción que ejerce en el joven Ángel (Alex González), la repentina llegada a su entorno de barrio casi suburbial del veterano Vidal (Darío Grandinetti), al cual retorna tras varios años de estancia en Argentina. Entre ambos con rapidez se establece una especial relación de camaradería, que obligarán a Vidal a confesar su verdadera profesión: ladrón de bancos. Por su parte, Ángel es un muchacho que trabaja intermitentemente como mozo de mudanzas, y que entrena en un gimnasio intentando sublimar su gris panorama vital con la practica del boxeo.
Con rapidez, se produce una invitación de Vidal para que el muchacho sea socio suyo en un golpe. No sin dudarlo, este acepta al comprobar su delicada situación laboral y las dificultades económicas y físicas que sobrelleva su madre. A partir de ese momento, y tras el éxito en el pequeño atraco realizado, se plantea un segundo robo, al tiempo que en la película se incorporan una serie de elementos argumentales –relacionados con el futuro vital del veterano atracador y su relación previa con la madre de Ángel-, que afortunadamente no solo no resultan artificiosos, sino que por el contrario van marcando una lógica que llegará a su conclusión en los planos finales de la película.
Lo más positivo de SEGUNDO ASALTO viene dado por la presencia de un guión estupendo –obra del propio Guzmán e Imanol Uribe-, que es desarrollado en la pantalla con una puesta en escena ajustada y transparente. En ella funciona con eficacia y ocasional brillo el uso de las panorámicas, la filmación con steadicam, los elementos descriptivos que define su rodaje en exteriores con calles y ambientes externos suburbiales, y también la galería de personajes que pueblan el entorno del boxeo. La película acierta igualmente al incorporar en su estructura dramática problemáticas juveniles o la incidencia de la explotación del inmigrante. Pero todo ello sin desviar la mirada en esos dos protagonistas que sirven admirablemente un ya curtido Darío Grandinetti y un joven Alex González que se “come” la cámara por su prestancia física y el mismo tiempo por la inocencia y honestidad que desprende su personaje.
SEGUNDO ASALTO no pierde la ocasión de mostrar un sesgo nihilista –esas reflexiones y dudas de los dos protagonistas ante el hecho divino-, pero no puede culminar –tal y como desea el espectador-, sin que un rayo de esperanza en su relación, pueda aflorar en el futuro.
Calificación: 3
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