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CINEMA DE PERRA GORDA

HAROLD AND MAUDE (1971, Hal Ashby) Harold y Maude

HAROLD AND MAUDE (1971, Hal Ashby) Harold y Maude

Al contemplar HAROLD AND MAUDE (Harold y Maude, 1971. Hal Ashby), uno en primer lugar parece remontarse a décadas atrás, recordando una película que tanta atmósfera eighties manifiesta. Se trata de un look visual que logró adueñarse de buena parte del cine norteamericano de la primera mitad de los setenta, y que se manifestaba con un aspecto muy reconocible, en títulos que podrían discurrir entre la irritante mediocridad de THE GRADUATE (El graduado, 1967. Mike Nichols), hasta las excelencias manifestadas en SLAUGHTERHOUSE- FIVE (Matadero cinco, 1972. George Roy Hill). Con estos y otros títulos compartían un alcance satírico y disolvente sobre las más arraigadas y represivas instituciones nacionales, mientras que en sus relatos en no pocas ocasiones tomarían partido por esa nueva manera de mirar la vida que proporcionaban los grupos pacifistas y el movimiento hippy. En este sentido, hay que señalar que el título que nos ocupa se inserta de lleno en esa tendencia, al tiempo que hay que reconocer que el paso de los años ha convertido esta película de Ashby en un absoluto objeto de culto. Mi intuición me señalaba a este respecto, que dicha veneración en ningún momento iba a afectarme. Sin embargo, y sin apreciar en él un producto redondo, he de reconocer que, aún reconociendo sus limitaciones y aquellos elementos que quizá hayan envejecido dentro del conjunto del relato, HAROLD… sigue manteniendo una notable vigencia en su alcance como iconoclasta sátira sobre todos aquellos elementos basados en el consumismo, la familia y las instituciones, que permiten que el ser humano no pueda vivir con absoluta libertad. Pero sobre todo lo mantiene en su condición de comedia negra, planteando un romance imposible entre un extraño y multimillonario joven –Harold (Bud Cort)- dominado por su obsesión con la muerte, y una anciana libertaria y lúdica, a punto de cumplir sus ochenta años de edad. Mientras tanto, Harold asiste, forzado por su madre, a sesiones psiquiátricas y recibe a muchachas que esta le ha buscado por ordenador, que el protagonista espantará con su proverbial afición a los juegos y gestos macabros. Hasta tal punto llegará esa práctica, que incluso será llevado con su tío para ingresar en el ejército. De todos modos, nada de ello hará mella en el extraño joven. Tan solo la complicidad que mantiene con la anciana y vitalista Maude le llevará a un terreno de fascinación, que muy pronto se convertirá en amor, y el deseo de este de casarse con ella. Pese al cariño que esta inusual pareja manifiesta entre sí, la intención de Harold no se llevará a la práctica, ya que en el ochenta cumpleaños de la anciana, esta decide poner fin a su vida de forma consciente y lúcida. Pese a los esfuerzos del joven, no podrá evitar que esta cumpla su deseo. Sin embargo, quizá con ello Maude haya logrado hacer descubrir en su inusual compañero el verdadero valor de la existencia.

 

Realizando una mirada retrospectiva en torno a la filmografía de su realizador, creo que resulta bastante pertinente señalar que además de su menguado interés visual, esta se sostiene en la astucia de la incorporación de argumentos y guiones de relativa originalidad, en función de los cuales el interés del producto quedara más o menos disimulado a través de la pretendida audacia de su planteamiento, brindando al hoy olvidado realizador un prestigio a todas luces desmesurado. Es algo que sucedió con SHAMPOO (1975), BEING THERE (Bienvenido, Mr. Chance, 1979) y también en este caso. El paso del tiempo creo que ha diluido ese rasgo –indudablemente efímero y engañoso-, dejando a las claras el verdadero alcance de sus películas. En este sentido, he de señalar que aún reconociendo el limitado alcance de estas, no se puede negar que siguen manteniendo una relativa eficacia. Eficacia que en esta ocasión debe bastante al guión de ese posterior y mediano realizador de comedias que fue Colin Higgins, quien sabe brindar a HAROLD AND MAUDE buena parte de su atractivo, ofreciendo un relato que entremezcla humor negro y extraño romanticismo, permitiendo a Ashby trasladarlo a la pantalla con su acostumbrada asepsia visual, pero de alguna manera sabiendo extraer de dicha base los suficientes elementos de interés para permitir que su conjunto resulte moderadamente atractivo. Es así como abundarán los planos fijos –prácticamente su único tour de force estriba en el largo y equívoco plano secuencia de los títulos de crédito, en donde se presenta al personaje de Harold y sus excentricidades macabras-, la importancia de un montaje, el uso de teleobjetivos, o la incorporación de canciones en el relato –en esta ocasión compuestas y cantadas por Cat Stevens-. Nada de ello en sí mismo invita a demasiado entusiasmo, pero bien es cierto que según avanza la película –que además tiene una duración bastante ajustada-, el espectador va logrando sintonizar con el inicialmente antipático protagonista en la interacción que logra con la extravagante anciana, a la que Ruth Gordon proporciona una gran humanidad. Si a ese progresivo componente de extraño romanticismo, unimos lo hilarante y absurdo de alguna de las situaciones –la secuencia de la tercera de las “candidatas” a novia del protagonista, que se accidenta con un puñal al creer que es falso; el episodio de la pareja con un policía motorizado-, tendremos el conjunto de un film todo lo datado que se quiera, pero finalmente atractivo, que curiosamente profundiza muy poco en esa vertiente macabra que ofrece y que, por otra parte, está muy lejos de siquiera igualar lo alcanzado por Tony Richardson con THE LOVED ONE (Los seres queridos, 1965) –título en el que participó como montador-, que sin duda tuvo muy presente Ashby a la hora de realizar esta película.

 

Calificación: 2’5

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