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CINEMA DE PERRA GORDA

TINKER TAILOR SOLDIER SPY (2011, Tomas Alfredson) El topo

TINKER TAILOR SOLDIER SPY (2011, Tomas Alfredson) El topo

Al margen de que hasta el momento su andadura como director en la gran pantalla ha sido más bien escueta –por el contrario, esta se ha centrado en el medio televisivo-, he de reconocer que hasta la fecha no había contemplado ninguno de los pocos títulos que el sueco Tomas Alfredson había firmado, siendo TINKER TAILOR SOLDIER SPY (El topo, 2011) el primero que he podido apreciar. Revestido de una más que notable acogida crítica, y tomando como base una novela de John Le Carré, que bastante años atrás diera como fruto una muy recordada serie televisiva, lo cierto es que ya de entrada hemos de reconocer la valía de la propuesta de Alfredson, aunque del mismo modo quizá esa catarata de elogios recibidos en su momento, hayan hecho mella en mí a la hora de sentir una relativa decepción. Decepción que no se centran en el hecho de las debilidades del film –dotado de una estructura corpórea y prácticamente definido sin fisuras-, sino de la sensación que aprecio de asistir a una propuesta de cine de espías que, en realidad, no aporta nada a lo que en el pasado, lo hicieran, títulos menos prestigiados, como FUNERAL IN BERLÍN (Funeral en Berlín, 1966. Guy Hamilton), THE DEADLY AFFAIR (Llamada para un muerto, 1966. Sidney Lumet), o más reconocidos, como la previa THE SPY WHO CAME IN FROM THE COLD (El espía que surgió del frío, 1965. Martin Ritt) –las dos últimas también surgidas de la pluma de Le Carré- o tantos y tantos exponentes del mismo. Es decir, que para valorar en la medida que merece, la enrevesada y, en el fondo, poco sorpresiva trama en la que se basa TINKER TAILOR SOLDIER SPY, debemos dejar de lado lo que se nos propone en sus minutos iniciales –en donde Control (un eminente John Hurt), manda hasta Hungría a un emisario para descubrir que espía se ha introducido en el denominado Circus británico –una especie de elite de los servicios secretos de inteligencia-, cayendo en apariencia muerto en el desempeño de su función en el país de la Europa Oriental. A partir de ese momento, el entramado dramático del film se fraguará en una serie de investigaciones y continuas sospechas en torno a todos los componentes de ese reducido grupo de espías, que desarrollan su labor en plena Guerra Fría –aunque en la película prácticamente se les vea casi siempre reunidos en una amplia mesa redonda-. Para poder resolver el caso y descubrir cual de ellos es la que podríamos denominar “manzana podrida” del mismo, se reclutará y sacará de un determinado ostracismo al veterano George Smiley (un Gary Oldman en el que quizá sea el rol más memorable de su carrera, desprovisto de los histrionismos que le caracterizaran en el pasado).

A partir de establecer la misión, Control establecerá que ese espía introducido en los servicios secretos ingleses se reduce a cinco personas, entre las que se podría encontrar el propio Smiley. En realidad, si se ha de buscar algo nuevo en una película de estas características, un cierto grado de decepción se encontrará al espectador predispuesto a una propuesta tipo THE BOURNE IDENTITY (El caso Bourne, 2002. Doug Liman) o dominada por los planos cortos y una narrativa tan en moda en nuestros días, como espero caduca lo antes posible. Sin embargo, lo que hace atractivo –y, por momentos, apasionante- el film de Alfredson, no reside en el contenido –con ser este valioso-, sino en la manera con la que es plasmado en la pantalla. La capacidad que alberga a la hora de describir un Londres dominado por la grisura de principios de los setenta, en el que apenas hay lugar para exteriorizar cualquier mínimo atisbo de optimismo existencial. Lo ofrece en una puesta en escena medida, calculada y, sobre todo, sinuosa, en la que los movimientos de cámara parecen erigirse como discretos testigos de sucesos que en su mayor parte están revestido por conversaciones, gestos, algunos hechos violentos que en ocasiones incluso no son más que una farsa. En realidad, la propuesta de Alfredson y Le Carre –que también ejerce como uno de sus numerosos productores ejecutivos-, accede a ese casi misterioso status, merced a la comunión de la insinuante capacidad visual del realizador sueco, junto a la fotografía grisácea y casi áspera de Hoyte Van Hoytema, unido a la excelencia de un reparto en el que el engrase es casi perfecto –aunque no por ello deje de destacar a los ya citados Oldman, Hurt y el joven Tom Hardy-.

A partir de dichas premisas, en realidad el drama del film se centra en el análisis de las sospechas y debilidades de todos los posibles sospechosos, hasta que el destino revele la identidad de uno de ellos, que bien podría haber sido otro, ya que no es ese el objetivo de la propuesta. En TINKER TAILOR SOLDIER SPY interesa más esa amarga y casi desesperanzada visión que se ofrece de la condición humana, plasmada a través de esos privilegiados agentes que en el fondo no confían ni en ellos mismos, erigiéndose como esas fichas del simbólico tablero de ajedrez que es la propia existencia. Esa sensación de ausencia de asideros morales, la eterna sospecha entre unos y otros, en la separación que uno de los sospechosos –que esconde su condición homosexual- realizará de su pareja, la utilización que se realiza de varios de sus personajes, como la que brinda Smiley con el joven Ricky Tarr (Hardy), al que enviará a Paris sabiendo que lo que le propone a cambio no va a poder ser cumplido. O, sin duda, la manera con la que concluirá el caso, rompiendo el ritmo que hasta entonces ha adquirido su metraje previo, y cuyo magnífico fondo sonoro y la propia planificación del mismo, incide en esa auténtica ruleta de la fortuna que en realidad trasciende por encima del un tanto enrevesado planteamiento dramático del film. Una película de la que, lo reconozco, esperaba un poco más, Pero solo en la medida de algunas entusiastas valoraciones que efectuaban algunos compañeros con los que coincido habitualmente. Hecha esta pequeña observación, no cabe duda que nos encontramos ante un más que interesante relato cinematográfico y, sin duda, un retorno al cine de espías, serio y comprometido, quizá un tanto abandonado en los últimos años, en beneficio de propuestas más frívolas y dominadas por la espectacularidad.

Calificación: 3

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