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CINEMA DE PERRA GORDA

BIG HOUSE U.S.A. (1955, Howard W. Koch) Justicia al acecho

BIG HOUSE U.S.A. (1955, Howard W. Koch) Justicia al acecho

Puede resultar incluso terapéutico para todos aquellos que tenemos el cine norteamericano clásico entre nuestras mayores preferencias, comprobar que no todo lo que surgió en su seno fueron títulos de primera fila –o simplemente buenas películas- ni realizadores dotados con el mágico instinto del talento para llevar sus historias a la pantalla. Incluso cuando en apariencia se partía con elementos de base atractivos y un equipo competente, en muchas ocasiones podía destilarse un resultado mediocre u olvidable. Ese es, bajo mi punto de vista, el ejemplo perfecto que nos puede proporcionar BIG HOUSE U.S.A. (Justicia al acecho, 1955. Howard W. Koch), en la referencia inevitable que nos llega inevitablemente al comparar sus características, si las contraponemos con célebres títulos firmados por Raoul Walsh, como HIGH SIERRA (El último refugio, 1941) o WHITE HEAT (Al rojo vivo, 1949). Indudablemente, nos encontramos ante títulos realizados en distintas épocas y coyunturas, y la extrapolación puede resultar cualquier cosa menos oportuna. Pero no es menos cierto que la proyección del imaginario del espectador puede tener en los magníficos referentes firmados por Walsh –o incluso en realizadores más irregulares como Jules Dassin, a través de títulos producidos bajo la égida del inolvidable Mark Hellinger-, se formula al contemplar esta película, mezcla de moralista relato criminal y puntual inclinación en el cine carcelario. En ella su primer rasgo se aboca hacia una propuesta decididamente reaccionaria, mientras que en la segunda de las vertientes, y aún alcanzando algún momento de cierta eficacia, muestra finalmente el desaprovechamiento de sus posibilidades, afianzando un conjunto definido por su grisura y escasísimos atractivos.

 

Basado en un caso real, BIG HOUSE U.S.A. se inicia con el pacífico secuestro del pequeño Danny, hijo de un poderoso hombre de negocios de una localidad de Colorado. Huido de una enfermera que posteriormente veremos está implicada en la acción criminal, será retenido en una vieja cabaña por el astuto Aceman (Ralph Meeker). Este logrará un rescate de 200.000 dólares pero no evitará que, de forma casual, el pequeño muera accidentalmente al intentar huir de su inusual cautiverio. Aceman logrará ser retenido, pero al haberse desembarazado del cadáver solo será encausado por extorsión, ingresando en una prisión donde convivirá con un grupo de peligrosos reclusos con los que, contra su deseo, tendrá que poner en practica un plan de huída, ya que estos desean hacerse con el botín que mantiene escondido. La acción del F.B.I. logrará finalmente acorralar a parte de los huidos –otros han sido eliminados entre sí mismos-, resolviendo el caso y condenando a los delincuentes.

 

A tenor de lo relatado, no puede decirse que el conjunto destaque por su originalidad, pero si por algo puede definirse es por la mediocridad de su conjunto. Mediocridad que se manifiesta en la inadecuación de los dos puntos de vista que alternan el relato –el definido en la acción de los delincuentes que, intermitentemente, alcanza un cierto atractivo, contrapuesto a la antipática crónica policial, aderezada además por una molesta voz en off-, y que desaprovecha los dos elementos más atractivos de su conjunto. Por un lado la fisicidad que se establece en las secuencias desarrolladas en los exteriores montañosos en donde se escenifica el secuestro del niño y concluirá el relato, mientras que de otro cabe destacar el extraño carisma que proporciona la presencia de un Ralph Meeker apenas un par de años después de KISS ME DEADLY (El beso mortal, 1955. Robert Aldrich), al cual el cine no le proporcionó la repercusión debida a su personalidad, y que ya en años precedentes había interpretado a villanos de similar ambivalencia al título que nos ocupa –pienso por ejemplo en JEOPARDY (Astucia de mujer, 1953. John Sturges)-. Meeker tendrá como compañeros a eficaces secundarios –entre los que cabe destacar a un joven Charles Bronson y un ya anciano Lon Chaney Jr-. Ambos ejercerán como compañeros de celda en un fragmento que –antes lo señalaba-, alcanza cierta eficacia física pero, bajo mi punto de vista, jamás llega a alcanzar la fuerza que sus ingredientes le permitían, demostrando la escasa garra que su realizador, Howard W. Koch –de posterior andadura televisiva-, imprimió a un relato que al menos se prestaba para un conjunto eficaz. Y es que en todo momento podemos comprobar que incluso en las secuencias desarrolladas en la penitenciaría o en la huída de los conflictivos presos, ninguna de sus secuencias alcanza la temperatura que inicialmente se pretende, quedado las mismas en un conjunto anodino y sin garra. Ni la eficacia de su fotografía en blanco y negro, ni cierta fuerza de sus instantes finales de acoso de la policía a los fugados –en la montaña donde pretenden alcanzar el botín enterrado por Iceman-, pueden ser compensados por la sensación de vergüenza ajena mostrada por la ejemplarizante y reaccionaria voz en off final, apologética de la labor de las fuerzas del orden, y que además deja un interrogante en el aire ¿Cómo puede ser condenado un presunto secuestrador, cuando no se encuentra el cadáver del niño, que además la película nos muestra ha muerto de manera accidental? No importa, las conciencias han quedado rechinantemente tranquilas.

 

Calificación: 1

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