THE BOYS NEXT DOOR (1985, Penelope Spheeris) Los chicos de al lado
Con modestia y no pocas limitaciones, pero también con notable sentido de la progresión y una ocasional contundencia en el alcance de su mirada sobre el atractivo y el absurdo del mal, es evidente que THE BOYS NEXT DOOR (Los chicos de al lado, 1985. Penelope Spheeris) debe de ser tenida en cuenta. Debería ser reconocida a la hora de ofrecerse como un pequeño eslabón en esa galería de relatos que abordan ese lado oscuro planteado por el influjo y el absurdo atractivo del mal, dentro del contexto de una sociedad norteamericana caracterizada en la bonanza de su progreso y bienestar. Unas propuestas que albergan títulos tan inicialmente heterogéneos como THE SNIPER (1952, Edward Dmytryk), WHILE THE CITY SLEEPS (Mientras Nueva York duerme, 1955. Fritz Lang), HENRY: PORTRAIT OF A SERIAL KILLER (Henry, retrato de un asesino, 1986. John McNaughton) o incluso la más cercana ZODIAC (2007, David Fincher). Se trata de mostrar bases dramáticas que permitieran aflorar esas grietas generalmente ocultas en la cotidianeidad de la vida norteamericana. Grietas en realidad ostentosas, difícilmente disimulables, que con una leve incidencia se mostrarían con toda su trágica y absurda carga de maldad.
Es algo que expresarán con inicial sencillez dos jóvenes estudiantes amigos; Roy Alston (Maxwell Caulfied) y Bo Richards (Charlie Sheen). Roy es un muchacho con madera de líder, pero al mismo tiempo incapaz de controlar esos ramalazos violentos que, como él mismo confesará a su amigo, atraviesan constantemente su estómago. Por su parte, Bo es más pasivo, aunque poco a poco se deje llevar por la personalidad que emana de su mejor amigo. Tras culminar ambos sus estudios y antes de ocupar sus trabajos respetivos –poco estimulantes para ellos-, deciden viajar hasta Los Angeles para pasar un fin de semana. Una vez en dicha ciudad, el irrefrenable alcance violento de Roy le motivará a iniciar una senda de violencia y muerte en la que su amigo le ayudará, aunque distanciándose progresivamente del este. Será un recorrido en el que un operario de gasolinera iraní reciba una brutal paliza, en el que se asesine a un sofisticado homosexual que había invitado a ambos a su apartamento –y llegados a este punto, no se puede dejar de comentar la percepción existente en torno al personaje de Roy, en el que se detecta una pulsión homosexual reprimida-, poco después matará a una mujer de mediana edad que mantenía un encuentro sexual con su amigo y, finalmente, también acabará con una pareja de novios que se encontraban en un coche descapotable. Todo un reguero de sangre vertida sin justificación alguna, es el panorama que plantea la realizadora mostrando las fisuras de una sociedad como la norteamericana. Es en este sentido donde el film de la Spheeris inserta nada solapadas alusiones, dejando en el aire elementos y situaciones que quizá en su influencia, pueden ejercer como auténtico caldo de cultivo para que seres como nuestros protagonistas, prácticamente de la noche a la mañana se integren dentro de la malsana, inquietante y, quizá por ello, atractiva inmersión en el entorno del crimen.
Una vertiente en la que la directora no duda en apelar a la conciencia de la alienación, del desamparo familiar –ese padre de Roy ensimismado contemplando catatónicamente la televisión-, e incidiendo de forma muy libre en la presencia de esa amoralidad que aparece en el seno de un contexto incluso dominado por la administración de la educación. En este sentido, THE BOYS… obedece como un nada desdeñable precedente de propuestas tan efectistas y cuestionables como las propiciadas por Larry Clark, o valiosas como las de Gus Van Sant. Dentro de esta vertiente, quizá el film de la Spheeris –de la que nunca más se supo- no resulta tan ambicioso, lo que en modo alguno debe llevarnos a pensar en una rémora a la hora de apreciar sus cualidades –me resulta mucho más efectiva esta película que lo que haya podido ver del mencionado Clark-. La creciente progresión del relato –que en sus primeros minutos resulta excesivamente neutro, tras unos impactantes títulos de crédito que muestran las imágenes de célebres asesinos- va dosificando la presencia casi inconsciente de la violencia en el comportamiento de estos dos jóvenes de atractiva presencia, que poco a poco van dejando un auténtico reguero de muerte y destrucción en su recorrido de apenas un día en Los Angeles. Los matices que va proporcionando esa crónica de horror –especialmente interesante resultan las connotaciones que revelan los asesinatos del gay y la vidente de mediana edad, reveladoras de la latente homosexualidad de Roy-, se encuentran muy bien insertados en una narración a la que se puede objetar una cierta ascendencia televisiva muy eighties, pero a la que tampoco se le puede negar su capacidad de mostrar la terrible faz de los crímenes cometidos, sin tener con ello que incidir en una delectación de los mismos.
La influencia de los medios de comunicación –esa aterradora imagen que se proyecta en la pantalla televisiva de los dos asesinatos de la pareja de novios-, la sensación de violencia contenida que se expande en la magnitud de la noche urbana, la apariencia de normalidad en la que se encubre lo más cuestionable de la condición humana, son elementos manejados en un título modesto de factura, ambicioso en intenciones y estimable en resultados, en el que cabe destacar la acertada dirección y elección de los intérpretes protagonistas, así como un pathos final dentro de un centro comercial, en el que la fuerza de la amistad de Bo hacia Roy llevará finalmente al necesario sacrificio de ese sincero amigo, dominado por un afán autodestructivo inserto como elemento predominante de su personalidad. Puede que no nos encontremos con nada nuevo bajo el sol, pero es bien evidente que lo que plantea THE BOY NEXT DOOR en modo alguno ha perdido –antes al contrario- un ápice de actualidad, estando además ofrecido con el suficiente interés cinematográfico.
Calificación: 2’5
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