BEFORE SUNSET (1995, Richard Linklater) Antes del amanecer
Hay ocasiones en las que una visión retrospectiva sobre determinados títulos, pierde por completo cualquier atisbo de inocencia. Lo puede provocar para mal… y en este caso también para bien. Es el ejemplo que nos brinda BEFORE SUNRISE (Antes del amanecer, 1995. Richard Linklater), una película que no se puede contemplar hoy día, casi dos décadas después de su realización ¡Y como pasa de rápido el tiempo!, con la misma mirada y similar y positiva valoración que en el momento de su estreno –donde alcanzó el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín de dicho año-. El hecho de que forme parte en nuestros días de una de las trilogías más atractivas del cine contemporáneo, casi obliga a buscar las claves –que las hay-, en una película liviana y honda al mismo tiempo, en la que se encuentra la quintaesencia del cine de Richard Linklater, en aquel tiempo una figura prometedora y hoy día consolidado como uno de los nombres más interesantes del panorama alternativo estadounidense.
De entrada, y cuando hemos percibido el sendero que Linklater brindó al recorrido de la evolución de la pareja formada por Jesse y Celine, lo cierto es que la entraña de lo que con el paso del tiempo plasmará dicha trilogía, queda expuesto con claridad en el comienzo de BEFORE SUNRISE. En esos planos iniciales se nos mostrará a los dos protagonistas viajando en tren ocupando asientos dispares, contemplando la discusión mantenida por un matrimonio alemán. Será el auténtico nudo gordiano de que lo que, con el paso del tiempo, será la magnifica trilogía urdida por Linklater, Hawke y Delpy, unidos en esta ocasión por vez primera, para recrear ese encuentro furtivo de dos jóvenes durante catorce horas por las calles de Viena, antes de que Jesse parta para su hogar en Estados Unidos, y Celine retorne a Francia. Ambos se encuentran en la conclusión de sus vacaciones, iniciando con la sencillez que surge en algunos grandes momentos cinematográficos, una de las relaciones más interesantes brindadas por el cine contemporáneo.
A partir de dicho encuentro, combinando espontaneidad con dramatización, e insertando en las largas conversaciones la aparente banalidad en la inquietud por ciertos temas en ocasiones metafísicos inherentes el cine de Linklater, vamos asistiendo a un progresivo streptease emocional, por parte de esa pareja de muchachos desinhibidos, que en su momento se quisieron emparentar de manera errónea con aquella efímera “Generación X” -¿Se acuerda alguien de la misma?-, y a los que los magníficos Ethan Hawke –en aquel tiempo aún falto de su merecido reconocimiento- y Julie Delphy, otorgan una frescura, espontaneidad y autenticidad única. Con ellos recorreremos lugares conocidos de la capital austriaca, iluminados de manera deliberadamente artificial por un director, que en aquel entonces aún estaba dando los primeros pasos de una carrera prometedora, que ya había brindado en su debut un título tan valioso e inclasificable como SLACKER (1991). De ello se puede retener esa inclinación del director por el uso de los diálogos como elemento importante de su cine, sin suponer un quebranto de su imaginativo uso de la cámara. A través de ambas vertientes, los desinhibidos protagonistas se confesarán literalmente ante ese interlocutor que han conocido de manera inesperada, y con el que se ha establecido un extraño flechazo. Poco a poco aparecerá entre ellos la semilla de la mutua atracción, pese a su moderna concepción de las relaciones, que en apariencia reduce el amor a una mera reacción química.
En ese recorrido por diferentes rincones de la geografía urbana de la bella capital austriaca, resaltan instantes dominados por cierto romanticismo poético. La secuencia de la intervención de la vieja pitonisa que leerá las manos a Celine. La hermosa secuencia en la catedral de Viena, en la que la joven confiesa sus vibraciones ante los sentimientos presentes en la misma, pese a su ausencia de sentimiento religioso. La confesión inicial de Jesse a la muchacha cuando contempló el fantasma de su abuela en el momento en que murió, asumiéndolo con cotidianeidad y plasmando en el relato cierta inclinación a compartir inquietudes metafísicas. O, en definitiva, la secuencia del encuentro con un singular mendigo poeta, que les pedirá una cantidad a cambio de una poesía confeccionada tomando como base unas palabras proporcionadas por ellos mismos. Sentimientos y sensaciones en un relato de corte rohmeriano, centrado en la futilidad de las emociones, dominado por el entusiasmo y la convicción ofrecidos por Hawke y Delphy en un recorrido físico y vital que se establece en pocas horas, y del que me gustaría destacar una secuencia aparentemente sin importancia, en la que a mi modo de ver se define el conjunto de la mirada propuesta por Linklater. Me refiero a aquella que describe el abandono en paseo de uno de los lugares que han visitado, en donde se encuentra una terraza poblada por parejas. El componente de una de ellas se quedará mirando, sin tener en apariencia ningún sentido, como nuestros dos protagonistas abandonan aquel marco, proporcionando con ello esa extraña sensación de oposición entre realidad y ficción que define la película ¿Fueron figurantes que se dejaron llevar por el instinto, o un detalle deliberado del realizador, destinado a hacer ver dicha circunstancia? En cualquier caso, deviene un detalle fascinante, en lo que sería la primera entrega, que por momentos me hace parecer una traslación generacional al primer viaje que efectuaba el matrimonio formado por Mark (Albert Finney) y Joanna Wallace (Audrey Hepburn). Aquel desarrollado en TWO FOR THE ROAD (Dos en la carretera, 1967. Stanley Donen), en que se intercalaban las causas y los efectos de cinco marcos espacio temporales, entremezclados en una fascinante estructura discontinua. Lo que en el film de Donen y la complicidad del guión de Frederick Raphael concluyó en un solo film, en una de las visiones más apasionantes que el cine ha brindado sobre la vida de pareja, décadas después fue trasladado por Richard Linklater en una apasionante trilogía, que el paso del tiempo solo confirmará si tendrá un cuarto exponente, y del que el título que comentamos aparece como eslabón inicial, así quizá como el provisto de una menor densidad.
Nada hay de peyorativo en esta deliciosa película, que habla de las inquietudes de dos jóvenes que ensayan para convertirse en adultos, y que al tiempo se atraen y se desmarcan de convencionalismos marcados en torno a las relaciones de pareja. BEFORE SUNRISE aparece en nuestros días como una propuesta serena, luminosa, evanescente y al mismo tiempo de enorme pertinencia, que culmina con tanto sentido de lo cotidiano como se inicia, pero en la que el espectador intuye que la efímera relación entre Jesse y Celine tendría una prolongación en el tiempo. Nueve años más tarde, Linklater daría la respuesta esperada, tamizada de cierto desencanto, con BEFORE SUNSET (Antes del atardecer, 2004).
Calificación: 3’5
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