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CINEMA DE PERRA GORDA

THE MAD MAGICIAN (1954. John Brahm)

THE MAD MAGICIAN (1954. John Brahm)

Soy consciente de la menguada fama que goza THE MAD MAGICIAN (1954), incluso por ese reducido pero creciente grupo de aficionados que van considerando la aportación cinematográfica del director alemán John Brahm tras su exilio a Estados Unidos. Fue uno más de los emigrados que desarrolló una filmografía centrada en producciones de moderada serie B, en las que por lo general supo plasmar una personalidad peculiar, integrando la mayor parte de su producción en géneros como el suspense, el thriller o el mismo cine de terror. En todos ellos dejó la estela de sus influencias expresionistas, el vigoroso trazado de una escritura que no se detuvo en el reino de la sombras, lo siniestro e incluso lo bizarro, y que en ocasiones planteó retos narrativos de notable calado –THE LOCKET (La huella de un recuerdo, 1946)-, mientras que en otras logró extraer oro de argumentos que en manos menos diestras no hubieran dado lugar más que a discreciones –THE UNDYING MONSTER (1942)-. Es cierto que no todo su cine –al menos el que he tenido ocasión de visionar- se encontraba al mismo nivel, pero es indudable que Brahm se encontraba muy a gusto desarrollando su producción al amparo de una visión escéptica y tenebrosa de la existencia, en una filmografía que a inicios de los cincuenta se inserta en  el formato televisivo, donde se extendió durante muchos años –participando en series ligadas al mundo del misterio y el fantastique –entre ellas la mítica The Twlight Zone-. Precisamente, cuando Brahm decide firmar en 1954 el título que comentamos, este surge de manera decidida como la respuesta de la Columbia al éxito de la Warner con HOUSE OF WAX (Los crímenes del museo de cera, 1953. André De Toth), lo que de entrada se objeta en contra de la misma. Pero es que al mismo tiempo en las imágenes de esta –digámoslo ya- entrañable producción, se atisban aspectos y detalles que definieron los primeros pasos de la televisión de la época –bastante reivindicables, por cierto-.

Así pues, THE MAD MAGICIAN retoma del citado –y sobrevalorado- film de De Toth, el uso de las tres dimensiones –en este caso de manera menos molesta, todo hay que decirlo-, y la figura de Vincent Price en la cabecera del reparto –aunque en esta ocasión su protagonista se caracterice por rasgos divergentes al del profesor Jarrod precedente de HOUSE OF WAX. En esta ocasión, Price encarna a Don Gallido –de nombre artístico “El gran Gallico”-, un mago de cierto relieve que al mismo tiempo trabaja junto con otro empresario, creando complejos y sofisticados aparatos destinados a desarrollar con ellos espectaculares trucos en la materia. Cuando este se dispone a estrenar uno definido en una peligrosa sierra mecánica, su actuación será anulada legalmente a partir de una orden judicial expedida por el que ha sido su compañero en la empresa –Ross Ormond (Donald Randolph)-. Surgida esta creciente reticencia entre los que han sido compañeros durante tiempo –y en la que tendrá no poco que ver la ingerencia que ofrece otro pomposo mago “El gran Rinaldy” (John Emery) en la mente de Gallico se instaurará un instinto criminal que le dirigirá a asesinar al que ha sido su compañero, precisamente estrenando con él esa gigantesca sierra que se disponía a llevar al protagonista a la élite de su profesión. El primer crimen cometido por un hombre hasta entonces de intachable conducta, y llevado a cabo en un arrebato incontenible, no supondrá más que la escalada de otros de índole similar, escapándose de las pesquisas policiales merced a su capacidad para maquillarse y utilizar diversas personalidades. En esta huída y modificación de identidades, Gallico en su identidad real contará –sin saber esta sus actividades criminales- con el apoyo de la joven Karen Lee (Mary Murphy), una muchacha que iba a actuar en su espectáculo inicial, cuyo novio es el teniente Alan Bruce (un jovencísimo Patrick O’Neil), encargado de las pesquisas de los crímenes, en los que incorporará la nueva técnica de las huellas dactilares.

En realidad, tres son los principales atractivos que permiten otorgar un determinado grado de simpatía a la película. El primero el ya señalado de su nada oculta condición de humilde aprovechamiento de un éxito cercano. El segundo lo supone la presencia del especialista en argumentos y guiones de misterio Crane Wilbur –también presente en el citado HOUSE OF WAX e incluso ocasionalmente valioso director de títulos de temática criminal-. En este aspecto concreto, hay elementos realmente jugosos que logran distanciar THE MAD MAGICIAN del ya mencionado referente. Uno de ellos lo ofrece esa sugerente incorporación en la vida norteamericana de la nueva técnica de las huellas dactilares –que en un principio no serán aceptadas por los superiores de Bruce-, mientras que por otra parte se introduce un interesante matiz de parte de esa casera de Gallico convertido en un falso Ormond, reputada escritora de novelas de misterio –aunque resulte algo difícil creer que alguien que vende cien mil ejemplares de una novela se disponga a alquilar una habitación-, que plantea en una de sus obras la teoría personal de que el criminal siempre reincide en dicho ámbito una vez se ha producido su primer asesinato –ratificando de alguna manera el comportamiento de este, obligado por las circunstancias a asesinar a su mago rival e incluso a su esposa –que se separó de él, casándose con Ormond por puro interés-. Esa condición de víctima propiciatoria que tan bien representa Price en su personaje, es la que permite que podamos pasar por alto no pocos convencionalismos de guión, e incluso lo previsible del devenir de su narración. Y es precisamente en este último aspecto donde se encuentra el último aliciente de esta modesta película que tan entroncada se encuentra con el pulp. Esta no es otra que la competencia narrativa que demuestra Brahm en todo momento, por un lado mitigando en la medida de sus posibilidades el molesto impacto de instantes destinados al lucimiento de las 3 D –apenas en cuatro ocasiones estas tienen acto de presencia, sin que supongan una ruptura con la narración-. Pero fundamentalmente, la escritura de THE MAD MAGICIAN se basa en una adecuada planificación, el acertado uso de las grúas, y la sensación consciente en todo momento que asume su artífice de tener simple y llanamente que articular un artefacto destinado al consumo del público de la época. Un juguete que sabe administrar en sus diferentes resortes, sin que haya lugar para la sorpresa, pero al mismo tiempo desarrollando su metraje con ajustada eficacia y algunos instantes de auténtica inspiración. Es más, pese a sus limitaciones, me resulta más atractivo el personaje que Price encarna en esta película, que el celebérrimo Jarrod que le llevó muy poco tiempo antes a la fama. Hay en ese Gallico la extraña definición de un hombre frustrado por las circunstancias personales que le han rodeado, y que prácticamente no solo le empujan a la reiterada práctica del crimen sino, sobre todo, a un aspecto autodestructivo que se culminará -era previsible- en sus instantes finales. De alguna manera, y no soy el primer en apreciarlo, THE MAD MAGICIAN podría proponerse como un precedente del THEATER OF BLOOD (Matar o no matar, ese es el problema, 1973. Douglas Hickox) que encarnara casi dos décadas después aunque, eso sí, dentro de un ámbito narrativo bastante más cuestionable, pese a los múltiples fans generados por este último título.

Calificación: 2’5

1 comentario

Alfredo Alonso (Cineyarte) -

Estoy totalmente de acuerdo con tus apreciaciones sobre este fipme de John Brahm: The mad magician resulta finalmente un sencillo pero solido divertimento en el que destaca la atractiva configuración del personaje encarnado por un extraordinario Vincent Price.