Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

RING OF FEAR (1954, James Edward Grant)

RING OF FEAR (1954, James Edward Grant)

Por muy amante del cine clásico que uno pueda ser, y pese al prestigio que como guionista alcanzó James Edward Grant, no se puede considerar RING OF FEAR (1954, James Edward Grant), más que como una de las mayores extravagancias que Hollywood ofreció en la década de los 50 –otro ejemplo podría ser THE STORY OF MANKIND (1957, Irwin Allen)-. No soy precisamente un especial admirador del otro único film que dirigió Grant –ANGEL AND THE BADMAN (1947)- pero es con diferencia preferible a esta estrambótica mezcla de relato de suspense, ecos lejanísimos de cine negro y, sobre todo, una descarada y cargante propaganda del circo de Clyde Beatty –que asimismo encarna en el film su propio personaje-, y que no resulta difícil deducir se puso en marcha para explotar el exitoso filón iniciado con THE GREATEST SHOW ON EARTH (El mayor espectáculo del mundo, 1952. Cecil B. De Mille).


Y es que en esta ocasión, ni la espectacularidad del warnercolor en pantalla ancha, permiten que dejemos de tener la impresión de asistir a un auténtico espectáculo promocional del susodicho circo, en medio del cual se vierte el contenido de un argumento torpe, previsible, ridículo que, por momentos, roza lo inverosímil. Esta sucesión de insensateces, debidas especialmente al esfuerzo no solo por ofrecer verosimilitud a una peripecia no solo débil y sin garra alguna, sino sobre todo por el intento de crear unos personajes que nunca dejan de emerger del puro estereotipo. En este sentido, forzarán esta impresión al introducir presencias tan ridículas como las del escritor Mickey Spillane ¡haciendo de Mickey Spillane! –la forma en la que se presenta en la función, dentro del diálogo con un camarero que confiesa que desde que leyó sus novelas no piensa en otra cosa, son dignas de una comedia surrealista-. Si a ello unimos la presencia de un desafortunadísimo reparto –del que solo cabría salvar la presencia de un Pat O’Brian que hace lo que puede por no perecer engullido por tal cúmulo de despropósitos-, nos dará la medida del descalabro de la función.


Dublín O’Maller (Sean McClory) es un antiguo trabajador de circo, que tras sufrir una vivencia traumática en Iwo Jima, ha pasado varios años en una institución psiquiátrica al ser diagnosticado como psicópata. En un momento dado se escapa de su reclusión, provocando un crimen con un empleado ferroviario, que le permitirá hacer parecer que él mismo ha muerto. O’Maller retornará al prestigioso circo de Clyde Beatty, donde ocupa el trabajo de jefe de pista. En realidad, el trastornado personaje solo desea volver a reencontrarse con Valerie (Marian Carr) su antigua amante, con la cual llegó a ser padre de una niña a la que nunca conoció hasta su retorno. Ella se ha casado con Armand (John Broomfield), formando ambos una conocida pareja de trapecistas. Lo que es cierto que el conjunto del circo sufre una serie de incidencias que harán perder mucho dinero e inquietar a los propietarios, que se verán forzados a solicitar los servicios del novelista Mickey Spillane y otro investigador que se hace pasar por trapecista. O’Maller no dejará de recordar su pasado en el circo –en el que Beatty lo salvó de morir desgarrado por un tigre- y avanzará en su intento de llegar de nuevo hasta Valerie. Evidentemente, eso será imposible, lo que llevará al psicópata a atentar contra la vida de su esposo, y acentuar sus planes de venganza, que llegarán a un fín trágico precisamente por un tigre al que ha dejado en libertad, y que finalmente se encontrará con él dentro del vagón de un tren.


RING OF FEAR es, como antes señalaba, un auténtico cúmulo de despropósitos y lugares comunes, que se envuelven en una película que dedica al menos veinte de sus poco más de noventa minutos de duración a ofrecer una serie de interminables secuencias de exhibiciones circenses, acompañados de vez en cuando por los “oportunos” contraplanos de un público que ríe y aplaude “complacido” los diferentes números exhibidos –por otro lado el nombre del circo aparece en la mayor parte de los planos del film-. Resulta evidente que la génesis del producto responde al entorno promocional del al parecer prestigioso circo protagonista –un tipo de espectáculo por otro lado que nunca me ha interesado lo más mínimo-. Es a partir de esa auténtica necesidad cuando el resto de elementos de la función parecen desprovistos de la más elemental lógica cinematográfica, fundamentalmente a nivel de guión. Más allá de la relativa eficacia de los primeros minutos –especialmente el crimen que comete O’Maller-, los elementos que vamos comprobando no son más que un amasijo de situaciones tópicas, engarzadas sin la menor eficacia. Solo hay que comprobar la manera con la que el huido es recuperado como jefe de pista del circo –Beatty lo ve después de varios años, y casi sin mediar palabra le ofrece el puesto-, las distintas acechanzas de este –al margen de que el actor que lo interpreta resulte lamentable-, lo escasamente creíble del personaje del viejo payaso alcohólico que lo ayuda en sus planes –el diálogo que mantiene este ante de que este lo asesine resulta igualmente ridículo-, lo previsible del conjunto, que simplemente se limita a seguir malamente los senderos surcados con mayor acierto por el citado título de De Mille, son elementos que certifican la mediocridad del conjunto. Algo en lo que quizá cabría destacar un poco la manera elíptica con la que el personaje es eliminado por un tigre, pero que en modo alguno cabe con ello dejar de certificar el desastroso resultado del conjunto de la que quizá sea la peor película jamás distribuida por Batjat, la compañía de John Wayne.


Calificación: 0

0 comentarios