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CINEMA DE PERRA GORDA

THE BODYGUARD (1992, Mick Jackson) El guardaespaldas

THE BODYGUARD (1992, Mick Jackson) El guardaespaldas

No llego a recordar el momento en que se inició mi aversión hacia Whitney Houston. Siempre me molestó en ella su representación como cantante “pluscoamperfecta” en la que se ausentaba la verdadera raza de las auténticas figuras. Es más, al pensar en ella, no puedo dejar de recordar la secuencia más brillante, demoledora y, al propio tiempo, divertida de la apreciable AMERICAN PSYCHO (2000, Mary Harron) en la que un entregado Christian Bale expresa a dos alucinadas jóvenes con las que estaba desarrollando una orgía en su lujoso apartamento, las excelencias que este elegante psicópata veía en la conocida cantante. Son ambos, elementos que de alguna manera me llevan a pensar como las personas cambiamos en nuestros gustos con el paso del tiempo. No lo digo en la medida que ahora vea a la citada Houston como una cima del arte, pero sí basándome en la realidad de contemplar con relativo agrado, una película protagonizada por ella que en su momento fue casi unánimemente destrozada por la crítica, logrando por contra un enorme éxito de taquilla.

 

Cerca de dos décadas después de aquella circunstancia, y reconociendo la progresiva degradación que el cine comercial ha adquirido en los últimos años, lo cierto es que contemplar THE BODYGUARD (El guardaespaldas, 1992. Mick Jackson) me ha supuesto una relativa sorpresa. No se extrañen. No veo en ella ninguna obra maestra, ni siquiera un film conseguido, pero sí podría definir esta astuta y efectiva apuesta personal de Kevin Costner –verdadero artífice del proyecto-, como una efectiva demostración de ese “cine de palomitas” que tanto derecho ha tenido en manifestarse a lo largo de toda la historia del denominado séptimo arte. Cierto es que en muchas ocasiones esas pretensiones de entretenimiento comercial estuvieron unidas al hecho de encontrar en ellas inquietudes artísticas suplementarias, pero no es menos claro que demasiadas veces este eje ha brindado resultados lamentables. Dentro de esa tesitura, lo cierto es que el film del eternamente irrelevante Jackson permanece en nuestros días como un título en el que se marca una formula de probada eficacia, insertando la presencia de un romance a contracorriente, basado en la oposición de caracteres presentada por su pareja protagonista, y teniendo además la astucia de introducir en la trama la presencia de una estrella, que al tiempo de permitir las facultades de la Houston, brindara al espectador exteriorizar esa faceta vouyeurística que les acerca a contextos lujosos o a la propia interioridad de eventos como la gala de los Oscars –por cierto, uno de los fragmentos más endebles y menos creíbles de la película-.

 

Todo un cúmulo de elementos, que el ya señalado Costner intuyó a la hora de acoger el lejano guión que bastantes años antes había escrito el entonces novel Lawrence Kasdan –una de las figuras que en su momento contribuyeron en convertir al autor de DANCES WITH WOLVES (Bailando con lobos, 1990. Kevin Costner) en una estrella-, articulando los elementos que permitió la elaboración de la película. Desde la opción de Jackson como realizador y yes men de sus órdenes, hasta la elección de la cantante como su partenaire. Nada hay de malo en el hecho de encontrarnos ante un producto generado por su propia estrella, y es algo que habitualmente podemos encontrar con intérpretes y/o estrellas de mucha menor entidad cinematográfica, aunque hoy día puedan estar en un grado de popularidad superior –pienso en figuras tan melifluas y de talento tan limitado como Leonardo DiCaprio o Matt Damon-. Lo cierto es que Costner optó por un camino sin duda más convencional que las pretendidas “audacias” cometidas por ejemplo por DiCaprio en sus casi vergonzantes alegatos de denuncia –que van de BLOOD DIAMOND (Diamantes de sangre, 2006. Edward Zwick) hasta BODY OF LIES (Red de mentiras, 2008. Ridley Scott)-, contemplando con la perspectiva del paso del tiempo esa cierta tendencia entrañable y demodé que el intérprete perfiló en su trayectoria en Hollywood. Una inclinación que siempre le definió como una estrella a la antigua usanza, interpretando personajes que podrían haber sido entresacados décadas antes de los títulos más representativos de realizadores como Frank Capra o Howard Hawks, o interpretados por Gary Cooper o Montgomery Clift. Podría parecer, a este respecto, un modo de entender su propia personalidad quizá algo anticuado y probablemente por ello, y por la errónea elección de algunos proyectos, su carrera ha ido discurriendo por derroteros en cierto modo decepcionantes, aunque estoy convencido que el futuro aún nos proporcione más de una sorpresa que permita, de una vez por todas, valorar la personalidad de un intérprete de considerable carisma y presencia en pantalla, y un director que desde el primer momento se erigió como continuador de ese cine clásico en el que quizá se sintió especialmente a gusto. Prueba de ello lo ofrece el argumento de THE BODYGUARD, centrado en la llamada del prestigioso guardaespaldas Frank Farmer (Costner), que será reclamado por parte del círculo que rodea a la famosa estrella de la canción y ocasional actriz Rachel Marron (Houston). Farmer se encuentra presente con la intención de proteger a la conocida figura, aunque el carácter de esta se erija desde el primer momento como un auténtico impedimento de cara a compartir una relación de estrella y guardaespaldas enmarcada dentro de un contexto de normalidad.

 

Ni que decir tiene, que el film de Jackson no se inclina demasiado en el aparato de la intriga. Apenas se apuesta por la veta del suspense en momento contados y, justo es reconocerlo, cuando esta se utiliza, se integra reforzando y contrastando el auténtico tema central de la película; la posibilidad de convivencia entre dos mundos diametralmente opuestos. A partir de esta premisa, la película funciona de manera muy especial con la apuesta por el detalle –algo que se manifestará ya en los primeros instantes, cuando Farmer renuncia a proseguir su trabajo con un hombre de mediana edad al que habría salvado de una muerte segura, situación esta que describe la interesante secuencia de apertura, y que nos permitirá descubrir la hierática personalidad del conocido vigilante-. Pero lo cierto es que a lo largo del metraje se detecta esa inclinación por el detalle, algo que se mostrará en la primera visita de Farmer a la mansión de Rachel, observando en todo momento la mengua de seguridad que la misma posee, la referencia que se ofrece de la película de Akira Kurosawa YOJIMBO (Yojimbo, el mercenario, 1961) –reveladora de rasgos de la personalidad del protagonista- la constante bebida de zumo de naranja por parte de este –que en un momento dado de tensión combinará con whisky- o el magnífico instante ofrecido –con el uso de una leve cámara lenta-, anunciando el inevitable romance entre ambos, con la presencia de esa katana extremadamente afilada sobre la que se posará el foulard que porta Rachel, y que quedará cortado de manera inevitable a su paso por el filo.

 

Más allá de ello, y contando de antemano con la oportuna introducción de actuaciones realizadas por la protagonista, lo cierto es que THE BODYUGUARD sabe mostrar una relación basada en la atracción y el rechazo, debido sobre todo a la reserva del enigmático detective por mostrar sus sentimientos a las personas para las que trabaja –quizá viendo en ello una debilidad que pudiera permitir que su eficacia menguara por completo-. Se trata de una revisitación de los mismos clichés románticos de siempre, pero lo cierto es que pese a su convencionalismo, funcionan en esta ocasión por la química generada entre los dos intérpretes –curiosa e injustamente galardonado con los premios Razzia de su año-. Llegados a este punto me gustaría destacar la generosidad con la que Costner compone su magnífico personaje, dejando a primera instancia los momentos más brillantes a su compañera, pero al mismo tiempo desplegando con una perfecta combinación de hieratismo y vulnerabilidad apenas intuida, el perfilado perfecto de un rol presente en todo momento, aunque manifestado de la manera más discreta y elegante posible.

 

En definitiva, estamos ante un ejemplo pertinente de ese “cine de palomitas” que antes aludía. Un proyecto que no esconde su raíz comercial, en el que las convenciones abundan –y para ello, no hay más que acudir a la galería de personajes que rodean la figura de Rachel, todas ellas convertidas en meros estereotipos, o la antes señala escasa credibilidad que tenía el episodio de la gala de los Oscars, o incluso detalle concretos al comprobar como nuestra estrella se entera por el Hollywood Reporter que ha sido nominada, sin hacer ningún acto de campaña para promocionar su candidatura-. Pero al mismo tiempo, las dos horas de su metraje se consumen casi sin pestañear, entrando el espectador en el juego de esa pareja tan inusual como en ocasiones intensa en sus sentimientos, y que en sus últimos planos dejan una sensación agridulce, sin dejar indicios más sólidos de que su romance pueda ser realidad en el futuro. Lo reconozco, pese a sus debilidades, THE BODYGUARD me parece un valioso exponente de puro y simple entretenimiento, algo que no todos pueden argüir cuando se han planteado productos de similares características.

 

Calificación: 2’5

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