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CINEMA DE PERRA GORDA

DESTINATION TOKYO (1943, Delmer Daves) Destino Tokio

DESTINATION TOKYO (1943, Delmer Daves) Destino Tokio

Si de antemano señalo que me encuentro entre quienes opinan que las películas de submarinos es uno de los subgéneros más soporíferos que ha deparado el cine, quizá se entienda de forma más justificada mi aprecio hacia DESTINATION TOKYO (Destino Tokio, 1943), el título que supuso el debut de ese estupendo y poco reconocido realizador que fue Delmer Daves en el seno de la Warner, al parecer debido al interés demostrado por Cary Grant por dar la oportunidad en esta faceta hacia quien hasta entonces había demostrado ya sus cualidades como guionista y argumentista. Mas allá de su alcance patriotero –mucho más mitigado que en tantas otras producciones bélicas de la época, que se centra fundamentalmente en sus minutos de apertura y los finales-, la principal virtud del producto estriba en el acercamiento a la cotidianeidad, la aventura y las historias individuales de un grupo de combatientes, enfrentados a sus propias contradicciones, sus pequeñas historias y a una aventura humana que les llevará a momentos límites y –sobre todo en el ejemplo que expone del joven oficial Adams (Robert Hutton)-, un exponente de rápida y apresurada madurez vital.

Pero sí señalaría que en el conjunto de cualidades del film de Daves, hay una que merece ser reseñada de forma muy especial, y es indudablemente la amenidad del producto. Un rasgo este que permite que sus más de dos horas de metraje se sigan no solo con enorme interés, sino incluso las incidencias se desarrollen con enorme lógica, y adquieran en algunos momentos caracteres casi de apasionantes. DESTINATION… se erige como el ejemplo canónico de este subgénero, marcando una serie de elementos que posteriormente se irán reiterando hasta la saciedad en buen número de títulos –alguno de ellos tan simpático por otra parte, como HELL AND HIGH WATER (El diablo de las aguas turbias, 1954. Sam Fuller)-. Pero lo cierto es que en este caso, estamos por fortuna tan lejos de tener la impresión de asistir a un catálogo de obviedades cinematográficas, como de asistir a un discurso de exaltación patriotera.

El film de Daves describe la andadura de una misión desarrollada en un submarino norteamericano que comanda el capitán Cassidy (Cary Grant). En plena celebración de la nochebuena en la ciudad de San Francisco, es destinado con su tripulación a una misión en plenas aguas. Cuando ya llevan 24 horas de navegación conocen las órdenes secretas de la misma: internarse en plena bahía de Tokio y desarrollar una vez allí una estación de comunicación que permita el primer bombardeo aéreo sobre Japón de las fuerzas norteamericanas. Sin embargo, en el cumplimiento de la misión y sus posteriores consecuencias, se desplegarán una serie de incidencias en su tripulación, en las que se centrará el discurrir de la película, y antes de que la nave regrese a territorio patrio.

Aunque parezca una base argumental demasiado simple –no olvidemos que nos encontramos en 1943, cuando este tipo de producciones no eran algo habitual-, DESTINATION… se centra en su desarrollo en la –por así decirlo- “letra pequeña” de la rutina diaria de un grupo de combatientes que tienen inquietudes existenciales –al respecto; el intercambio de pareceres entre varios de los tripulantes ante sus creencias religiosas o la inexistencia de ellas-, que intentan encontrar un lugar para la celebración de la navidad –esa fiesta con entrega de regalos de Papa Noel incluída-, que mantienen el permanente recuerdo de sus familiares –la grabación en disco que tiene de la voz de su esposa, el oficial muerto por el ataque del aviador japonés, la nostalgia del propio capitán ante los hechos cotidianos que le evocan la memoria de su mujer y sus hijos-, que incluso pueden enfermar repentinamente –la apendicitis aguda que sufre el joven Adams en pleno bombardeo de cargas de profundidad, y que dirige la acción del film hacia esa vertiente cotidiana-, y que aunque lo disimulen, sienten miedo en los momentos más tensos de su misión –esa confesión del neófito Raymond ante Cassidy, que se tranquiliza al entender por parte del capitán que todos comparten su mismo sentimiento de temor, en las situaciones en las que viven; están siendo bombardeados reiteradamente-.

A la hora de calibrar las virtudes de esta película, es indudable que en ellas hay que destacar la eficacia del guión en el que interviene el blackisted Albert Maltz –con el que Daves colaboraría un par de años después en la estupenda PRIDE OF THE MARINES (1945)-, que logra además de esa amenidad un claro carácter dialéctico que permite que el espectador esté al corriente de todo tipo de incidencias de tipo técnico, y que incluso llega a despuntar hacia la humanidad en la educación del pueblo japonés, desligándola de la tiranía de un gobierno imperial que no duda en convertirlos en máquina de matar. Por su parte, nos encontramos con una notable fotografía en blanco y negro –obra de Bert Glennon-, que sabe extraer los claroscuros, juegos de sombras e iluminaciones indirectas, potenciando la vertiente claustrofóbica de la imagen, que muy pronto el propio realizador adoptará en sus primeras películas, en especial en su magnífica DARK PASSAGE (La senda tenebrosa, 1947). Por su parte, no podemos dejar de destacar la eficacia de su reparto, en el que destaca poderosamente la serenidad empleada por un magnífico Cary Grant –atención a sus miradas en momentos tan significativos como aquel en el que logran desactivar la bomba lanzada por el avión japonés en el Polo Norte, la del anuncio de la operación de urgencia a Adams, o la mirada que devuelve la sensación de miedo a Raymond en el fragor del bombardeo que reciben en plena profundidad-. Resulta oportuno a este respecto recordar como quince años después, el actor reiteró de alguna manera este papel con una de las más divertidas y exitosas comedias del último periodo de su carrera, en la cual dio la oportunidad de que fuera dirigido por otra entonces joven promesa; Blake Edwards. Me estoy refiriendo a OPERATION PETTICOAT (Operación Pacífico, 1959). Esta conjuntada labor del reparto, ofrece a mi juicio un personaje muy interesante –y bien interpretado-, pero generalmente relegado a un lugar secundario, y es el del oficial Andy (Warner Anderson), siempre atento a los pormenores de la misión, y que a través de sus miradas sabe reflejar la tensión de cada momento vivido por el conjunto de tripulantes.

Delmer Daves sabe orquestar con verdadera pericia el conjunto de elementos de la película, basándose de forma primordial en la destreza de un montaje magnífico –obra del también posterior realizador Christian Nyby-, que se erige como el auténtico motor de la función, y atendiendo notablemente en la composición de los encuadres y la movilidad que registra la cámara, con esa querencia del realizador por la grúa que pronto se erigiría como uno de sus rasgos estéticos más habituales. Solo hay algo que finalmente no me convence en esta notable película –mas allá de los detalles propagandísticos que se intercalan en algunas de sus secuencias-, y es el poco acertado componente humorístico que se registra en los momentos más tensos de la función, cuando los componentes del submarino resisten las cargas de profundidad contra ellos. Son unos diálogos y situaciones que no solo no se integran en la lograda tensión de esos momentos, sino que incluso resultan muy poco creíbles y en nada contribuyen a esa buscada distanciación, pero que en este rasgo concreto resulta por completo fallida.

Calificación: 3

 

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