Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

BROOKLYN'S FINEST (2009, Antoine Fuqua) Los amos de Brooklin

BROOKLYN'S FINEST (2009, Antoine Fuqua) Los amos de Brooklin

El paso de los años, ha generado una constante sucesión de títulos de índole policíaca, dominadas por la problemática racial, el stress de la vida cotidiana de las grandes urbes norteamericanas, y un desencanto en torno al funcionamiento de los órganos de la Ley, hasta conformar un conjunto en el que el nihilismo se erija prácticamente como norma de comportamiento. No son nuevos estos planteamientos en las pantallas. Podemos remontarnos a títulos canónicos como el excelente PRINCE OF THE CITY (El príncipe de la ciudad, 1981) y otros exponentes en el cine de Sidney Lumet, a la obra de Spike Lee, o incluso a títulos previos del autor del film que centra estas líneas BROOKLYN’S FINEST (Los amos de Brooklyn, 2009. Antoine Fuqua). Ya hace algunos años –en concreto en 2001- TRAINING DAY (Día de entrenamiento, supuso en realidad la puesta de largo de este previo director de vídeos, quien con el paso de los años logró configurar una filmografía en la que incluso se centran propuestas de aventuras bastante apreciables, como KING ARTHUR (El Rey Arturo, 2004). Con el paso del tiempo, la andadura de Fuqua ha ido diversificándose en diversas vertientes –cortos, productos televisivos-, pero parece que con BROOKLYN’S FINEST retoma y amplia los logros que alcanzara con aquel TRAINING DAY, pese a lograr menor eco que en aquella ocasión –en que la película alcanzó un Oscar para Denzel Washington y una paradójica nominación al mejor actor secundario para un espléndido Ethan Hawke cuando, reloj en mano, aparecía en pantalla, más tiempo que el galardonado-.

De aquella ya un poco lejana película, Fuqua aprovecha la presencia de un Hawke más curtido y cada día mejor actor, quien se erige en uno de los tres protagonistas de las tres historias que configurarán el mosaico coral de sendos seres que viven su vida como policías en un New York caótico, y del que no pueden desprenderse de unos problemas de distinta índole que asfixian o, simplemente, han acabado por anular su existencia como auténticos seres humanos. El primero de ellos será el veterano es Eddie (magnífico Richard Gere), un agente que deambula como un auténtico espectro, esperando se cumplan los siete días que le quedan para poder jubilarse, y que solo tiene como mero consuelo su casi mecánico sexo con una joven de la que en realidad tampoco se siente enamorado. Otro de ellos es Tango (no menos notable Don Cheadle), acuciado entre el respeto y el cumplimiento de la Ley, pero que se encontrará ante la encrucijada del seguimiento a la misma, y la lealtad hacia un delincuente que en un momento dado le salvó la vida. Finalmente, el tercer vértice del triángulo, y quizá el más dramático emocionalmente, será el que plantee Sal (un Hawke admirable; atención a sus miradas en momentos clave antes de realizar actos reprobables, como el asesinato con el que se iniciará la película en la persona del soplón encarnado por el siempre magnífico Vincent D’Onofrio). Sal ha sido durante años un agente cumplidor de los mandatos de su profesión, pero en un momento dado entiende que ello no sirve ni siquiera para poder alcanzar un nivel de vidas mínimamente confortable –su esposa se encuentra a punto de dar as luz gemelos, sufriendo las consecuencias de la humedad que genera su limitado hogar-. Esta circunstancia casi le obligará, aunque ello le lleve a vivir un constante tormento, a actuar intentando llevarse el dinero que localice en las acciones policiales encaminadas en la captura de droga –en un momento dado llegará a señalar a su compañero que en realidad esos montantes no son revertidos en la sociedad por sus superiores-.

Así pues, BROOKLYN’S FINEST se erige como un terrible cuadro social en el que prácticamente sus personajes se irán encontrando ante un progresivo callejón sin salida. Cierto es que Fuqua en ciertas ocasiones abusa en exceso en la verborrea característica de los delincuentes de color, e incluso en algún momento el aspecto violento del film no quede lo suficientemente medido.- Sin embargo, ello no nos impide asistir a un relato que demuestra una mayor madurez al ser comparado con el citado y en su momento tan alabado TRAINING DAY –curiosamente, en esta ocasión, la crítica americana recibió la película con bastante desdén-. La misma se erige como una mirada bastante desoladora –por su características me recordó otro título también infravalorado hace unos años; DARK BLUE (2002, Ron Shelton)-, en torno a ese submundo que en realidad se esconde en las alcantarillas de lo que en teoría deberían ser las instituciones sobre las que el ciudadano ha de encontrar su máximo grado de defensa. Y la agudeza del planteamiento del film, nos revela que el propio ciudadano apenas valora la labor de esos agentes que se juegan la vida por unos sueldos en ocasiones infrahumanos que precisamente por ello, o bien tendrán que incurrir en esos mismos delitos que en teoría deben perseguir o, quizá lo que es peor, en el fondo no encuentren en el desarrollo de su profesión, más que la piedra de eje del hundimiento de su personalidad. Todo ello es plasmado por Fuqua con un considerable sentido del rimo, sabiendo al mismo tiempo equilibrar las corrientes actuales dentro del género de acción, sin que ello le lleve a incurrir en excesos en los que con facilidad podría haber recaído otro cineasta más dado a la acción pura y dura, y sin el más mínimo sentido de la puesta en escena.

Por fortuna, y pese a encontrarnos en un terreno en el que casi resulta inevitable contemplar episodios caracterizados por una gran violencia, lo cierto es que existe en BROOKLYN’S FINEST un fuerte componente de sincera compasión hacia tres seres que navegan en aguas cenagosas de las que prácticamente apenas pueden emerger. Y es curioso –y supongo que no supondrá una elección casual al respecto-, que el único superviviente de nuestros protagonistas, sea el que menos apego a la vida ha venido manifestando a lo largo del relato. Es decir, una vez más ese aliento nihilista que preside todos y cada uno de los fotogramas de esta película que podrá gustar por igual a los amantes del cine de acción, que a aquellos que aprecien en este subgénero una mirada sombría y casi sin posibilidad de salida, emanada por una sociedad consumista. Un mundo amante de la ganancia fácil, en el que el ejercicio de la delincuencia en realidad se extiende al conjunto de una sociedad en constante, peligroso y casi incendiario estado de ebullición. Dentro del cual esos estallidos delictivos no suponen más que la manifestación más de una sociedad en constante estado de descomposición. Es por ello que esos planos finales de Eddie, que no concede la menor importancia a haber sido partícipe de una operación policial que ha salvado la vida de unas jóvenes secuestradas e inducidas a la prostitución –paradójicamente cuanto ya ha entregado sus atributos como agente de policía-, no suponen más que la constatación de un fracaso existencial y, por consiguiente, una metáfora del hundimiento de un sistema cuyas raíces democráticas se encuentran por completo putrefactas.

Calificación: 3

0 comentarios