Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

PHFFFT! (1954, Mark Robson)

PHFFFT! (1954, Mark Robson)

Desde hace bastantes años ha estado en mi mano la posibilidad de contemplar PHFFFT! (1954, Mark Robson), que además me permitiría acercarme a uno de los títulos casi precursores de las nuevas corrientes de comedia conyugal que iban a implantarse en el seno del cine norteamericano a partir de la segunda mitad de los cincuenta. Es más, en sus imágenes se encuentra la presencia de tres figuras definitorias para el género, como son Jack Lemmon, Judy Holliday y Kim Novak. Pero personalmente el mayor atractivo para visionar esta comedia, provenía de la presencia como guionista de George Axelrod –este sí- una personalidad fundamental para entender los progresos y el alcance crítico que este tipo de cine iba a tener en la futura evolución de la comedia norteamericana.

 

Pese a esos alentadores créditos, siempre tuve un cierto recelo a visionar esta producción de la Columbia, en la medida que sus pocas referencias se planteaban poco halagüeñas, empezando por la valoración que sobre su resultado formuló el propio Axelrod, demoledoramente negativa. Cierto es que Axelrod por lo general no se mostró excesivamente proclive a valorar positivamente los resultados cinematográficos emanados de sus obras teatrales o guiones que elaboraba. Quizá ese propio alcance crítico de su producción, no pudo mantenerse de manera ajena a sus propias consideraciones. En cualquier caso, había que decidirse a contemplar PHFFFT!, y he de reconocer que la misma me ha parecido un título menor, sin duda bastante limitado por el moralismo que plantea de un divorcio que finalmente será derogado, volviendo el matrimonio protagonista a vivir dicha condición. Sin embargo, este condicionamiento de alcance más o menos conservador no me ha impedido encontrar su resultado como una muy agradable comedia, reveladora de esa apuesta por el género que la Columbia ya había iniciado, y muy poco tiempo después permitirían las reiteradas apuestas por parte de nombres como Richard Quine.

 

Robert (Jack Lemmon) y Nina Tracey (Judy Holliday) son un matrimonio acomodado y, al mismo tiempo, acusan en su vida cotidiana la rutina inherente a cualquier relación de pareja –la manera con la que se muestra dicha rutina; el, leyendo una mediocre novela policiaca, ella; haciendo lo propio con una revista de modas, es reveladora al respecto-. En un momento determinado –ideeado con especial y divertido interés por la esposa- se plantean el divorcio, que muy pronto afrontan ambos, desarrollándose una hilarante secuencia en Reno, ciudad en la que estos procesos son observados incluso con cierto romanticismo. A partir de la consolidación de tal separación, la película mostrará una sucesión de situaciones, unas más divertidas, otras menos logradas, revestidas de un alcance ciertamente conservador, en la medida que dirige el sendero final del relato en la búsqueda de la reconciliación final de la pareja. Es probable a este respecto, concluir que dicho planteamiento pueda resultar decepcionante, al ser planteado por alguien como Axelrod, fustigador sin piedad de todos aquellos elementos que conformaron la llegada del consumismo al contexto del American Way of Life. Sin embargo, y aún a pesar de esa circunstancia más o menos previsible –mostrada por otra parte sin especial alcance moralizador-, no es menos cierto reconocer que el recorrido de situaciones que muestra la película, permite una mirada disolvente sobre no pocos de los rasgos que forjaron esa sociedad hipócrita, consumista y llena de prejuicios. Un alcance crítico que, personalmente, me recordó mucho del mundo expresado por Axelrod en diversas de sus comedias posteriores. En este sentido, PHFFFT! podría quedar  definida en algunos de sus elementos como un precedente del guión que confeccionó –y produjo- junto a Richard Quine, en HOW TO MURDER YOUR WIFE (Como matar a la propia esposa, 1965. Richard Quine) –que por cierto tenía igualmente un alcance reconciliador como conclusión a su atrevida propuesta-. La diferencia, se centraba, esencialmente, en la mayor permisividad existente en 1965 sobre una década antes y, sobre todo, contar en este segundo caso con un inspirado Richard Quine, que se hecha constantemente de menos en el trabajo de realización ofrecido por Mark Robson. No quiere esto decir que Robson ofreciera una tarea desdeñable, ya que se muestra esencialmente diestro a la hora de configurar el ritmo de sus secuencias, en las que apenas se muestra un ápice de teatralidad -¡Que diferencia con otra muestra del género, esta bastante olvidable, filmada por el propio Robson en 1957 THE LITTLE HUT (La cabaña, 1957)!-. Muy poco tiempo después sería Quine quien en el seno de la Columbia lograría introducir un nuevo concepto de comedia cinematográfica, más agudo y también más melancólico y elegante. De tal forma, el título que nos ocupa podría erigirse como un tímido puente en la aportación al género del estudio, ligado a experiencias más o menos coetáneas firmadas por Mitchell Leisen o George Cukor, y antes de la llegada y consolidación de la aportación de Quine. Y es más, la plasmación de ese mundo temático y crítico sería inherente no solo al universo literario y crítico de Axelrod, sino también al conjunto de la comedia de pareja que se extendería por el cine USA en la década de los sesenta. El film de Robson puede avanzarnos exponentes como GUIDE FOR A MARRIED MAN (Guía para el hombre casado, 1967. Gene Kelly), GOODBYE CHARLIE (Adios, Charlie, 1964. Vincente Minnelli) y tantos otros. La situación que se plantea entre Lemmon y la buscona Kim Novak sobre un piel de tigre nos remite con claridad a la muy posterior THE PINK PANTHER (La pantera rosa, 1963. Blake Edwards), e incluso uno puede ver en el personaje del amigo de Lemmon que encarna Jack Carson, un precedente de cualquiera de los avispados secundarios que pocos años después encarnaría Walter Matthaw, o incluso esa estatua que se encuentra como señal en el apartamento de este para anunciar la posible “ocupación” del recinto en conquistas amorosas, tiene bastante de preludio de la situación mostrada –con mucha mayor fuerza- en THE APARTMENT (El apartamento, 1960. Billy Wilder).

 

Al sacar a colación todos estos elementos, es cuando de manera inevitable la agradable y finalmente inofensiva peripecia cómica del título que nos ocupa, sirve para mostrarnos como los nuevos modos de comedia que a punto estaban de adueñarse del cine norteamericano de la mano de Wilder, Quine, Edwards, Minnelli, Donen, Tashlin y posteriormente Lewis, en realidad poseían una mayor conexión que la que aparentaban los divergentes rumbos de las trayectorias de todos ellos. No olvidemos que muy poco después de esta película, Axelrod –una de las figuras esenciales de esos nuevos modos para el género-, se embarcaba junto a Wilder en la adaptación de su propia comedia THE SEVEN YEAR ITCH (La tentación vive arriba, 1955. Billy Wilder).

 

Todo un cúmulo de situaciones y referencias que no impiden valorar el agradable tono general de la película, que permite un brillante duelo cómico entre Lemmon –impagable en sus secuencias con bigote- y especialmente una madura y fabulosa Judy Holliday. Destaquemos finalmente algunas de sus situaciones más divertidas, que van del fugaz gag que muestra la expulsión del esposo de una academia de pintura –el maestro observa que se muestra absolutamente negado para plasmar una figura femenina, sin conocer el trauma interno que está viviendo con su separación, hasta el dilatado y rítmico combate entre los dos ex esposos bailando un mambo, pasando por la hilarante situación mantenida por Nina con un profesor de francés, la progresiva desinhibición de esta cuando toma un par de wermouths en un restaurante delante de su ya ex esposo, provocando la carcajada del resto de comensales, los gags que proporciona la alfombra en la escalera de casa de esta, o la descripción que ofrece el personaje de una Kim Novak a la que realmente le faltaba el mimo ante la cámara que muy poco después empezaría a brindarle el mencionado Richard Quine. Si más no, todos estos elementos, contribuyen a consolidar un producto que no pasará a las antologías, pero que mantiene un tono agradable y crítico, al margen de suponer un pequeño precedente de una tendencia que poco tiempo después inundaría, con mayor pertinencia y acierto cinematográfico y argumental, las pantallas norteamericanas.

 

Calificación: 2’5

0 comentarios