CRIME OF PASSION (1957, Gerd Oswald)
Articulando una extraña mezcla entre la ya entonces lejana LEAVE HER TO HEAVEN (Que el cielo la juzgue, 1945. John M. Stahl), y las bastante más cercanas en el tiempo PAYMENT ON DEMAND (La egoísta, 1951. Curtis Bernhardt) y THERE’S ALWAYS TOMORROW (Siempre hay un mañana, 1955. Douglas Sirk) –con la que comparte, y seguro que no es casualidad, el protagonismo en el reparto de la siempre espléndida Barbara Stanwyck-, lo cierto es que CRIME OF PASSION (1957) aporta una cierta singularidad, se erige como un noir tardío, que combina en su enunciado diversos elementos –sobre todo estéticos- del género, reutilizando los mismos de forma tan inteligente como por momentos artificiosa, a la hora de mostrar una visión crítica de la American Middle Class. Todo ello, a través de la historia central que articula ese extraño realizador que fue Gerd Oswald a partir de una historia y guión de Jo Eisinger, logrando expresar el caldo de cultivo que genera un contexto cómodo y también alienante, del puede emerger una conciencia de rechazo sobre el mismo, que llegará a transformar en tintes criminales. Sin ser un especial conocedor de la obra de su realizador –muy valorada en su momento, aunque pronto relegada a un olvido más o menos justificado-, parece probable que nos encontramos ante un cineasta preocupado de manera especial por la vertiente psicológica de sus personajes, encontrando quizá en la expresión del cine policiaco una veta que exploró en los mejores momentos de su cine. Es algo que puede inducir las cualidades que emanan de su previa A KISS BEFORE DYING (Un beso antes de morir, 1957), aunque el inmediatamente posterior FURY AT SUNDOWN (1957) –un western pretencioso en exceso- me ponga en guardia sobre las auténticas cualidades de su obra. En cualquier caso, entremedias de ambos títulos se sitúa esta insólita y atractiva mezcla de géneros, que tiene la virtud del acertado retrato de personajes –todos ellos interpretados de forma precisa-, una planificación cuidada y por lo general interesante, la excelente fotografía en blanco y negro de Joseph La Shelle, y también una banda sonora brillante e integrada en el relato –obra del poco conocido Paul Dunlap-. Son elementos todos ellos que confluyen en una propuesta que, en sus mejores momentos, desprende una extraña fascinación, aunque también plantee otros –por fortuna, los menos-, en los que el rigor de la misma quede un tanto mermado.
Nos encontramos en San Francisco, donde la columnista Kathy Ferguson (una como siempre excelente Barbara Stanwyck) es la responsable de una columna en un rotativo de relativo alcance, en donde llega hasta diversos sectores ligados de forma esencial al público femenino. Esta circunstancia le proporcionará la posibilidad de acercarse hasta la autora de un asesinato. Esta circunstancia –reveladora del giro que la película asumirá en su segunda mitad-, le acercará con un rudo policía desplazado desde Los Angeles. Se trata de Bill Doyle (Sterling Hayden), a quien conocerá junto a su compañero e inmediato superior Charlie Alidos (Royal Dano). Kathy –una mujer independiente- pronto quedará atraída hacia Doyle, mientras que por el contrario manifestará un rápido rechazo hacia Alidos, que desembocará en el abandono del periódico en el que escribía, y un posterior encuentro con Bill que culminará en su boda con él. El recién formado matrimonio Doyle vivirá en el domicilio habitual del esposo en Los Angeles, asumiendo pronto la recién llegada la hostilidad que le provoca un contexto en el que ha de soportar la mediocre y rutinaria vida de los compañeros policias de Bill y las no menos hipócritas esposas de estos, solo pendientes de un consumismo que ya entonces tenía su acomodo en el norteamericano medio. Pese a las reticencias que le manifiesta este contexto, el sincero y cada vez más obsesivo amor que siente hacia Bill, concluirá en la puesta en marcha de un extraño plan decidido a provocar una serie de hechos en apariencia fortuitos, destinados a provocar su acercamiento al jefe policial Anthony Pope (un admirable Raymond Burr). Una maquiavélica iniciativa en la que no dudará incluso en postularse como amante ocasional de este, e incluso llegar a una situación de especial dramatismo, en el que la fortaleza del matrimonio Williams se pondrá a prueba de forma irreversible.
Varios son los ejes vectores que se entrelazan en esta interesante propuesta, que en sus primeros compases acaricia el planteamiento de la crónica de costumbres, aunque pronto evolucionará en la invectiva del matiz crítico de esa mediocridad cotidiana que define las acomodadas residencias y matrimonios ligados entre sí por la profesión de sus maridos. En dicho contexto, resultan de especial sinceridad la conversación que mantienen en un café nuestros protagonistas, reveladores de la personalidad de ambos mientras al mismo tiempo se va consolidando la atracción entre ellos. Pero será ya en su estancia en Los Angeles, cuando Kathy discutirá con su esposo sobre el contexto de rutina existencial en el que está inserta una unión como la de ellos dos. Como podría deducirse en las primeras palabras de este comentario, la presencia de la Stanwyck parece retrotraernos a los muy cercanos postulados de la reciente THERE’S ALWAYS…, aunque en esta ocasión se encuentre ligada a aspectos de los otros dos títulos que comenté en el preludio de estas líneas. Cierto es que con probabilidad el progresivo y cada vez más obsesivo por parte de Kathy de que su esposo alcance un mayor reconocimiento profesional, se encuentra más ligado al tomar como referencia los otros referentes antes señalados, aunque sin lograr en la incidencia de ninguno de ellos una especial mimesis. Para bien o para mal, la progresión dramática de CRIME OF PASSION se articula de forma divergente al de los referentes antes mencionados. Por el contrario, ofrece una extraña modulación ante un personaje que en los primeros instantes del film es descrito a la perfección como un ser independiente, por encima de cualquier tipo de convención, y que de la noche a la mañana se verá totalmente transformada en sus convicciones a partir de su encuentro con el policía. Ni que decir tiene que ese tan rápido cambio de mentalidad puede parecer un tanto gratuito, pero Oswald tiene la habilidad de insertar con anterioridad una conversación confesional de los dos futuros esposo en un bar –donde destacará la excelencia de la labor de la Stanwyck-, permitiendo al espectador ser comprensivos con ese repentino amor que siente por un ser por completo grís, más allá de su probada competencia como tal agente de la ley.
Poco a poco, la película irá mostrando ese alcance de crítica de costumbres, aspecto en el que se aprecia uno de sus escasos reproches cinematográficos, con la secuencia que describe una típica fiesta de compañeros, en la que Oswald no se resistirá a la tentación del subrayado para marcar en la pantalla la creciente hostilidad de Kathy –una serie de planos cortos romperán la armonía de la planificación existente hasta entonces-. Y será a partir de la puesta en marcha del plan destinado a acercarse a Pope, cuando CRIME OF PASSION alcance quizá su mayor cota de interés en el encuentro que se establece entre nuestra protagonista y el propio Pope. Sin subrayado alguno, ambos se darán cuenta desde el primer momento de que son personas ajenas en su personalidad a la rutina que le rodea –la química que se establece entre la Stanwyck y Burr deviene rotunda-, percibiendo su mutua afinidad como quien busca un asidero emocional en un contexto alienado y previsible.
Ni que decir tiene que el film de Oswald sabe ofrecer suficientes elementos de interés, como la subtrama que describe el enfrentamiento que Kathy traza entre su esposo y su compañero y superior Alidos –en principio para lograr con mayor facilidad un ascenso de su esposo, aunque quizá motivado por el hecho patológico de separarlo de sus más entrañables amigos-. Lo importante, lo que de verdad interesa, es la competencia y habilidad con la que el realizador saber hacer navegar las aguas cada vez más turbias de este obsesivo melodrama, quizá recurriendo a argucias carentes de la debida credibilidad –la manera con la que Kathe accede a una pistola-, pero también utilizando una serie de recursos como las sombras de las ventanas, en su condición de elementos de carácter visual, recuperando una atmósfera ya casi en desuso que aún proporcionó al cine noir –hasta finalizada dicha década- algunos postreros tintes de gloria. Dentro de dicho contexto, y pese a debilidades como la citada, o quizá cierta ausencia de garra a la hora de perfilar el personaje de Bill –pese a la buena composición de un Hayden en plena forma-, lo cierto es que se despliega como una película atractiva, llena de veneno, y desoladora en sus últimos compases.
Calificación: 3
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