DRUM BEAT (1954, Delmer Daves) Tambores de guerra
De entre los ocho westerns que jalonaron quizá el ciclo más importante en la andadura como cineasta de Delmer Daves -destacable también en su destreza con el melodrama, el cine bélico, e incluso en el noir- es posible que DRUM BEAT (Tambores de guerra, 1954) sea su exponente menos conocido, quizá unido a otro de los títulos que dirigió también con el protagonismo de Alan Ladd -el posterior THE BADLANDERS (Arizona, prisión federal, 1958)-. No debe pensarse, por ello, no nos encontramos ante una película desprovista de interés. Antes al contrario, y aun partiendo de la premisa de suponer una producción -la primera- de Jaguar, la compañía auspiciada por el propio Ladd, nos encontramos ante un exponente del cine del Oeste en el que no solo están presentes las características que hicieron valer la personalidad del aún demasiado olvidado Daves, sino que incluso prolonga esa querencia de la mucho más conocida BROKEN ARROW (Flecha rota, 1950), de la que tengo un recuerdo muy lejano, y que pese a esa lejanía, he de decir que no me parece en absoluto inferior en interés a dicho precedente.
Nos encontramos ya años después de la Guerra de Secesión, cuando el presidente de los Estados Unidos, Ulysses S. Grant solicita los servicios del curtido vaquero y excombatiente Johnny MacKay (Ladd), especialmente reconocido en su conocimiento de las tribus indias, y que sufrió en el pasado la pérdida de su familia a causa del ataque de una de sus tribus. El mandatario encarga a MacKay la tarea de pacificar el entorno existente entre las fronteras de California y Oregón, en donde las tribus indias -en este caso concreto los Modoc- se han saltado los márgenes de la reserva donde fueron destinados, no dudando en utilizar la violencia, al ser acaudillados por el joven, impulsivo y hasta megalómano líder indio Capitán Jack (Charles Bronson). Pese al escepticismo del que hace gala el enviado, este viajará hasta el señalado entorno custodiando por el camino la caravana que porta a Nancy Meek (Audrey Dalton), vieja amiga, que se dirige hacia un rancho propiedad de sus tíos. Muy pronto aparecerán las víctimas de ataques de los Modoc, ocasionando incluso la cruel muerte de los tíos de Nancy.
Todo ello conformará un convulso caldo de cultivo para los lugareños, entre los que se encontrarán el exaltado Bill Saterwhitte (el gran Robert Keith) o, de manera más oscura, el ambiguo y nada recomendable Blaine Crackel (Elisha Cook Jr.). En medio de esta maraña dramática se introducirán los hijos de un antiguo jefe de los Modoc. Se trata de Manok (Anthony Caruso) y su hermana Toby (Marisa Pavan), en el fondo secretamente enamorada de MacKay desde el momento en que este le salvó la vida y, por ello, dispuesta a darlo todo por él. Por ello, y pese al deseo de Johnny de intentar negociar con Capitan Jack un ámbito para la paz, el ataque de Saterwhitte al indio que en un ataque previo había matado a su mujer, provocará una ofensiva de los Modoc que se saldará con numerosas bajas de los vecinos de la zona. La tensión llegará a una auténtica masacre por parte de los indios, atrincherados en una montaña y causando una considerable cantidad de bajas entre el ejército. Pese a la muy dura situación, el presidente Grant se mostrará decidido a que su idea del establecimiento de la paz sea realidad. Para ello forzará a la negociación con Capitan Jack, pese a las advertencias de Manok y Toby de que iban a sufrir una auténtica encerrona por parte del cada vez más desquiciado líder, en buena medida obligado por sus esbirros, a seguir la senda de la violencia. Pese a dicho aviso, tanto Johnny como el equipo que comanda el general Canby (Warner Anderson), así como el dr. Thomas (Richard Gaines), especialmente ligado por la causa india, acudirán a un encuentro con el líder de los Madoc, en el que se ha pactado incluso estar presente similar número de representantes. Por desgracia, y tal y como anunciaron los indios amigos, aquello se convertirá en otra trágica encerrona en la que el general será asesinado por Jack, Johnny estará a punto de morir, y Toby perderá la vida al defenderlo del ataque sufrido. Todo ello supondrá una peligrosa catarsis que, sin embargo, no dejará de brindar un punto sin retorno, ya que buena parte de los componentes de la tribu irán dejando solo a alguien que, en el fondo, ha antepuesto su personalidad megalómana, antes que seguir al colectivo que encabeza.
Antes lo señalaba. Dos de las grandes virtudes que definen el trazado de BRUM BEAT residen, por un lado, en la demostración de los estilemas narrativos propios de Daves, como podrían ser su utilización de exteriores, o su querencia por una determinada vena melodramática, aunque aún destacaría por encima de ellos el tratamiento de personajes puesto en práctica. En efecto, no conviene olvidar que el cineasta partió de un guion propio, en el que utilizaba la base de unos hechos reales sucedidos en el pasado, y el conocimiento que albergaba de las tribus indias. Todo ello tiene su justa correspondencia en un relato que combina ocasionales arrebatos románticos, con una precisa utilización de paisajes y, sobre todo, una elogiable definición de personajes que, en última instancia, son los que permiten dotar a la película de su definitiva densidad. Es por ello que el relato se encuentra poblado de personajes dominados por su ambivalencia o por la propia evolución de sus caracteres. Curiosamente, dicha circunstancia no se presenta en el personaje encarnado por Alan Ladd, que aparece quizá como receptor del sentir del resto de seres que pueblan la película. Y es algo que podremos contemplar, al analizar los aspectos de megalomanía de ese jefe indio encarnado con fuerza por Charles Bronson, que en todo momento añora parecerse a los jefes del ejército norteamericano -se llega a cambiar su nombre original por uno imitando a dichos mandos, y nunca oculta su pasión por las condecoraciones o incluso vestir esa casaca militar- y que en última instancia quedará engullido por la propia sed de violencia que marcan aquellos indios que le han acompañado en su terrible deriva. Pero esa capacidad de evolución de sus personajes se encontrará presente en el ya mencionado Saterwhitte quien, desde un comprensible racismo inicial al haber matado a su esposa, se irá humanizando de manera progresiva. Y por encima de todo ello, incluso del conflicto que se establecerá en el entorno del presidente Grant, empeñado en lograr la paz con las tribus rebeldes, se establecerá ese melodrama triangular entre Johnny, Nancy y Toby. Y lo cierto que pese a la enrome diferencia de edad existente entre Ladd y las dos jóvenes actrices que encarnan sus pretendientes, y al hecho de que intuyamos desde el primer momento la conclusión de la misma, esta no deja de proporcionar momentos dotados de considerable delicadeza. Precisamente, la primera secuencia confesional de Toby a Johnny, en la que esta le evoca su amor teñido de agradecimiento, aparece como el pasaje más hermoso de la película.
BRUM BEAT se encuentra trufada de notables momentos. Lo hará desde el que inicia el relato, donde se describe de manera extraña el entorno que rodea las dependencias del presidente USA. La rotundidad con la que aparecerá la violencia; la panorámica que describirá el ataque de los indios y el asesinato de los tíos de Nancy. El terrible episodio en el que los Modoc desde una montaña acribillará literalmente un destacamento de oficiales. La tensión que se establecerá tanto en la reunión de Johnny en la guarida de Jack, así como, más adelante, la casi insoportable que se vivirá en ese último encuentro, que culminará con una violenta ofensiva, tal y como antes habían anunciado Manoc y Toby. O quizá, ese picado que mostrará el cadáver de esta última poco antes de arder en medio de una pira funeraria. Todo ello conformará un relato denso, matizado y, en sus mejores instantes, dominado por una notable intensidad dramática.
Calificación: 3
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