DAY OF THE OUTLAW (1959, André De Toth)
El hecho de no haber encontrado hasta la fecha motivos fundados para admitir la presunta “autoría” cinematográfica de André De Toth –lo que jamás me llevaría a afirmar que no fuese un profesional competente-, entre los once títulos de su filmografía que he podido contemplar hasta la fecha, no debería jamás llevarme a dejar de admirar las excelencias de DAY OF THE OUTLAW (1959), que no solo me parece un título apasionante, sino que se erige como uno de los últimos grandes exponentes de un género –el western- que en aquellos años cerraba un ciclo de propuestas dominadas por evolucionar hasta límites extremos sus posibilidades dramáticas y psicológicas, generalmente desarrollados en el ámbito de las producciones de bajo presupuesto. Títulos como FORTY GUNS (1957, Sam Fuller), 3:10 TO YUMA (El tren de las 3’10, 1957. Delmer Daves), la previa TRACK OF THE CAT (1954, William A. Wellman), las realizaciones de Boetticher con Randolph Scott…, son exponentes definitivos de una tendencia que tiene en esta poco reconocida producción de la United Artists un ejemplo más que notable. Así pues, el film de De Toth queda dominado por su severidad, la austeridad el su expresión dramática, y un cierto alcance bíblico en sus propuestas. Y todo ello caracterizado a partir de la personalidad visual dominada por un blanco y negro lúgubre y casi fantasmagórico, que logra familiarizarnos con una atmósfera fatalista y primitiva, caracterizado por una patina sombría que se entronca en el contexto de un puritanismo aparente expresado en la búsqueda de la redención y de esa segunda oportunidad en la vida, aunque quizá ello comporte el sacrificio personal. Al mismo tiempo, el film de uno de los más característicos directores tuertos del cine se erige como una divagación sobre la débil frontera que separa el bien del mal, y la influencia que hay para sobrellevar uno u otro sendero a la hora de asumir las diversas circunstancias que, en ocasiones de forma casual, se plantean como capítulos decisorios en nuestras vidas.
Nos encontramos en el seno de una pequeña localidad del Oeste, caracterizada por estar ubicada en el interior de un valle dominado por la nieve. En su devenir diario se ha venido registrando en ella una paulatina integración de colonos, que previsiblemente ejercerán como detonante de cara a la inserción de la población en el ámbito del progreso. Hasta allí llegará el veterano y arrogante ranchero Blaise Starrett (Robert Ryan), acompañado por su inseparable Dan (Nehemiah Persoff). Irritado por tener que sobrepasar unas alambradas que limitan unas tierras por las que siempre ha discurrido libremente, en realidad Blaise se encuentra resentido por el rechazo amoroso que le brindó en el pasado Helen Crane (Tina Louise), casada con uno de los vecinos más respetados de la pequeña ciudad. Dicho resquemor es el que propiciará en él un innecesario enfrentamiento con los pacíficos vecinos de la misma, que se intuirá terrible. Ni siquiera la súplica de su antigua amante podrá evitar una lucha que se adivina sangrienta y absurda al mismo tiempo. La llegada de una panda de forajidos que huyen de un robo al ejército, será un elemento que permitirá en lo que parecían bandos irreconciliables la unión de sus esfuerzos. Los bandidos se encuentran comandados por el veterano mayor Jack Bruhn (una admirable composición de Burl Ives), adueñándose de la pequeña localidad tras matar a uno de los vecinos que se oponen, al tiempo que desean que su cabecilla logre ser curado de una profunda herida de bala. Este será sometido a una delicada intervención acometida por el veterinario de la población, lo que de alguna manera mitigará sus efectos, aunque poco a poco se revelará como ineficaz en el intento de salvarle la vida. Los bandidos convivirán con sus rehenes, provocando esta interrelación consecuencias sobre todo centradas en la progresiva concienciación que se manifestará en el más joven de todos ellos –Gene (David Nelson)-, quien irá adquiriendo conciencia de su inadaptación al contexto en el que se ha visto integrado, aunque ello no le fuerce en ningún momento a traicionar a sus compañeros. La tensión que paulatinamente se establecerá entre estos y los vecinos –especialmente en su relación con las mujeres del pueblo-, incitarán a Blaise a proponerse como guía de cara a una huída de todos ellos por las montañas nevadas –para evitar ser localizados por las patrullas de confederados que los persiguen-. En realidad, tanto él mismo como el joven David y el veterano y moribundo Bruhn, sabrán que se trata de un viaje a ninguna parte, puesto que conocen la inexistencia de ruta alguna que les permitiera salir de dicho entorno. Sin embargo, ambos se convencerán del alcance de redención personal a que les llevará la adopción de una postura con la que posibilitarán la salvación de los habitantes de la localidad. Un colectivo que quedará sorprendido del cambio de postura del hasta entonces altanero ranchero, especialmente por parte de Helen, su antigua amante, que este comprenderá jamás podrá recuperar. El viaje de los facinerosos se tornará una trampa progresivamente mortal en medio de la fuerza opresiva del paisaje, discurriendo la cabalgada por unos terrenos cada vez más invadidos por la nieve, y erigiéndose como una extraña sensación de galopar lenta y pesadamente por medio de blancas arenas movedizas…
DAY OF… podría erigirse como un exorcismo de determinadas constantes existentes dentro del cine del Oeste, planteándose dentro de este género dicha configuración, tan semejante por otra parte como lo que podría suceder con MEN IN WAR (La colina de los diablos de acero, 1957. Anthony Mann) dentro del cine bélico. Curiosamente, o quizá no tanto, ambos títulos están rodados para el mismo estudio, cuentan entre su cuadro técnico la presencia como guionista de Philiph Yordan –aunque en ambos ejemplos hayan discusiones sobre quien fue realmente el artífice de la base argumental cinematográfica-, y su aspecto visual en blanco y negro ofrece bastantes concomitancias. Quien haya logrado apreciar la rotundidad del discurso emanado por la que para mi sigue siendo la obra cumbre del género bélico y de la propia filmografía de Mann, tiene por fuerza que encontrar aspectos similares. Pero lo cierto, incluso teniendo en cuenta esta circunstancia, es que DAY OF… destaca por el carácter casi de primitivismo mormónico y ritual funerario que destilan sus imágenes. La modélica utilización dramática de la profundidad de campo en interiores, la ubicación de los actores dentro del encuadre, la fuerza de sus primeros planos –que adquieren en ocasiones matices casi expresionistas potenciados por la caracterización de todos ellos-, la utilización dramática con elementos de decorado que se intercalan entre la cámara y los actores, o el indudable peso reflexivo que alcanza la utilización de espejos –reflejando contradicciones y ecos del pasado de algunos de los personajes-, son elementos que contribuyen a definir la extraña personalidad de esta película. A partir de la combinación de todos estos factores se logra plantear un relato duro, áspero, sombrío, en el que el aroma mortuorio casi se puede palpar, y en donde el conjunto de sus personajes –incluso aquellos que forman las fuerzas vivas de la localidad violentada-, se exponen como auténticas fantasmagorías humanas. Es evidente que para el logro de esa atmósfera tristemente telúrica, resulta casi fundamental la aportación de la labor del operador de fotografía Russell Harlan, quien logra plasmar un lívido blanco y negro, así como el extraño tono de la banda sonora de Alexander Courage.
Todos estos elementos son combinados con verdadera inspiración por un De Toth consciente de elaborar un western de cámara, en el que podrían detectarse no pocas referencias sobre el ya citado y magnífico TRACK OF THE CAT, y que se despliega con la serenidad irremediable de un ritual funerario del que, finalmente, solo emergerán con vida los dos personas que han logrado sufrir la ascesis en su comportamiento, redimiéndose de una elección vital marcada por el mal. Ese rasgo de parábola bíblica se dosifica con contundencia y al mismo tiempo sutileza en el metraje de un título que cuenta con algunas set-piéces realmente memorables. Una de ellos sería la tensa, casi angustiosa secuencia en la que se realiza la operación a Bruhn –definida a partir de insostenibles primeros planos sobre el veterano bandido totalmente sobrecogido-, aunque cierto es que serán los veinte minutos finales de la película los que realmente redondeen el conjunto con un fragmento de extraordinaria fuerza dramática. Ese discurrir cansado de los bandidos guiados por Balise, se ofrece como un auténtico ritual de muerte, que irá configurándose al aflorar ante el temporal las tensiones y ruindades de todos ellos, y de donde en un momento dado David logrará salvarse, aunque en un principio los bandidos los alejen de su entorno con la intención de dejarlo morir. Finalmente, quedará Blaise –quien huye entre la tormenta-, restando solo dos de los bandidos. Uno de ellos amanecerá muerto y congelado –una imagen irrepetible-, mientras que el segundo no podrá luchar contra este al tener los dedos totalmente congelados, cayendo cadáver presa del frío. Una grúa liberadora expresará esa oportunidad de redención de dos personas que han encontrado en sus existencias, la posibilidad de sobrellevar una dignificación y realización personal. Un cierre en modo alguno moralizante y discursivo, que permite culminar uno de los últimos y más extraños exponentes del western norteamericano, condenado aún en nuestros días a un olvido totalmente inmerecido.
Calificación: 4
1 comentario
santi -
esta es su mejor pelicula , puesto que por fin da la impresion que estamos ante un film de verdad , obviando todo lo demas , interpretaciones , puesta en escena etc que son mas que estimables
no soy un fan de de toth como tampoco de boetticher , encuentro que son directores de segunda fila , pero tampoco negare que en un momento pueden llegar a entretener sus peliculas , pero sin pasarse .
me gustaria tambien recordar a robert ryan un actor excelente que esta bien en todas las pelis que trabajo.