THE INVASION (2007, Oliver Hirschbiegel) Invasión
Sugerir antes que mostrar. Era la máxima que predicó con el ejemplo el maestro Jacques Tourneur, y en buena medida prefiguró una de las líneas maestras del fantastique. Este sería también el lema esgrimido por THE INVASION (Invasión, 2007. Oliver Hirschbiegel), si modificáramos su enunciado por otro bastante similar… pero en esencia diferente: “primero sugerir y luego mostrar”. Así pues, esta reedición de la novela de Jack Finney que dio lugar a un título emblemático dentro de la ciencia-ficción cinematográfica, como fue INVASIÓN OF THE BODY SNATCHERS (La invasión de los ladrones de cuerpos, 1955. Don Siegel), y de la que Philiph Kauffman efectuó una revisión en la década de los setenta, se ve planteada de la mano del realizador alemán –en su primer título filmado con nacionalidad norteamericana- en una cristalina parábola en torno a la indefensión y la crueldad intrínseca en el ser humano. Una mirada que toma como referencia su adscripción dentro del implícito subgénero que en los últimos años ha expresado dramatizaciones plasmadas al socaire del aún no superado trauma de los atentados del 11S. Si en la obra de Siegel se formuló una lectura entroncada con la paranoia anticomunista del maccarthismo, en la versión de Hirschbiegel se asume ese contexto de temor envuelto en un contexto de civilización en apariencia dominada por el respeto y las más establecidas normas de cortesía.
Ilustrando dicho enunciado, y pese a la presencia de un pequeño e innecesario avance visual, THE INVASION ofrece una primera mitad de notable interés. Con un juego de cámara adecuado y una notable cadencia en sus imágenes, se nos relata la sutil violentación que ofrece a la actualidad norteamericana, el impacto de una nave espacial que esparcirá restos radioactivos en un radio de acción bastante amplio. Lo que parece una noticia sensacionalista más, será vivido de forma inadvertida a través de una serie de señales imperceptibles por parte de la psiquiatra Carol Bennell (Nicole Kidman). Carol vive en un contexto acomodado, tiene un hijo –Oliver- fruto de su disuelto matrimonio con Tucker (Jeremy Northam), manteniendo una sincera amistad con el médico Ben Driscoll (Daniel Craig). De forma progresiva, nuestra protagonista irá percibiendo una paulatina y al mismo tiempo rápida modificación del semblante cotidiano que ha venido sobrellevando hasta entonces, dominado por una creciente sensación de alienación incorporada en la ciudadanía. Poco a poco comprobará aterrada que se trata del fruto de una invasión extraterrestre, cuya extensión se describe de forma imparable, usando para ello el contagio a través de líquidos y membranas, y consolidándose entre los seres humanos a través del sueño. Será este proceso, el que de forma atractiva muestra el film de Hirschbiegel, al que en principio he de objetar una excesiva sumisión a los mohines ofrecidos por Nicole Kidman, pero no por ello se puede negar que esa valiosa descripción de un contexto de alienación colectiva, en el que ese marco de comodidad y bienestar exterior aparece como un soporte adecuado de expresión –ese resulta a mi juicio uno de más notables atractivos del film-. Será un abanico de situaciones que son mostradas con naturalidad, incidiendo en un ingrediente de creciente inquietud dosificado con presteza. Así pues, la película alcanza en esa primera mitad un apreciable grado de interés, conformando las bases de un relato de género al que, justo es reconocerlo, se plantea por un sendero poco transitado en nuestros días. La manera con la que Carol va observando esa realidad violentada ofrece aspectos magníficos, como queda expuesto en la angustia demostrada por su paciente Wendy –encarnado por una veterana Verónica Cartwright-, o el papel que tienen los animales como observadores de esa nueva situación incorporada a los humanos, y tendrá su punto de inflexión en la que considero mejor secuencia del film. Es la que se desarrolla en la fiesta a la que acude el embajador ruso, planteándose en la cena un intercambio de impresiones con nuestra protagonista, revestido de absoluto escepticismo ante cualquier supuesta bondad en la especie humana. Será la clave para la comprensión de las intenciones últimas de la película, puesto que la argumentación de los invasores –en las que no se incidirá en exceso sobre sus orígenes y razones de comportamiento-, será apostar por una civilización en la que impere el sentido común, y se destierren las guerras y cualquier tipo de plagas conocidas y habituales por nuestra sociedad. Será un comentario que, en off y a mi modo de ver de forma innecesaria, recordará Carol cuando la pesadilla finalice tras ser encontrado un elemento inmunizador que contraataque su extensión, cuando la invasión ya era un hecho casi total y consumado para el conjunto de la humanidad. Habrá una secuencia paradigmática a este respecto –al mismo tiempo risible por su ausencia de credibilidad y atractiva por las expectativas que en nuestro subconsciente genera-, que mostrará en la pantalla las incesantes novedades generadas por un noticiario televisivo, que hablan a las claras de pasos de gigante en el entendimiento y la comprensión de los diferentes maneras de entender la existencia ¡Incluso se mostrarán unos planos que hablan de los lazos de amistad entre Bush y Chávez!
Que duda cabe que en el interior de THE INVASION se esconde un cuento cruel entorno a la inevitable convivencia del hombre con su constante estela de destrucción y competitividad. Se trata –es innegable- de una atractiva premisa, que a partir de la segunda mitad queda en un segundo término, inclinándose la película en una demostración más de cine de acción, con persecuciones, huidas, y episodios revestidos de peligro, en el que cuesta creer que en una producción tan cuidada, se dejen entrever situaciones tan poco creíbles como que al hijo de Carol –cuando este es retenido por su padre, ya abducido por los extraterrestres-, se le deje el móvil para que el niño contacte a sus anchas con su progenitora. Es probable que sean licencias de guión que permitan hacer progresar una acción que, de otro modo, tendría difícil acomodo. Lo cierto es que, si más no, el film de Hirschbiegel puede defenderse, pese a sus deficiencias y servilismos, como una intentona de C/F –como lo podía ofrecer, en tiempos paralelos, el remake de THE DAY THE EARTH STOOD STILL (Ultimátum a la tierra, 2008. Scott Derrickson), en el que una cierta intención discursiva alcanza, siquiera sea de modo oscilante, una estimulante plasmación fílmica ¡Lástima que esta solo se vea plasmada en su parte inicial!.
Calificación: 2’5
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