THE BRIBE (1949, Robert Z. Leonard) Soborno
Ateniéndome a lógicos y justificados prejuicios, cualquier título que viniera avalado por Robert Z. Leonard (1889 – 1968) como realizador no podría provocarme más que las mayores reservas. Perfecto ejemplo de hombre servil a las tendencias más temibles del cine de la Metro Goldwyn Mayer, es bastante común encontrarse en su filmografía con algunos de los exponentes más decididamente kitschs del estudio del león. Sin embargo, la circunstancia de ser un título ligado al drama policiaco y la presencia de un espectacular reparto, me decidió a contemplar -con esa sempiterna intuición que suelo poner en práctica- THE BRIBE (Soborno, 1949). Por fortuna, las premisas que forjaban su atractivo no me fallaron, encontrándome con un producto atractivo, en el que quizá si que podríamos hablar de una asimilación un tanto artificial de los postulados del cine “noir” que ponían en práctica el resto de los estudios –R.K.O., Fox, Warner, Columbia, Universal e incluso Paramount- con mayor autenticidad. En cualquier caso, hay en el film de Leonard una cualidad que es la que permite finalmente encontrar un resultado bastante atractivo; su equilibrio.
Nos encontramos un la isla de Carlotta, ubicada en la zona costera de América Central. La acción se inicia de forma atractiva en medio de una tormenta que es contemplada por el protagonista del film. Se trata de Rigby (Robert Taylor), un agente que ha sido enviado hasta allí por la policía norteamericana, para investigar unos robos de motores de aviación que son robados y vendidos como estraperlo. Todo este proceso nos será servido por medio de un flash-back que permitirá delimitar ese grado de tensión que muestran con fuerza sus instantes iniciales. Será el momento de presentar el conjunto de personajes con los que se irá encontrando el protagonista, empezando por el elegante Carwood (Vincent Price), con quien se encontrará en pleno vuelo hacia su objetivo, hasta llegar a la bellísima Elizabeth Hintten (Ava Gardner), casada con Tug (John Hodiak), el lúbrico Bealer (Charles Laughton). Todos ellos conformarán una galería que bien podría haber salido de cualquier film de la Warner realizado por Jean Negulesco, e incluso intercambiando a Laughton por Peter Lorre y Sidney Greenstreet, o a Taylor por Bogart o Mitchum. Nos encontramos ante un marco exótico que ha sido utilizado en tantos y tantos exponentes de género, una relación triangular, la presencia de una segunda oportunidad para dos seres que se han encontrado de manera fortuita –Rigby y Elizabeth-, la presencia de una amistad fiel –la del joven conductor de barco Emilio Gómez hacia el policía-, o la difícil frontera que existe entre el respeto a la ley. Como antes señalaba, no hay nada nuevo bajo el sol en este guión de Marguerite Roberts, basado en una historia corta de Frederick Nebel. Podríamos con facilidad encontrar ecos de tantos y tantos referentes realizados muy poco tiempo antes y de superior entidad –empezando por los que detectamos sobre el mayestático y muy reciente OUT OF THE PAST (Retorno al pasado, 1947. Jacques Tourneur)-, e incluso se puede detectar en la película una cierta asimilación formulista de aspectos explorados en otros ejemplos con más riesgo –toda una serie de elementos iconográficos como sombras, ventanas, etc-. Pero aún partiendo de esas premisas, lo cierto es que THE BRIBE posee la rara cualidad de alcanzar un extraño equilibrio entre lo que se cuenta y como se cuenta. Poco a poco, la película de Leonard consigue interesar al espectador en una trama que, como antes señalaba, podría recordarnos títulos de Jean Negulesco u otros realizadores, logrando acertar en la tipología de personajes dispersos a lo largo del metraje. Es algo que tendrá su manifestación en la extraña química que ofrece la pareja protagonista –Taylor y Gardner-, mientras que en sus roles secundarios, con la excepción del siempre opaco John Hodiak, todos ellos responden a una iconografía no por reiterada en tantos y tantos títulos de aquel periodo, menos eficaz en esta ocasión. Y hay un aspecto más que en esta ocasión otorga un especial carácter a THE BRIBE. Con ello me estoy refiriendo a la presencia de esa voz en off que, tanto en el relato del flash-back que integra el tercio inicial del relato, como posteriormente en la prolongación del mismo en el resto de la película, actúa con una contundencia notable, sirviendo como interesante soporte psicológico a las impresiones del protagonista, sin que su recurso suponga –antes al contrario- un recurso fácil para orillar la fuerza narrativa del conjunto.
Y es en este aspecto concreto, donde a mi modo de ver el film de Leonard alcanza una de sus mayores virtudes, con una cámara que sabe extraer un notable partido de las situaciones más interesantes del relato, sabiendo al mismo tiempo insertar elementos más o menos previsibles –actuaciones de la Gardner, integración de un contexto exótico y folklorista-, planteadas con tanta convicción como sentido de la oportunidad. Es por ello, por lo que no puedo estar de acuerdo con la calificación de “mediocre” que de esta película formulaban los especialistas Bertrand Tavernier y Jean-Pierre Coursodon, ya que por encima de todo hay que destacar ese insólito equilibrio que podemos destacar en la espesura de sus secuencias de interiores, en el interés que ofrecen los giros del relato, o en la fuerza que adquieren algunas secuencias, como la de la desaparición –y previsible muerte del joven Emilio tras el ataque de un tiburón en él que se interfiere para salvar a Rigby en plena costa-, o la del asesinato de Tug de manos de Carwood –momento en el que se explicitará el lado perverso del personaje- y cuya dramaturgia no estará lejana del expresionismo que años después manifestaría Orson Welles en TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957). Sin embargo, hay dos aspectos que me gustaría destacar de manera muy especial en estas líneas. Una de ellas es la aguda gradación del personaje encarnado por Charles Laughton, quien a lo largo del metraje irá evolucionando desde su inicial aspecto repulsivo, hasta alcanzar finalmente una cierta humanización de su comportamiento –que incluso en el plano final revestirá un cierto tinte humorístico-. El otro, es obvio señalarlo, lo supone la brillante manera que la película tiene de plasmar el episodio final, ofreciendo un originalísimo y efectivo climax con la persecución de Rigby a Carwood, desplegándose la misma en primer lugar por el escenario de la multitudinaria fiesta de la isla Carlotta, cerrando el episodio el internado de ambos dentro de un espectacular disparo de fuegos artificiales. Un colofón realmente brillante, para una película que sabe atesorar una serie de cualidades inmanentes en otras propuestas del género quizá más oscuras e inquietantes, pero que en cambio ofrece esa notoria ausencia de altibajos, que deviene a fin de cuentas como su máximo exponente de interés, lo que no es poco por otra parte.
Calificación: 3
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jorge trejo -