THE SAINT OF FORT WASHINGTON (1992, Tim Hunter) Ángeles sin cielo
En ocasiones un planteamiento más o menos arriesgado, o bien un lanzamiento inadecuado, puede dar al traste con las posibilidades de una película que con el paso del tiempo revela finalmente sus cualidades. Puede ser que fueran esas las circunstancias que mermaron la acogida de THE SAINT OF FORT WASHINGTON (Ángeles sin cielo, 1992. Tim Hunter), pero lo cierto es que a pesar de ser despachada con injusta indiferencia, nos encontramos con una película quizá todo lo imperfecta y desequilibrada que se quiera, aunque por momentos resulte hermosa e incluso conmovedora, atrevida en su planteamiento, que se nota que se realizó con un especial cariño por todos aquellos que formaron parte de su equipo y que, mira por donde, se ofrece como un curioso y cercano precedente de la excelente THE SHAWSHANK REDEMTION (Cadena perpetua, 1994. Frank Darabont). Con el ya casi mítico film protagonizado por Tim Robbins y Morgan Freeman comparte fundamentalmente la presencia de una sincera historia de amistad entre dos personas de diferentes edades, uno blanco y otro negro, integrándose ambos dentro de un contexto de adversidad, desde donde intentarán remontar sus trayectorias vitales en base a una convivencia estrecha y sin mácula. Evidentemente, entre ambos títulos también hay notables divergencias, pero estoy convencido que Darabont tuvo que tener presente el título que nos ocupa a la hora de acometer el que sería uno de los más inesperados y perdurables éxitos del cine norteamericano de la década de los noventa.
THE SAINT… se desarrolla en el contexto de la gran urbe newyorkina, realizando una mirada por ese aspecto que el conjunto de la ciudadanía intentar ignorar mirando hacia otro lado; el de la marginalidad. Allí se producirá el encuentro de Matthew (Matt Dillon), un joven blanco desorientado, introvertido, amable y caracterizado por su mundo interior y desequilibrios mentales, con el veterano Jerry (Danny Glover), hombre casi perdido en la vida, que dejó a su mujer y sus hijas tras un fracaso profesional. Ambos coincidirán en el gigantesco albergue denominado Fort Washington, donde el segundo protegerá a Matthew –el único blanco que se integra en dicho contexto-, de los ataques de algunos jóvenes pertenecientes a bandas de delincuentes. A raíz de este encuentro los dos iniciarán una sincera amistad que les permitirá albergar la esperanza de un renacer en sus vidas, llevandoles a un recorrido vital por ambientes y personas que sobreviven en el mismo submundo ciudadano. Nuestros protagonistas sobrellevarán con entusiasmo su método de subsistencia –ejerciendo como limpiacristales de vehículos-, vivirán experiencias con personas entrañables que les harán comprender que no están solos en esta lucha, y sentirán el espejismo de una esperanza bañada en una amistad realmente honda.
El film de Hunter está basado en un argumento de Lyle Kessler –dramaturgo especializado en el retrato de seres emergentes de conflictos marginales-, de quien se recuerda su gran éxito teatral ORPHANS –posteriormente llevado a la pantalla de la mano de Alan J. Pakula-, y escasamente frecuentado en el cine. Es indudable que el material de base dramático no solo tiene la audacia de describirse en un contexto fílmico poco utilizado –algo que, no obstante, ya había utilizado y seguiría haciéndolo en un marco de mayor agresividad Spike Lee-, sino que lo importante resulta esa mirada tan sincera como compasiva ante dos personajes derrotados, pero que jamás deviene complaciente. El film de Hunter logra un notable equilibrio entre la emotividad del sentimiento de amistad que se introduce entre Matthew y Jerry y la devastadora descripción de un contexto cruel que –aunque en muchos momentos no lo queramos advertir- se cierne sobre las grandes ciudades. Serán estas las dos características primordiales que se extenderán en esta sencilla y en ocasiones conmovedora película, que permitirá hacernos sentir en carne propia esa búsqueda de una segunda oportunidad para dos hombres –uno ya a punto de ser anciano y otro hundido dentro de una aventura vital corta pero que se adivina atormentada-, y que puede ser considerada la realización más afortunada de un realizador muy pronto inclinado a desarrollar su trayectoria en el marco de la televisión. THE SAINT… combina la sordidez y el patetismo con una lejana adscripción a una vertiente mística y esperanzada en el apoyo de los más nobles sentimientos, incluso dentro de un contexto evidentemente adverso. Sus imágenes resultan diestras y precisas en el elemento descriptivo, pero estas nunca se sobreponen en la visión de un contexto urbano degradado, a la fuerza de la andadura vital de sus protagonistas, encarnados de forma espléndida por Danny Glover y un Matt Dillon que ya en su juventud, y pese a contados excesos jamesdeanescos, mostraba las trazas de un actor de raza. Ese realismo poético que lleva a inducir a una cierta ascendencia mística en Matthew, está plasmado de forma emotiva con momentos tan hermosos como ese ralenti –impecablemente utilizado-, que se cierne sobre el rostro del joven cuando simbólicamente es bautizado por Jerry, tras intuir las extrañas cualidades –incluso curativas- que emanan de su bondad.
Es indudable que con un mayor arrojo en la realización, quizá nos podríamos encontrar con un título realmente importante –en ocasiones se sienten como algunas secuencias concluyen de forma demasiado abrupta apelando a elipsis muy bruscas-. Sin embargo, lo logrado no debe ser menospreciado. Hunter logra conjuntar la aportación del operador de fotografía Frederick Elmes, el entonces no tan conocido compositor James Newton Howard, la localización de interiores y exteriores es magnífica, los personajes secundarios en líneas generales están bien perfilados en su tipología en ocasiones pintoresca, jamás hay excesos de índole melodramática y en pocas ocasiones se incurre en esquematismos –quizá solo se incurra en este terreno en la definición del joven delincuente negro que devendrá trágico para Matthew-.
Por el contrario, THE SAINT OF FORT WASHINGTON culmina y perpetúa la relación entre esa pareja de desarraigados con la que hemos compartido su amistad, a través de unos minutos finales realmente conmovedores, en donde la ausencia definitiva de uno de ellos llega a resultar tan dolorosa y física como generadora de esperanza en quien proseguirá su andadura vital en la tierra. Como antes decía, con voz callada y pese a sus pequeñas imperfecciones, el film de Tim Hunter es una rara avis del cine norteamericano de los primeros años noventa, y una película que penetra en el corazón y la sensibilidad del espectador con nobles argumentos.
Calificación: 3
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