A KISS BEFORE DYING (1956, Gerd Oswald) Un beso antes de morir
Si de algo podía presumir el Hollywood de su periodo dorado es, entre otras cosas, de permitirse ofrecer en ocasiones productos de considerable nivel y cualidades, sin que por ello sus responsables tuvieran que recurrir a la “autoría” y teniendo en cuenta que los equipos, diseños de producción y la propia eficacia de sus técnicos podían configurar películas que, quizá de forma sorprendente, adquirían un extraño culto. Creo que ese es para mí el ejemplo que puede suponer –dentro del cine USA de la década de los cincuenta-, un título como A KISS BEFORE DYING (1956, Gerd Oswald) –titulada en España UN BESO ANTES DE MORIR-. Aunque poco conocida en nuestro país, esta extraña producción de la United Artists –que hereda en su look una especie de fusión visual del aspecto de las películas de la Warner y la Fox (sus dos protagonistas masculinos se tomaron prestados de dicho estudio)- supuso en su momento la apresurada carta de presentación ante determinados sectores de la crítica francesa de su realizador, el alemán Gerd Oswald –también en aquellos tiempos se “entronizaban autores” de forma un tanto apresurada-. El caso es que tras este sorprendente debut cinematográfico la trayectoria de Oswald se fue diluyendo en el tiempo de forma gris, y quizá lo peor que lo pudo pasar es precisamente escuchar esas valoraciones en vez de desarrollar una obra sencilla en la que se pudiera ofrecer su competencia en la realización. Y digo eso por que hace unos años tuve ocasión de ver un western que dirigió un año después –FURY AT SHOWDOWN (1957) jamás estrenada en España-, que se caracterizaba por su insufrible retórica narrativa, servido además al desafortunadísimo protagonismo del inefable John Derek.
Quizá Oswald se creyó eso de que era un “autor” y muy pronto se dejó en el camino las notabilísimas cualidades de este film de suspense, que quizá no oculta una serie de referencias procedentes de otros títulos de éxito en aquellos años, pero al mismo tiempo sirvió como camino de referencia de otras posteriores, quedando fundamentalmente como un producto muy bien planificado, que utiliza con una enorme precisión el cinemascope –es uno de los títulos de la segunda mitad de los cincuenta que mejor lo maneja-, en el que la elección de largos planos generales es realmente una elección arriesgada, en donde la lógica de la presencia de los actores dentro del encuadre resulta casi perfecta y en cuya propia configuración se brinda una nada velada condición transgresora del cine teen de aquella época –mucho más sólido a todos los niveles que el de la actualidad-.
A KISS BEFORE DYING tiene su mayor limitación en el elemento que, sin duda, le proporcionó mayor aliciente en el momento de su estreno. Me estoy refiriendo a la novela de Ira Levin que se desarrolla en una superada historia de suspense en la que un joven atractivo y aparentemente encantador –Bud Corliss (Robert Wagner)- desarrolla su amoral arribismo intentando acceder a la familia del magnate Leo Kingship (George Macready). Ya desde el inicio de la película –que presenta unos estupendos títulos de crédito de alguna manera adelantando el carácter de subversión de la comedia adolescente de la época que finalmente define la propuesta-, podemos advertir la compleja elección narrativa que Oswald prolongará a lo largo de toda la duración del film: largas secuencias rodadas en plano general en las que la disposición de los actores u objetos dentro del encuadre son determinantes para la evolución o giros argumentales. Sería prolijo citar ejemplos de ello ya que prácticamente la película se sustenta en esta gramática y cualquier espectador avezado puede detectarlo. En esta secuencia inicial vemos encuadrado con el fondo de un mobiliario caracterizado por sus fuertes tonos rojizos el estado de la relación entre Corliss y Dorie (Joanne Woodward), la idealista hija de Kingship. Ella se entrega al encanto y la aparente sinceridad del muchacho, mientras que este con absoluta frialdad no deja de introducir elementos de distanciación siguiendo su ambicioso plan que se basa en casarse con ella para acceder a la familia. Dorie está embarazada de Bud y como quiera que la muchacha no accede a reconciliarse con su padre, finalmente su novio –que se ha escondido de cualquier miembro del entorno de la joven- decidirá eliminarla tirándola desde la terraza de un rascacielos.
A partir de su asesinato la hermana de la muchacha –Ellen (Virginia Leith)- no queda satisfecha de las apariencias que certifican que Dorie se suicidó –su falso novio ha dejado cualquier indicio bien dispuesto-, intentando investigar cualquier posible detalle, y contando para ello con la ayuda del detective / profesor Gordon Grant (Jeffrey Hunter). A partir de ahí se van sucediendo los indicios sin darse cuenta Ellen de que se enamorado ¡¡¡del propio asesino de su hermana!!! –Corliss no se detiene en su intento de lograr ese ascenso de clase-. En cualquier caso, mas allá del desarrollo de una intriga que todos conocemos como concluirá –y que hoy día resulta como antes señalaba, el elemento más prescindible de la película, junto con una banda sonora en ocasiones demasiado ostentosa en su intención de potenciar los elementos de intriga- A KISS BEFORE DYING resulta una cinta de modélica construcción, en la que se valoran tanto los presencia d objetos –esos balances anuales de la empresa de los Kingship que Bud estudia con verdadera delectación-, la caracterización de los personajes –la pipa que ostenta y caracteriza al joven Grant y que nos permitirá adelantar su condición de investigador- o la utilización dramática del color –atención a la presencia de esos rojos que siempre harán acto de presencia en los instantes en que se refiera a la relación de Bud y Dorie-. Es evidente que para ello se contó con la inapreciable colaboración de un Lucien Ballard en verdadero estado de gracia, pero no es menos cierto que otorgando lógica a todo el conjunto está la mano de un realizador que sabía muy bien lo que quería ofrecer al espectador y dando prueba de un realmente magnífico talento cinematográfico.
Y uno de los elementos más destacables que ofrece esta finalmente insólita A KISS BEFORE DYING es, sin lugar a duda, el carácter transgresor que supuso la elección de un sin duda sorprendente cast que, estoy convencido, causó un notable impacto en su momento. En una quizá facil comparación podríamos decir que el ejemplo que nos ocupa podría ser calificado –con todas las matizaciones que se quiera, como un equivalente de lo que en la década anterior supuso la estupenda QUE EL CIELO LA JUZGUE (Leave Her to Heaven, 1945. John M. Sthal) Y es así, como solicitando la prestación de jóvenes intérpretes juveniles de conocida fama, logró ofrecer el reverso de ellos, especialmente de un magnífico Robert Wagner que sabe otorgar en todo momento el encanto y la terrible ambivalencia de ese Bud Corliss que despliega su frialdad, cinismo y calculada maldad a lo largo de toda la cinta. Siempre he pensado que Wagner –más allá del penoso miscasting de EL PRÍNCIPE VALIENTE (Prince Valiant, 1954. Henry Hathaway)- fue un joven actor de bastante mayor talento que el que le fue reconocido al ser relegado a la mera condición de pretty boy. Su protagonismo en este thriller simplemente lo ratifica, aunque quizá finalmente no contribuyera a relanzar su carrera. Por su parte Jeffrey Hunter inició a partir de esta película una imagen más adulta en su trayectoria, que poco después le llevaría a protagonizar títulos dirigidos por Nicholas Ray y John Ford (con quien ofreció sus interpretaciones más perdurables), aunque años después la bebida y un extraño accidente provocó el prematuro cierre de una trayectoria en verdaderas horas bajas. Al mismo tiempo se brindaba un giro en el talento ya desplegado por la joven Joanne Woodward. Pero es que actores veteranos como Mary Astor y el siempre impactante George Macready se adecuan a la perfección –especialmente el segundo- en sus papeles de tímida madre de Bud y autoritario pero finalmente sensible padre de las dos muchachas.
En síntesis, BÉSAME ANTES DE MORIR –que en 1991 sufrió un ciertamente mediocre remake que subrayaba además una mimetización de modos hitchcockianos, protagonizado por un esforzado Matt Dillon (que no lograba ensombrecer la labor de Wagner)-, es un magnífico film de suspense que se sostiene por sus propios méritos, cuya labor de puesta en escena es realmente brillante y que destaca, entre otros muchas cosas, por un tratamiento extraordinario de la pantalla ancha a la altura de los ofrecidos por directores como Richard Fleischer -SÁBADO TRÁGICO (Violent Saturday, 1955), el ya mencionado Nicholas Ray –REBELDE SIN CAUSA (Rebel Without a Cause, 1955), o incluso el inspirado John Sturges de CONSPIRACIÓN DE SILENCIO (Bad Day at Black Rock, 1955)-. Como se puede comprobar, ambas se filman en los primeros compases de la aparición del cinemascope como oposición a la invasión de la televisión.
Calificación: 3’5
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