Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

CHRISTOPHER STRONG (1933, Dorothy Arzner) Hacia las alturas

CHRISTOPHER STRONG (1933, Dorothy Arzner) Hacia las alturas

Conocida a través de su nombre por ser prácticamente la única directora existente en el Hollywood de los años treinta, y del mismo modo apenas apreciada a través de su obra, de antemano he de reconocer que el visionado de CHRISTOPHER STRONG (Hacia las alturas, 1933) supone para mi el primer contacto con la filmografía de una realizadora que se extendió en poco más de una quincena de títulos, hasta su retirada en 1943 –falleció en 1979 con ochenta y dos años de edad-. Por algo se empieza, y he de reconocer que de entrada no esperaba demasiado, a través de la frivolidad que transmiten los primeros minutos de esta producción de la KO Pictures –aún no había llegado la RKO-, en la que se describe un ambiente de alta sociedad, donde sus jóvenes pupilos se plantean en una fiesta una serie de juegos sobre sentimientos. Lo que en un principio se puede establecer como una película –que no llega a alcanzar los setenta minutos de duración-, caduca e irrelevante, poco a poco va adquiriendo carta de naturaleza, siempre dentro de la modestia de su planteamiento. Un planteamiento que se establecerá en la oposición entre dos seres totalmente antitéticos. Por un lado la figura de la fuerte y masculinizada Cynthia Darrington (Katharine Hepburn) –a la que no costaría trasladar como un trasunto de la propia realizadora- , una joven y aguerrida aviadora a la que se ha elegido como representante de uno de esos estériles juegos, por ser una mujer que alardea de no haber amado a nadie nunca. Por su parte, otro de los juegos traerá a Sir Christopher Strong -Colin Clive, bien diferente y demasiado envejecido, en comparación a su rol en FRANKENSTEIN (El Doctor Frankenstein, 1931. James Whale), definido en su demostrado amor hacia su esposa Eleine (Billie Burke), y padres ambos de Mónica (Helen Chandler). Lo que podría parecer una paradoja del destino, pronto se irá convirtiendo en una casi increíble realidad, puesto que dos seres tan opuestos en su pensamiento y comportamiento como Cynthia y Christopher, ambos relevantes en sus respectivas profesiones, y caracterizados por el hecho de suponer destacados exponentes de sendas formas opuestas de entender la existencia, quedarán unidos precisamente a través de dicha oposición. Para el político, el encuentro con la aviadora supondrá la apertura hacia un mundo que hasta entonces se mantenía cerrado, mientras que esta verá en él una sensibilidad de la que hasta entonces jamás había gozado. Se abrirá para ellos una relación amorosa que permanecerá ajena a la esposa de Christopher, mientras que la hija del matrimonio quedará repudiada por su madre al ligar esta a un joven y atractivo muchacho que se encuentra casado –Harry Rawlinson (Ralph Forbes)-.

En definitiva, lo que poco a poco propone con un conseiderable sentido del ritmo, utilizando de manera muy especial los silencios y las miradas de sus intérpretes, es el desmoronamiento de un mundo anacrónico –especialmente el representado por el matrimonio Strong-, aunque la fuerza del representado por la aguerrida aviadora, en el fondo no sea aún suficiente para proponer una renovación y, sobre todo, una sensación de que la sociedad de aquellos primeros años treinta, se encontraba aún convulsa en plena gran depresión –aunque la misma se desarrolle en ámbitos de la alta sociedad-. En ellos se plasmará la posibilidad de aceptar determinados códigos de comportamiento y libertad de sentimientos que, de manera progresivamente dramática, irá introduciendo la realizadora con un considerable sentido de la sensibilidad. Secuencias como la que permite contemplar a la esposa del Christopher a los dos amantes –cuando en realidad ambos se están despidiendo del romance que han mantenido en realidad casi a distancia-, son reveladoras de una mujer que sabía trasladar a la pantalla con sensibilidad el sentimiento amoroso, sino con una personalidad especialmente definida, si al menos a la altura del nivel medio esbozado por nombres como Gregory La Cava o John Cromwell –dos de los directores más recurrentes de la productora en aquellos años-. Dentro de ese conjunto, la Arzner demuestra un nada desdeñable sentido de la delicadeza, y sobre todo, cabría destacar CHRISTOPHER STRONG como una auténtica película puente, dentro de la implantación del nefasto código Hays. Realizada en 1933 –año en que este se implantó-, estoy convencido que caso de haberse filmado apenas un año antes, la conclusión del film no hubiera adquirido el alcance trágico que propone. Sin embargo, y sin que ello sirva como elemento de justificación, hay que reconocer que la elección de dicho final propondría una insólita catarsis en el cine de aquellos tiempos y, quizá por ello, la contundencia de ese esfuerzo casi sobrehumano de Cynthia por superar todos los records de altura, queden superpuestos –un detalle de puesta en escena magnífico- a los recuerdos gratos y menos gratos que han forjado una relación que jamás ya va a poder prolongarse en el tiempo. En definitiva, y pese a su aparente corto alcance, no cabe duda que la propuesta de la Arzner sigue manteniendo parte de su vigencia, sobre todo sostiene sus costuras vigentes ocho décadas de su realización y, sobre todo, invita al seguimiento de todo aquello que pueda llegar hasta nosotros de su obra –lo cual, cierto sea de paso, no resulta tarea fácil-. Lástima que el enunciado dramático que permite la conclusión del relato no llegue hasta sus últimas consecuencias –da la impresión que el rodaje pilló la misma en plena implantación del señalado código Hays-, proponiendo la tragedia absoluta que no solo se cernirá con la joven accidentada, sino ante todo en los personajes que, con vida, tendrán que sufrir en sus conciencias el hecho de haber sido copartícipes de la misma.

Calificación: 2’5

0 comentarios