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CINEMA DE PERRA GORDA

SHIP OF FOOLS (1965, Stanley Kramer) El barco de los locos

SHIP OF FOOLS (1965, Stanley Kramer) El barco de los locos

Más allá de su característica como una de las personalidades más características del liberalismo cinematográfico emergente en Hollywood a partir de inicios de la década de los cincuenta, por encima de todo la figura de Stanley Kramer describe a un cineasta desconcertante. Siempre tendente en sus films como director –dejemos aparte su importante faceta como productor- a un alcance discursivo puesto en un destacado término, justo es reconocer que en su obra se da cita lo mejor –o, al menos, lo interesante- junto a títulos que casi desde su propio proceso de gestación estaban abocados al fracaso. Sin duda en Kramer encontramos uno de los ejemplos más paradigmáticos al respecto, de cineasta en el que cualquier valoración apriorística podría quedar de antemano rota en cualquier esquema, ya que junto a títulos atractivos, se dan de la mano otros pretenciosos, excesivamente discursivos o, simplemente, carentes de interés –y que cada uno haga establezca su tabla de valoración correspondiente-. Dicho esto, confieso que entre los títulos suyos que he contemplado, me quedo con su debut –NOT AS A STRAGER (No serás un extraño, 1955)-, el extraño atractivo de ON THE BEACH (La hora final, 1959) –aunque en ella no se deba buscar demasiada originalidad-, la capacidad de llevar a feliz término una comedia que englobaba la tradición del género en IT’S A MAD MAD MAD MAD WORLD (El mundo está loco, loco, loco, 1963) o las más cercana en el tiempo OKLAHOMA CRUDE (Oklahoma, año 10, 1973). En su defecto, dejaré de lado algunos otros de sus títulos que, pese a gozar en su momento de un desmesurado prestigio, jamás han provocado en mí más que abulia –JUDGMENT AT NUREMBERG (¿Vencedores o vencidos?, 1961) sería el ejemplo más revelador al respecto- o una película que nació vieja ya en el preciso momento de su gestación. Me refiero a GUESS WHO’S COMING TO DINNER (Adivina quien viene esta noche, 1967).

Pues bien, bajo mi punto de vista SHIP OF FOOLS (El barco de los locos, 1965) debería de engrosar esta segunda vertiente y, sobre todo, aparece como una muestra más de ese tipo de cine, anacrónico y desfasado, que Kramer practicó a partir de entonces con más frecuencia de la deseada. Enmarcada en el año 1933, un buque parte de la costa de Veracruz, embarcando en su cubierta superior una serie de personajes de alta extracción social y dispar personalidad. Nos encontramos en los prolegómenos de la implantación del nazismo, y el buque de dirige hasta Alemania, portando además de esta élite, una muchedumbre de mexicanos que huyen de su país para encontrar un refugio humanitario en Cuba. Será, como ha sucedido en tantas otras producciones –algunas posteriores, como VOYAGE OF THE DAMNED (El viaje de los malditos, 1976. Stuart Rosenberg, curiosamente contando también con Oskar Werner en el reparto)-, una producción encaminada a mostrar una galería de estereotipos, en donde con la excusa de una base argumental más o menos dramática, sirve para que cada intérprete pueda tener a través de sus respectivos roles una oportuna ocasión de lucimiento personal. Y buena parte de ello lo percibimos en una película que, si tuviera que definirla con una sola palabra, sería de la anacrónica. Anacrónica por abordar una temática que de antemano parecía desfasada, pero anticuada ante todo por los modos fílmicos que Kramer despliega a la hora de llevar a cabo este proyecto. De manera sorprendente –y no es esto ningún reproche-, descarta para la película el uso de la pantalla ancha, utiliza algunos reconocidos y célebres actores, aunque no se puede decir que apueste de forma demasiado rotunda en dicha vertiente, inclinándose quizá más por un conjunto de intérpretes que, presicso es reconocerlo, funcionan de modo muy desigual.

Y es que en última instancia, uno tiene la impresión de que SHIP OF FOOLS pilló a Kramer con el pie cambiado. A cerca de cinco décadas de su realización, cualquier espectador más o menos avezado puede percibir lo que va a suceder en cada instante –quizá ello se encuentre en la base de la novelista Katherine Anne Porter, trasladada como guión por Abby Mann; habitual de Kramer- y, sobre todo, la inmensa mayoría de su personajes, más que tales ejercen como estereotipos, dando la impresión a sus intérpretes de que estos se han servido para que ejecuten sus más conocidos “números” interpretativos. Es así, como veremos a la veterana Vivien Leigh –en el que sería su último papel para la pantalla-, reitera punto por punto-y con menor contundencia, el rol de mujer adinerada, decadente y añorante de un pasado amor, que expresó con mayor contundencia en THE ROMAN SPRING OF MRS. STONE (La primavera romana de la Sra. Stone, 1961. José Quintero). Por su parte, Lee Marvin provoca casi sonrojo en su encarnación de un brusco norteamericano, mientras que el perfil que se ofrece del nazi en ciernes encarnado por José Ferrer, deviene pueril por su superficialidad y estridencia.

No me detendré en la superficial visión que se muestra de ese cuadro flamenco que comanda un poco recomendable cabeza –es posible quizá, que bajo su estereotipada apariencia encierre más verdad que mayor parte de los roles protagonistas-, pero sí en esa sensación de film anticuado y pasado de moda. Quizá Kramer quiso potenciar esa sensación de expresar un título que nos trasladara con veracidad a la década de los años treinta –y en ello cabe destacar la magnifica prestación como operador de fotografía de Ernest Laszlo-, integrando además el conflicto de clases expresado en el contraste de los pobres campesinos que se hacinan en la parte inferior del buque, en su contraste con los adinerados pasajeros de la parte superior. Así pues, entre cenas y bailes decadentes, situaciones por lo general estereotipadas, otras que apenas se explotan –esa tensión entre obreros y los de clases altas, que tiene una circunstancia anecdótica en la muerte de uno de los primeros, saltando al océano para rescatar a un perro de uno de los jugosos pasajeros-, lo cierto es que el conjunto de SHIP OF FOOLS deviene tedioso y carente de interés, como la esporádica advertencia inicial y final –mirando a la cámara-, del diminuto actor Michael Dunn, ofreciendo un pretendido aire brechtiano al relato.

Sin embargo, sí que existe un elemento que, a la postre, se erige casi como el único verdadero motivo de interés de la función. Me refiero –por supuesto- a la relación que se establecerá entre el médico del barco –Schumann- y la denominada Condesa (Simone Signoret). El primero de ellos va a abandonar el barco a su llegada a puerto debido a una dolencia cardiaca, mientras que la segunda será acogida y probablemente encarcelada en Cuba, debido a su ayuda a los campesinos mexicanos en su revuelta –por ello, a su llegada al barco, será vitoreada-. Entre estos dos seres en los que solo parece haber lugar más que para la desesperanza –Schumann se encuentra casado y con dos hijos que le esperan en su país-, se establecerá un indeseado pero en el fondo apasionado romance, en cuyas secuencias Kramer pulsará el acelerador y logrará que la mortecina personalidad del film se eleve, ayudado convenientemente por la excelente y dolorosa química perceptible entre ambos intérpretes. Será una auténtica isla de sincero sentimiento que vivirán ambos en pocos días, y que incluso llevarán al médico a plantearse abandonar el barco cuando la condesa sea detenida. Sin embargo, y pese a que ambos hayan vivido quizá los únicos días de amor verdadero en el conjunto de sus vidas, tal decisión no se llevará a cabo. Por ello, la vida de Schumann ya no tendrá sentido, falleciendo en la cubierta del barco después de una fuerte ingestión de licor.

El barco llegará a su destino –acompañado de una altisonante e innecesaria música de fondo-. El detalle de un soldado que porta en el brazo la esvástica nazi nos alerta de la próxima llegada del III Reich, mientras pacíficamente van desembarcando todos los pasajeros –los de clases desfavorecidas ya lo hicieron previamente en Cuba-. En medio de dicho desembarque, de forma discreta, un sobrio ataúd de madera contendrá los restos de Schumann, siendo esperado por su esposa y sus dos hijos –de sospechosa raza aria-. En dicho arcón de madera se encierra una breve y sincera historia de amor, que no por breve dejó de ser intensa y que, al nivel que nos ocupa, ofrece lo más valioso de esta película ciertamente poco memorable.

Calificación: 1’5

1 comentario

Jorge Trejo -

NO COMENTASTE LA RELACIÓN ENTRE EL CAPITAN DEL BARCO (INTERPRETADO POR CHARLES KORVIN) Y SCHUMANN