THE CLAIRVOYANT (1935, Maurice Elvey) El vidente
Lo confieso. Me encantan las películas que basan sus argumentos en falsos videntes, que en un momento determinado tienen dicha temática que asumir en su interior una transformación personal a través de sus supuestas facultades o, por el contrario, en ellas se introduce un matiz sobrenatural. Sin ser muy amplia, podemos recordar referentes tan ilustres como NIGHT HAS A THOUSAND EYES (Mil ojos tiene la noche, 1948. John Farrow) –una de las mejores obras de John Farrow-, o el célebre e inmediatamente precedente NIGHTMARE ALLEY (El callejón de las almas perdidas, 1947. Edmund Goulding). Situándonos en un terreno más cercano, el espléndido y poco reconocido testamento cinematográfico de Alfred Hitchcock –FAMILY PLOT (La trama, 1976)- podría ser incluido en esta reducida galería, que nos viene a recordar la poco conocida THE CLAIRVOYANT (El vidente, 1935. Maurice Elvey), curiosa producción de la Gainsborogh Picture británica, al amparo de un Michael Balcon pre Ealing que no queda acreditado en los títulos de crédito. En primer lugar, cabría considerar la figura del firmante de la película, el absolutamente anónimo Maurice Elvay, caracterizado por una larguísima andadura que alberga una copiosa filmografía de más de ciento cincuenta títulos, iniciados en pleno periodo silente, y extendidos hasta la segunda mitad de los años cincuenta. A tenor de lo que nos ofrece THE CLAIRVOYANT, uno parece intuir que en Elvey no puede caracterizarse más que un destajista, incapaz de extraer el potencial que podría ofrecer un argumento, en el que participó en su elaboración el especialista Charles Bennett, y que contaba con el protagonismo del entonces joven Claude Rains, unido a la en aquel entonces conocida Fay Wray, apenas un par de años después de su éxito como “la reina del grito” en KING KONG (1933, Merian C. Cooper y Ernets B. Schoedsack). Ambos encarnan en la película a al matrimonio formado por Maximus (Rains) y Rene (Wray). Él actúa en pequeños teatros como falso vidente, bajo el nombre de The Great Maximus, y para lo cual mantiene el típico lenguaje secreto utilizado para ejercer como falso mentalista. En una de las actuaciones Maximus se verá en una situación embarazosa cuando su esposa tarde en acceder a la grada superior, viviendo una abucheo generalizado, hasta que en un momento dado formule una predicción que se cumpla. Poco a poco estas se irán produciendo de manera periódica, y cuando este prediga un accidente ferroviario, adquirirá fama y notoriedad, siendo solicitado por los más conocidos representantes artísticos, hasta alcanzar una ventajosísima oferta de trescientas libras semanales para actuar en un gran teatro. Más adelante predecirá el improbable ganador de una carrera de caballos, introduciéndose en la película una creciente atracción de Christine Shaw, la hija del propietario de un periódico, hacia Maximus. En medio de un contexto de riqueza y bienestar, se insertará en el matrimonio protagonista el malestar por parte de su esposa, sin que el vidente demuestre la suficiente personalidad a la hora de zafarse de la constante presencia de Christine, en buena parte debido a que esta lo llevará a lugares y facetas tentadoras.
Sin embargo, esa capacidad de adivinación de Maximus –en la que descubrirá que el detonante es siempre la presencia de la citada Christine-, pronto conocerá matices más tenebrosos, al predecir la proximidad del accidente en una mina subterránea londinense. Convencido de la veracidad de su predicción, llegará a apelar a la sensatez de los mineros, quienes finalmente no le harán caso, aunque la tragedia se produzca. Los familiares encolerizados, acusarán al protagonista como culpable de la tragedia sucedida, y apenas los agentes podrán contener a las turbas dispuestas a linchar a quien va a ser enjuiciado, y que apenas puede alegar defensa ante un fiscal de potente oratoria que desmontará todos sus argumentos, quien finalmente solo podrá in extremis demostrar sus cualidades, debido fundamentalmente a la última presencia en la vista de Christine, con la que anteriormente había quedado en no verse más, consciente de que ella era la catalizadora de sus poderes, y que era la causante de la destrucción de su matrimonio.
El gran problema que atesora esta, con todo, curiosa THE CLAIRVOYANT, se centra no solo en la irregularidad que esgrime en su breve metraje que no alcanza los ochenta minutos de duración, sino ante todo en la indefinición que plantea en su combinación de comedia y drama, e incluso en esta última vertiente la inclusión de ese elemento sobrenatural, que a mi modo de ver se erige como el más atractivo del metraje. Esa combinación de elementos, que tan bien han funcionado en otras ocasiones, en esta ocasión se torna tosca y poco definida y, ante todo, inserta no siempre en el lugar adecuado. Y es que junto a secuencias más o menos bien planteadas o resueltas –la de la primera exhibición de Maximus, donde vive una pública humillación en el teatro, hasta que pocos instantes después descubre sus poderes, sintiendo el espectador el contacto que se establece entre el hasta entonces falso vidente y Christine; la visualización de las cercana muerte de su madre; el clímax final vivido en el juicio, en el que vaticina el salvamento y rescate de los más de cien mineros que se encuentran bajo tierra-, coexisten otras que aparecen bastante caducas. Es algo que percibiremos en los minutos iniciales en el barco, describiéndonos al matrimonio y los acompañantes o, en general, todos aquellos episodios pretendidamente cómicos, o alejados de los que centra el mayor atractivo de esta pequeña y prescindible producción británica, curiosa en la medida que muestra su inclinación por el cine de misterio, tan familiar en el cine de dicho país a lo largo de su historia, aunque su resultado no puede decirse que pueda definirse como memorable.
Calificación: 2
3 comentarios
westerner -
Juan Carlos Vizcaíno -
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