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CINEMA DE PERRA GORDA

SPACEWAYS (1953, Terence Fisher)

SPACEWAYS (1953, Terence Fisher)

Rodada en 1953 y tras la atractiva FOUR SIDED TRIANGLE, SPACEWAYS (1953) revela, pese a su aspecto exterior revestido de auto asumida sencillez, varios de loe elementos vectores que configurarán el universo del gran Terence Fisher. Cuando el realizador británico acomete la realización de esta película al servicio de Hammer Films, atesora ya a sus espaldas una quincena de realizaciones, todas ellas enclavadas en los límites de la serie B inglesa. Con ello logrará en esta andadura previa ir perfilando no solo su indiscutible profesionalidad como cineasta sino, ante todo, marcar unos terrenos temáticos que, poco a poco, irán configurando su mundo temático y expresivo, que tendrá su periodo de especial esplendor a partir del rodaje –cuatro años después- de THE CURSE OF FRANKENSTEIN (La maldición de Frankenstein, 1957). Hasta entonces, Fisher irá entrenándose con solvencia ante materiales ligados al cine policiaco, de misterio o la ciencia-ficción, logrando en esos rodajes introducir elementos que más adelante perfeccionaría en el periodo de mayor interés de su extraordinaria obra, que se extendería hasta su prematura retirada con FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELLL (1973). Parte de esas inquietudes, se dan cita en este SPACEWAYS, estimulante al tiempo que modesta combinación de propuesta de ciencia-ficción y melodrama psicológico, dualidad esta que en la película se decantará –por fortuna- por una segunda vertiente, faceta esta en la que Fisher demostrará su facultad a la hora de plantear con métodos estrictamente cinematográficos los conflictos emanados en su reducida galería de personajes.

Nos encontramos en una base espacial británica secreta. En ella se reúnen científicos y profesionales de diversos países del mundo occidental, con la intención de elaborar una serie de pruebas espaciales que les permitan asumir el privilegio y la avanzadilla en la carrera espacial mundial. Serán unas operaciones que a nivel científico sobrellevará el profesor Koepler (Philip Leaver) y a nivel más directo el joven Stephen Mitchell (Howard Duff). Al lado de ambos se encuentran un reducido colectivo profesional, caracterizado por una serie de éxitos en la materia que, de la noche a la mañana, se verán frustrados por el fallo que sufrirán en uno de sus lanzamientos. De modo paralelo, el conjunto de científicos –caracterizado en su aislamiento al tener que convivir con trabajos caracterizados por su alto secreto-, coincidirá con la desaparición de la esposa de Mithchell –Vanessa (Cecile Chevreau), una mujer mundana, harta de tener que llevar ese modo de vida tan espartano- junto a uno de los compañeros de profesión de este –Philip Creenshaw (Alan Osborn)-, que además es amante de Vanessa. A partir de esta doble circunstancia, la película incorporará al investigador Smith (Alan Wheatley), quien a partir de las evidencias mantenidas no dudará en plantear la acusación de asesinato de los dos desparecidos en la persona de Mitchell, argumentando que sus cuerpos se encuentran en el cohete accidentado, que durante décadas mantendrá su rotación sobre la tierra. Acorralado por una acusación que posee el fundamento de plantear una venganza ante los comportamientos de su esposa y amante, este se ofrecerá como piloto en otro lanzamiento que sirva parta recuperar el artefacto que flota en la atmósfera, y con ello demostrar su inocencia. Sin embargo, no se encuentra aún preparada la investigación en esta parcela para demostrar la seguridad de Stephen y alcanzar dicho objetivo con éxito. Será una intención en la que en todo momento mantendrá la ayuda de su compañera de investigación –y secreta enamorada de él- Lisa Frank (Eva Bartok).

SPACEWAYS es una de las primeras aportaciones que el cine inglés brindó a la ciencia-ficción, y se inicia con una de las ya acostumbradas panorámicas aéreas con las que Fisher solía plantear diversas de sus producciones de este periodo. La implicación con el género está planteada con corrección y cierto sentido didáctico –las explicaciones de Koepler en los preparativos del que poco después será lanzamiento fallido-, al tiempo que son realizadas para el ministro presente, en realidad se disponen para que el espectador se adentre en los pormenores vividos por los componentes de esta base de investigación. Es un aspecto este que, unido a la funcionalidad con la que se exponen los elementos más o menos ligados a la ciencia-ficción descritos en la película, permiten que a nivel de vinculación a la misma, esta pueda ser al menos adscrita al mismo, aunque en realidad su relación con el sustrato total del film –que apenas sobrepasa los setenta minutos de duración-, sea más bien escasa.

Y es que si de algo cabe destacar al film de Fisher, y en donde realmente sus imágenes adquieren un interés en ocasiones notable, reside en la capacidad del realizador inglés para plasmar las tensiones existentes entre ese pequeño colectivo de personajes que, motivados por la normativa que les impide salir de la base en la que desarrollan sus vidas, tendrán el oportuno caldo de cultivo para establecer entre ellos relaciones de amistad, pero también de humillación y recelo. Es esta la vertiente en la que SPACEWAYS alcanza sus mejores bazas, ayudado por el juego de cámara de Fisher, que sabe en todo momento desarrollar y plantear con considerable acierto los conflictos ofrecidos por sus personajes. Es así como, tras ese fragmento inicial que describe una prueba de lanzamiento, la secuencia de la fiesta de todos los componentes de la base, resultará ejemplar en este sentido, sabiendo Fisher expresar mediante la relación de sus personajes en la planificación, los sentimientos que emanan en la psicología de todos ellos. El desprecio de Vanessa del entorno en que vive, el rechazo que se profesan esta y Lisa, e incluso la relación de infidelidad que Creenshaw muestra con Vanessa, al tiempo que la cercanía y confianza que Lisa mantiene con Mitchell. Todo este conflicto melodramático aparece expuesto con claridad e intensidad, dentro de unos parámetros que muy bien podrían ejercer como precedentes a los nuevos modos con los que poco tiempo después el exiliado Joseph Losey expresaría su filmografía inglesa. A partir de ese momento, Fisher aportará en buen número de ocasiones ese conflicto latente –en ocasiones referidas a la tarea de los propios investigadores, como en el episodio del lanzamiento fracasado-, introduciendo a partir de la desaparición de la pareja antes mencionada, la figura de Smith, que a cualquier espectador mínimamente interesado en la obra de Fisher, le ha de aparecer como un precedente de todos aquellos personajes encarnados años después en su obra por el gran Peter Cushing –en especial en THE HOUND OF THE BASKERVILLES (El perro de Baskerville, 1959)-. Ayudado por el parecido físico entre ambos, y unidos por la gestualidad que ofrecen ambos intérpretes –Osborn en esta película, Cushing en ocasiones posteriores-, la película se enriquece dentro de ese entramado de relaciones psicológicas, con la agudeza –fallida en primer término, pero en todo momento provista de lógica-, de un Smith que llevará al protagonista del film contra las cuerdas, a través de unas evidencias que el espectador entenderá como razonables y lógicas. Este nuevo elemento de conflicto –la investigación que se desarrollará a partir de la desaparición de la pareja de amantes, conociéndose que Creenshaw era espía que servía tras el telón de acero, utilizando a su pretendida amante como fácil cebo para efectuar sus tareas-, proporciona el definitivo giro a una película que en su tramo final asume una notable agilidad narrativa, permitiendo in extremis el reconocimiento de la inocencia de Stephen –merced a una corazonada del metódico Smith, que nos permitirá una pincelada realista de la vida en los suburbios urbanos, cuando este se decide a buscar el señuelo de una pista que le proporciona uno de los guardianes de la base- y, sobre todo, la demostración que Lisa siente por él, que le llevará a la decisión de suplantar la identidad de Toby (Michael Medwin, el posterior compañero de Albert Finney en la productora Memorial Enterprises), voluntario cuando Mitchell va a viajar hasta el espacio con incierto destino.

No se puede pedir más a una sencilla película, que dentro de los confines de una declarada serie B, anticipa una serie de elementos y modos cinematográficos, con los que pocos años después, Terence Fisher se convertiría en uno de los referentes inapelables del fantastique mundial.

Calificación: 2’5

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