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CINEMA DE PERRA GORDA

TOO LATE THE HERO (1970, Robert Aldrich) Comando en el Mar de China

TOO LATE THE HERO (1970, Robert Aldrich) Comando en el Mar de China

Ubicada en un periodo bastante inestable en la trayectoria cinematográfica de Robert Aldrich –algo que se haría extensivo, por similares circunstancias de adaptación, a la practica totalidad de compañeros de la denominada “generación de la violencia”; Brooks, Siegel, Fleischer-, TOO LATE THE HERO (Comando en el Mar de China, 1970) resulta sin embargo uno de sus títulos menos reseñados al tiempo que más interesantes de los últimos exponentes de la misma. Es curioso a este respecto apuntar la presencia de títulos interesantes o incluso magníficos entre la producción de finales de los sesenta y primeros años setenta en este grupo de cineastas –podría citar a este respecto THE HAPPY ENDING (Con los ojos cerrados, 1969) –que me sigue pareciendo la obra maestra de su realizador- BITE THE BULLET (Muerde la bala, 1975) o $ (Dólares, 1971) en la filmografía de Richard Brooks, THE BEGUILED (El seductor, 1971) y DIRTY HARRY (Harry el sucio, 1971) en la de Siegel o THE BOSTON STRANGLER (El estrangulador de Boston, 1968) o MANDINGO (1975) en la Fleischer, por citar algunos ejemplos, que estoy convencido cada aficionado reconsideraría o corregiría en la medida de su propia visión personal. Lo cierto es que en estos y otros exponentes se aúna una visión por completo desesperanzada de diversos rasgos de la propia existencia, que son claramente puestos en cuestión hasta proponer en su conjunto una mirada absolutamente desesperanzada sobre una serie de valores que habían conformado hasta entonces nuestro ideario ético y una auténtica esperanza vital. Entorno que pone de manifiesto Aldrich en esta película, que en definitiva muestra una visión absolutamente nihilista y escéptica sobre la relatividad del concepto de valor, describiendo una serie de situaciones que revelarán esa auténtica desesperación ante la supervivencia que el ser humano despliega en sus momentos límite. Serán referentes que, por supuesto, están muy por encima de todas esas idealizaciones heroicas con que generalmente se plantean las grandes gestas de la humanidad –o quizá la visión que de ellas se ofrecen en las crónicas, y de las que se ironiza en la demoledora manifestación del soldado superviviente en los compases finales de la película-.

TOO LATE THE HERO se basa en una historia elaborada por el propio realizador junto con Robert Sherman, y trasladada en forma de guión cinematográfico de la mano de su habitual colaborador Lucas Heller. Su relato se centrará en las actividades de un comando del ejército británico apostado en el extremo sur de una isla del Pacífico en pleno fragor de la II Guerra Mundial. Se da la circunstancia que el otro extremo del territorio está ocupado por los japoneses, y por ello la marina norteamericana idea un plan para poder acceder al ocupamiento japonés, para lo cual han de tomar la estación de radio que allí poseen los nipones. Dado sus conocimientos del japonés, a la misión se suma de forma forzada el teniente Lawson (Cliff Robertson), integrandose a mala gana en este comando que recorrerá la selva de la isla, logrando en principio y tras un constante goteo de bajas en sus filas, hacer estallar la estación de radio. Sin embargo, a su regreso, descubrirán la existencia no detectada por los americanos de una base con numerosos aviones que atacarían a las fuerzas aliadas que pronto desembarcarían allí. Con este descubrimiento intentarán llegar cuanto antes a la base de la que partieron, pero serán perseguidos y progresivamente eliminados por un oficial japonés de educados modales, que utilizará un ingenioso sistema de audífonos para comunicarse con ellos. Finalmente, tan solo quedarán con fuerzas para culminar la misión y anunciar a sus superiores la existencia de esa base militar camuflada. Será por un lado el escéptico Lawson, y por otra el cínico oficial inglés Hearne (Michael Caine), totalmente opuesto a cualquier visión del heroísmo, y que en un momento determinado llegará a plantear al yanqui la única posibilidad existente para que ellos dos puedan escapar del acoso nipón; la de huir en dirección contraria y desertar de la misión –con las trágicas consecuencias que tendría para el desembarco aliado previsto-.

A partir de una muy interesante base dramática, lo primero que se siente en el film de Aldrich es el apercibimiento de un estado de auténtica desesperanza entre los contendientes. No es menos dura la visión que se realiza de los oficiales americanos tomando el sol en las playas, y el rechazo de Lawson a atender la demanda de su superior y entrar en la contienda. Pero es que el destacamento británico está representado por individuos sin ética ni esperanza, como si tuvieran una coraza en sus sentimientos, no faltarán ejemplos como el del despreciable Cambell (Ronald Fraser, habitual intérprete en títulos de Aldrich), que no duda en automutilarse para librarse de la línea de lucha, y que en todo momento no dejará de poner en práctica un comportamiento de lo más mezquino –llega a robar al cadáver de un oficial japonés muerto, de cuya mano cortará un dedo para lograr el anillo que llevaba; ello paradójicamente será la posterior causa de su muerte-. Pero aún con la existencia de un personaje tan negativo, que no dudará en traicionar a sus compañeros ante la posibilidad de salvarse de los japoneses, no quiere decir que el resto de los componentes del comando destaquen por su eficiencia y heroicidad. Todos en realidad tienen algo que esconder. Desde el que comanda la misión –Hornsby (Denholm Elliot)-, que llevará a cabo una equivocada emboscada a un grupo de soldados japoneses, y en donde perderá algunos de sus propios soldados, hasta su enfrentamiento de las órdenes superiores recibidas antes de partir, y que le llevarán a atacar la emisora de radio japonesa, y a morir en la misma merced ante la inhibición a actuar definida en esos tensos momentos por Lawson –al caer su cadáver, el rostro de Hornsby mirará de forma acusadora al impresionado americano.

Pero cuando parecía que ese cúmulo de actos totalmente enmarcados en la óptica de la supervivencia y la ausencia total de concepto de grupo, la película ofrece un giro muy atractivo con el descubrimiento de la base militar japonesa, que convertirá su desarrollo posterior en una peculiar versión actualizada del “El malvado Zaroff”, con los supervivientes del comando intentando huir de la persecución y capacidad psicológica de los japoneses, utilizando un ingeniosisimo sistema de altavoces –una brillante idea de la que se obtiene un notable juego dramático-. Será esa cercanía de la muerte, la que dispare los sentimientos más bajos de todos los componentes, quedando entre ellos el escéptico oficial americano y el cínico representante británico. Será ya entonces una partida de supervivencia, en la que se extremarán los detalles de descripción psicológica entre ellos, que pueden emparentarse con esos personajes que poblaron algunas de las posteriores títulos del realizador –EMPEROR OF THE NORTH POLE (El emperador del norte, 1973)-. Finalmente, el nihilismo y el alcance subversivo de la película es total; el oficial japonés del que temían lo peor, finalmente no mata a los dos presos ingleses a los que amenazaba, y nuestros dos protagonistas se acercarán hacia su destacamento tras matar al señalado oficial, corriendo en un zig-zag opuesto, y siendo filmados por unos teleobjetivos y planos muy generales que despojan de cualquier carácter heroico a la lucha, para dejarlo en su lugar como un hecho absurdo y carente de interés alguno.

Por ello, los planos finales de la película –magníficos y ciertamente atrevidos visualmente en su aparente alcance efectista-, incidirán en la inutilidad del esfuerzo bélico y subrayarán la mentira del comportamiento heroico. TOO LATE THE HERO es una película que siempre alcanza suficiente interés, en la que el conjunto de sus intérpretes demuestran una labor de carácter físico y carente de histrionismos realmente notable –en ella cabe destacar al habitualmente cargante Cliff Robertson-. Por su parte, no se puede omitir la fuerza que alcanza la luminosidad de la fotografía de Joseph Biroc, caracterizada por la potenciación de esos verdes bosques en los que se desarrolla buena parte de la acción, y también la eficacia de un montaje que logra implicarse en el sentido psicológico de su propuesta. Es evidente que en este periodo de su obra, Robert Aldrich no podía ser considerado un realizador sutil. El título que comentamos lo ratifica, sus secuencias se desarrollan con sequedad y en ocasiones con un nervio quizá no justificado, estando ausente de verdaderos logros formales en sus imágenes. Sin embargo, ello no importa. La eficacia de su propuesta es notable y la carga de profundidad nihilista que ofrece al espectador no pasa desapercibida. Es por ello que podemos considerar esta película como una de las más atractivas, singulares y valiosas aportaciones al cine bélico registradas en aquellos años –otro título que me vendría a la mente sería ANZIO (La batalla de Anzio, 1968. Edward Dmytryk)- Serán estos y otros títulos, los que de una forma u otra, y coincidiendo con el pleno periodo de la Guerra del Vietnam, ofrecieron miradas totalmente opuestas a las oficialistas que emanaban de Washington, en un periodo en el que el cine norteamericano intentó –bajo diferentes estrategias-, desmontar los falsos principios en que se había convertido su tan valorada democracia. Lo peor de todo, es que no sabían lo que les iba a llegar tres décadas después.

Calificación: 3

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