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CINEMA DE PERRA GORDA

HOLLYWOOD CANTEEN (1944, Delmer Daves)

HOLLYWOOD CANTEEN (1944, Delmer Daves)

En el periodo durante el cual el ejército norteamericano participó de forma activa en la II Guerra Mundial, una de las diversas facetas en las que Hollywood hizo efectivo su apoyo a las fuerzas aliada, lo constituyeron diversos musicales sui géneris, que apostaban de manera decisiva como claro homenaje a dicha participación. Títulos como THOUSANDS CHEER (1943, George Sidney) o STAGE DOOR CANTEEN (1943, Frank Borzage) -no he visto ninguno de ambos- serían ejemplos pertinentes de esta extraña deriva de exponentes propagandísticos, insuflados con la presencia de un gran número de estrellas en apariciones episódicas, por lo general apelando a un espíritu patriótico que concienciara a las masas que acudían a la gran pantalla. Delmer Daves actuaría como guionista en la película de Borzage antes señalada -centrada en el universo del teatro newyorkino- siendo encargado de dar vida a este producto de Warner Bros, que sería su tercer largometraje, tras su debut con la estupenda DESTINATION TOKYO (Destino: Tokio, 1943), y la posterior y apenas conocida THE VERY THOUGHT OF YOU (1944), ambas con trasfondo de melodrama militar. Contaría en la segunda de ellas con Dane Clark, que sería uno de los coprotagonistas de este insólito y francamente valioso HOLLYWOOD CANTEEN (1944), toda una rareza en la producción cinematográfica de aquel tiempo.

La película se inicia describiendo las duras condiciones de lucha de los soldados americanos en la guerra del Pacífico y centrando su interés en dos jóvenes oficiales. Ellos son el capitán Slim Green (un estupendo Robert Hutton, imitando la inocencia característica del joven James Stewart) y el sargento Nowland (Dane Clark). Ambos han resultado heridos en un combate, por lo que se les otorgará un permiso para visitar Los Angeles. Antes de ello, en una proyección nocturna bajo la lluvia -una secuencia plasmada con una extraña mezcla de romanticismo y distanciamiento cinematográfico que, por momentos, nos recordará algunos pasajes de la extraordinaria SULLIVAN’S TRAVELS (Los viajes de Sullivan, 1941. Preston Sturges)- se proyecte una película protagonizada por la joven actriz Joan Leslie, que Slim reconocerá como su auténtico amor platónico. Pronto se familiarizarán con la vida ajetreada de Hollywood -unos planos generales nos mostrarán el gigantesco letrero, con su denominación original de ‘Hollywoodland’- separándose los dos oficiales, e indicándosele a Green la visita a la denominada ‘Hollywood Canteen’, donde las grandes estrellas cinematográficas mantienen abierto un recinto animado con constantes actuaciones y ofreciendo comida y bebida a los soldados que hasta allí se acerquen. En realidad, ese establecimiento existió, siendo sus máximos artífices los actores John Garfield y Bette Davis, quienes vivirán sus propios roles en una función que permitirá, por un lado, una curiosa muestra de ‘cine dentro del cine’. Por otra ese ya señalado homenaje a la fuerza aliada en la contienda mundial. También proponer una historia melodramática a partir del, sobre el tapete, increíble romance entre Slim y Joan Leslie, e introducir un variado repertorio de números musicales -entre los que se encontrará nuestro Antonio el bailarín ofreciendo una actuación de flamenco-. Pero, sobre todo, si algo destacaría en esta -contra todo pronóstico previo- insólita y atractiva película es, de una parte, la impronta de sensibilidad y romanticismo que albergan sus mejores momentos. Pero por otra, y es a mi modo de ver su mayor singularidad, la de propiciar un conjunto de casi dos horas de duración, que logra elevarse por encima de sus limitaciones construyendo un conjunto desprovisto de una unidad argumental, para extenderse en un relato estructurado a través de episodios autónomos, proporcionando una discontinuidad narrativa que adelanta de manera muy clara, esas propuestas encaminadas por no pocos títulos firmados en la década de los 60, por dos cineastas interconectados como fueron Jerry Lewis y Frank Tashlin.

Así pues, de entrada, nos encontramos con un relato en el que disfrutaremos de la presencia de numerosas estrellas norteamericanas. En especial de Davis y Garfield, auténticos anfitriones del auténtico establecimiento, que Daves acierta a filmar trasladando al espectador esa sensación de cercanía. Es más, por momentos llega a introducirnos en los recovecos del ‘Hollywood Canteen’. Incluso sus actuaciones musicales no se suelen embellecer, trasladándolas a otro marco más cinematográfico. Todo ello, permite que nos sintamos espectadores reales de aquel ámbito -un poco, como lo que sucedería con la escenografía filmada un cuarto de siglo después por Blake Edwards en THE PARTY (El guateque, 1968)- e incluso dentro de su propio vitalismo. Dentro de dicho contexto, la presencia de tantos intérpretes populares EN LA NÓMINA de Warner Bros no deja de ser una curiosidad, de la que no deja de resultar regocijante -e incluso inesperada-, la repentina presencia de unos Peter Lorre y Sidney Greenstreet en un pequeño número que, por momentos, y por su extraña irrealidad, más allá de ironizar sobre su propia imagen cinematográfico, parecen acercarnos al universo de los Marx Brothers. Esa mixtura de presencia de estrellas entremezclada con números musicales de variada configuración, proporcionan entidad al conjunto, Hagamos excepción de la molestísima presencia del kitsch Roy Rogers y su no menos estomacante caballo, para encontrarnos con divertidas canciones de Eddie Cantor interactuando con el público, o el conjunto del violinista húngaro Joseph Szigeti, junto al gran comediante Jack Benny -siempre estableciendo su comicidad a través de la contención-. Sin embargo, de entre ellos destacará por su planificación y fuerza, el que plasma el gran pianista Carmen Cavallaro junto a su banda, interpretando ‘Voodoo Moon’, siendo el propio pianista el que dará paso a la actuación flamenca de la pareja formada por Antonio y Rosario. Curiosamente, dentro de esta dinámica de disgresión narrativa, la demostración más brillante aparecerá en el número ‘Ballet in Jive’ que protagonizará Joan McCracken a partir de la visita de Dane Clark a los propios estudios de la Warner, estableciéndose a partir de dicha fuga argumental uno de los pasajes más libres de la película.

Unido a todo ello, la propia celebración y protagonismo de Slim con motivo de su proclamación como visitante número un millón del mismo, introduce una pequeña inflexión argumental acercando el devenir del relato en cierto modo al universo del Preston Sturges de CHRISTMAS IN JULY (Navidades en julio, 1940), ampliando ese entorno de comedia romántico que envuelve la inesperada conversión de la fascinación entre el joven e inocente Slim, por la actriz Joan Leslie -encarnando su propio papel-. Esa misma premisa argumental, por más de aparecer como algo convencional y estereotipada brindará al conjunto de HOLLYWOOD CANTEEN sus instantes más memorables. Ellos aparecerán, bajo mi punto de vista, a través de tres instantes revestidos de gran delicadeza, en los cuales se demuestra la experiencia que para Delmer Daves pudo establecer haber colaborado con el Leo McCarey de LOVE AFFAIR (Tu y yo, 1939). Me refiero a la contenida fuerza emocional, establecida en el primer encuentro entre ambos personajes, cuando Slim va a brindar ese deseado beso a su idolatrada actriz. Más adelante, resultará ejemplar la modulación romántica y de comedia descrita entre ambos en la secuencia dispuesta en el jardín de la vivienda de la Leslie. Pero, por encima de ambas, uno no puede más que conmoverse ante la fuerza emocional que desprenden los momentos de la cena de Slim en la vivienda de Joan Leslie, con la presencia de sus padres. El peso de las miradas y la amabilidad de estos implicará de manera implícita una sincera emoción, reflejando la aceptación de estos ante el inexplicable y rápido romance que se ha establecido entre ellos, y que se acentuará cuando el padre de esta inicie su breve oración de acción de gracias. La cámara encuadrará a los comensales en un pudoroso plano general, sobre el que se imprimirá un delicado fundido en negro. No hará falta más.

Calificación: 3

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