TAPE (2001, Richard Linklater)
Probablemente lo mejor que se puede decir de TAPE (2001, Richard Linklater), es constatar que a partir de su arriesgada propuesta cinematográfica y formal, uno logra olvidarse de los orígenes teatrales de la misma. En mi propia impresión personal, en ningún momento vino a mi mente esa circunstancia, lo cual dice bastante del interés y la audacia narrativa que propone un director que en los últimos años está destacando como uno de los más atrevidos formalmente de cuantos forman parte del cine independiente norteamericano. Es así como con un solo escenario y tres únicos personajes, logra mantener el interés en todo momento en una película rodada en apenas seis días en formato digital.
La acción de la película se desarrolla en una desvencijada habitación de un motel de Michigan. Allí se aloja Vince (Ethan Hawke), un joven de 28 años que en la actualidad se dedica al menudeo en la droga, alternando esta actividad ilícita con su condición de bombero voluntario. Vince ha acudido hasta allí para asistir al estreno de la película de su íntimo amigo –Jon (Robert Sean Leonard)-. Este acude a visitar a Vince a su habitación, y en la conversación entre ambos muy pronto comenzarán a relucir reproches que responden a la diferente concepción que de la vida, el futuro y el triunfo tienen ambos. En la progresiva profundización del debate entre los dos amigos aflorará un oscuro suceso del pasado de Jon; diez años atrás protagonizó una violación con una compañera de estudios –Amy (Uma Thurman)-. El recuerdo de aquel suceso aparentemente olvidado atormentará a un joven que es el paradigma del triunfador. Pero Vince lleva aún más lejos su afán por recordar este hecho, al llamar a la propia Amy a la habitación, con la excusa de ir de cena con ella. Actualmente la joven ejerce como ayudante de fiscal, y tras la sorpresa inicial y el doloroso recuerdo de lo sucedido –aparentemente superado-, ejercerá su venganza hacia los dos hombres que dejaron huella en su pasado.
TAPE está basada en una obra en un solo acto de Stephen Belber, que también ejerció como guionista de la película. Y su desarrollo y espíritu puede sumarse a los expresados por otros dramaturgos tan conocidos y apreciados –en su condición literaria y también en la de cineastas- como Neil LaBute o David Mamet. Cercano a la obra de estos, en esta cuestión se plantea un agudo drama psicológico en el que se opone la mentalidad del éxito, la apariencia de las cosas, el peso del recuerdo, el destino o una visión nada complaciente de la hipócrita sociedad norteamericana. Lo que quizá resalta en esta propuesta dramática es la constante presencia de giros intercalados de forma sutil, que hacen avanzar el desarrollo psicológico en la interacción de sus personajes. Esa sutileza y cotidianeidad de su presencia, es la que bajo mi punto de vista favorece una mayor riqueza en las propuestas que se van integrando en el relato, evitando con ello una brusquedad o aparición de grandes sorpresas. De hecho, incluso la venganza final de Amy, en el fondo no resulta más que simbólica, y de alguna manera vuelve a recordarnos la relativa insustancialidad del motivo central que ha unido a ambos personajes.
Dentro de un drama de estas características, está claro que lo que importa es el trazo, la interacción o el contraste que de ellos se pueda desprender en su traslación en la pantalla. Dentro de ese contexto, Linklater logra trasladar la fuerza dramática de la propuesta a partir de su traslado a formato digital, potenciando el interés de la misma a partir de una aguda planificación que por lo general evita la reiteración de los encuadres, que provoca en todo momento una sensación de dinamismo visual y al mismo tiempo un desasosiego que de alguna manera expresa cinematográficamente un conflicto latente durante varios años. Pero al mismo tiempo, y de forma complementaria, el realizador describe la forma de vida de los dos amigos que de nuevo se reunen, por la incorporación de pequeños detalles en los encuadres, plasmados de forma directa –por ejemplo, el contraste en el calzado de Vince; unas viejas botas vaqueras, con el de Jon; unos cuidados zapatos de diseño-. En todo momento se plantean pinceladas de este tipo que contribuyen a enriquecer un relato basado únicamente en la calidad del texto teatral original y, por supuesto, en la perfecta compenetración y excelente interpretación que realizan el trío de actores que llenan la pantalla con su presencia –y de las que cabría destacar el empeño de Ethan Hawke en el proyecto, colaborando de nuevo con el director que quizá más satisfacciones ha proporcionado a su carrera como intérprete. Probablemente sin su interés, esta película no hubiera sido realidad-. En base a esos ingredientes, quizá TAPE no sea quizá una propuesta demasiado novedosa en sus orígenes teatrales, pero es indudable que ese propio origen tiene como base un material de calidad, que es potenciado por la inventiva puesta en escena de un director que cada día más, hay que tener en cuenta, así como una impecable labor de sus actores. Una muestra más de esa positiva interacción cine – teatro, que además en esta ocasión apuesta por la evolución del cine en el terreno de la imagen digital en un sendero, obviamente no el único, que aún debe proporcionar frutos llenos de interés.
Calificación: 3
3 comentarios
Pene -
ian -
Buena actuación (:
txolo -