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CINEMA DE PERRA GORDA

THE KID BROTHER (1927, Ted Wilde) El hermanito

THE KID BROTHER (1927, Ted Wilde) El hermanito

En el momento en el que Harold Lloyd protagoniza THE KID BROTHER (El hermanito, 1927. Ted Wilde), el denominado slapstick ha ido evolucionando en sus maneras, hasta ir acercándose a una estructura más elaborada de comedia, que muy poco después confluiría en el primer gran periodo dorado del género –screewall comedy-. No quiere esta afirmación llevar aparejado el más mínimo menosprecio hacia tantos y tantos grandes títulos realizados en años precedentes, que forman por derecho propio parte importante de la historia del cine cómico y, por ende, la cinematografía silente. Sin embargo, preciso es reconocer que según se enriqueció el lenguaje cinematográfico, todos sus géneros fueron aportando nuevos matices, entre los cuales el que nos ocupa no fue una excepción. Ciñéndonos en concreto a la filmografía de Harold Lloyd, y aún reconociendo que durante toda la década de los años veinte brindó estupendas propuestas cómicas, es a finales de dicha década -coincidiendo con las postrimerías del periodo silente-, cuando bajo mi punto de vista alcanza el cénit de su obra. Una tendencia que tendría en SPEEDY (Relámpago, 1928), realizada el mismo año y firmada también por Wilde, quizá su referente más rotundo. Creo que no es difícil discernir que este progresivo enriquecimiento de la obra de Lloyd en este periodo, se centra en el reciclado de sus tradicionales fórmulas, la mayor definición de su personaje y, de forma muy especial, el hecho de insertar estas películas más elaboradas, en un marco de género en el que, por derecho propio, podrían figurar sin ningún cuestionamiento. Es decir, si la citada SPEEDY se integraba de manera admirable en ese nuevo cine que servía de crónica a las miserias y rutinas de esa nueva vida urbana –tal como lo harían títulos inolvidables como LONESOME (Soledad, Paul Fejos) o la referencial THE CROWD (…Y el mundo marcha, King Vidor) –todas ellas curiosamente rodadas el mismo 1928-, en esta ocasión nos encontramos ante una propuesta inscrita con claridad dentro de la vertiente Americana –una faceta por otra parte en la que Lloyd había apostado tiempo atrás con títulos quizá algo más limitados en sus ambiciones, aunque igualmente estimulantes.

En esta ocasión, nuestro protagonista encarna al tímido y atolondrado Harold Hickory, el hijo pequeño de una familia que encabeza su padre –Jim (Walter James)- sheriff de la localidad de Hickoryville, ubicada en una zona rural del Oeste norteamericano. Este además de Harold, tiene dos hijos de personalidad opuesta por completa, caracterizados por su rudeza, que ignoran por completo la sensibilidad –y también la inoperancia- de su hermano más joven, al que toleran casi como si de una mascota se tratara. La película mostrará desde el primer momento una serie de divertidos gags, como los que se producen en el incidente de la camisa del padre que peligrará cuando es lavada por este, viviendo toda una sucesión de situaciones cómicas, propias de la personalidad y técnica del célebre cómico. Será –como en el resto de la película-, un modelo de comicidad basado fundamentalmente en la falsa apariencia. Es decir, nos encontraremos con situaciones y persecuciones dominadas por un ritmo vertiginoso, en el que nuestro protagonista siempre encontrará acomodo, escondiéndose detrás de un arbolado o tras un animal, provocando con ello la hilaridad del espectador, sorprendido pese a todo por la celeridad con la que este sabe salir de las situaciones más inesperadas.

En cualquier caso, una de las ventajas que posee THE KID BROTHER sobre otros títulos de Lloyd, estriba en ese mayor componente dramático incorporado al entramado cómico del relato. Por momentos, la película parece ofrecerse como una versión tardía del TOL’ABLE DAVID (1921) de Henry King, alcanzando una muy convincente plasmación de ese universo rural que plasman sus imágenes, así como describiendo una serie de personajes y tipologías secundarias, e incluso de situaciones concretas –sobre todo aquellas que rodean el intento de linchamiento del sheriff al ser acusado del robo del dinero que los lugareños habían destinado para el pago de la presa de la localidad-, en la que no deja de sorprender una visión nada halagüeña de ese pasado no tan lejano en el tiempo de la personalidad norteamericana, que fructificaría bastantes años después en títulos como THE OX-BOW INCIDENT (1943, William A. Wellman). En pocas ocasiones en el cine de Lloyd ese planteamiento dramático –asumiendo la aplicación “grifitthiana” de la salvación en el último minuto, por otra parte bastante habitual en las películas del gran cómico-, adquiere un carácter tan desasosegador como en esta ocasión, uniendo a ello un extraño y muy atractivo giro de situación en el último tercio de la función.

Será a partir de la búsqueda de Harold del dinero que han robado los responsables de esa caravana que ofrece espectáculos en pequeñas poblaciones, vendiendo un falso producto medicinal, cuando THE KID BROTHER adquiere una extraña personalidad. La acción se trasladará a un viejo galeón abandonado de fantasmal presencia, donde muy pronto este adivinará la presencia de los dos ladrones y el botín buscado, que servirá para salvar a su padre de ser linchado. Será sin duda este extenso fragmento el más admirable de la función, combinando un ritmo sin tregua, la amenazadora presencia de ese ayudante –que estoy convencido en algunos gestos tomó como modelo el Max Schereck del NOSFERATU de Murnau, y que en una de sus secuencias estrangulará al cómplice de la sustracción, al comprobar que también lo quería engañar a él-, con la hilarante presencia de ese pequeño mono que convertirá todas sus insospechadas actuaciones en un auténtico torrente de carcajadas –atención a su simulación de los pasos de Harold, utilizando los zapatos que este ha puesto en sus pequeñas piernas-.

Es probable que al citar este fragmento final con un especial detalle, nos lleve a pensar que el metraje precedente carezca de interés. Antes al contrario. Episodios como las divertidas situaciones planteadas en el interior de la casa de los Hickory con la presencia de la joven que también coprotagonizaba el espectáculo –Mary Powers (Jobyna Ralston)-, que muy pronto se prendará de Harold, o la larguísima grúa ascendente en la que Harold va subiendo por un inmenso árbol para no culminar la despedida puntual con esta, podrían engrosar por derecho propio las mejores páginas del slapstick cinematográfico. Esta capacidad para provocar la diversión, nunca nos permitirá olvidar esa extraña inclinación dramática presente en el conjunto de la película, que incluso mostrará una escena de especial incomodidad, al asistir a la pública humillación que vivirá Harold cuando acuda a la actuación de los componentes de dicha caravana, simulando ser el sheriff –ya que previamente con esta falsa simulación había concedido a estos un permiso improcedente-. Este será esposado y colgado en plena actuación ante las risotadas del público, hasta que un improvisado incendio pondrá en peligro su vida.

Con esos matices y el alcance de sus complejidades, se mostraba ya un género que se encontraba en aquellos años consolidado y perfeccionado como pocos. Como muchos de sus compañeros, Harold Lloyd supo intuir y aprovechar esa nueva coyuntura, proporcionando a sus divertidas y concienzudas aportaciones cómicas una serie de complejidades, que a mi modo de ver le llevarían a una transición sonora llevada con un especial acierto.

Calificación: 3’5

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