FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELL (1973, Terence Fisher) [Frankenstein y el monstruo del infierno]
Nos encontramos en 1973. Corren malos tiempos para la cinematografía mundial. El sistema de cine de estudios ha firmado años atrás su acta de defunción años atrás y, con él, toda una concepción de la producción que permitió las trayectorias de grandes directores y técnicos fundamentalmente en Hollywood. Esta situación se hizo igualmente patente en una cinematografía como la británica –siempre tan dependiente de USA en esta materia-. Y ello también tendría su lamentable plasmación dentro de la entonces aún no suficientemente revalorizada Hammer Films, que en aquellos años se encontraba agonizando tras una larga trayectoria y cerca de dos décadas aportando al cine fantástico varios de sus títulos mas relevantes y renovadores. En su lugar y ya desde finales de los 60, se había adueñado una estética televisiva, una zafiedad visual que en estos años se contagió incluso a artesanos en ocasiones inspirados como Roy Ward Baker, caracterizando nombres en su momento valorados inmerecidamente como Peter Sazsdy –entre otros-. Es en este marco genérico, dominado por unas puestas en escena caracterizadas por una vulgaridad y fealdad visual, donde el verdadero maestro de la productora, el humilde y por ello grande Terence Fisher quedaba arrinconado del protagonismo de la Hammer, teniendo finalmente acomodo para realizar el que sería su último film. Su inesperado testamento cinematográfico –algo tiene de ello la cinta, pese a que el realizador viviría hasta 1980-, logrando superar tanto la escasez de medios como la infausta estética predominante en el cine de la productora en su agonía.
FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELL –solo vista en España mediante ediciones digitales o emisiones televisivas-, constituye casi un exorcismo cinematográfico. Bajo su apariencia de macabro serial, la quinta y última andadura urdida por Fisher –bajo el guión de John Elder- en este su postrer recorrido por el personaje del doctor Frankenstein, es inevitable señalar antes que nada el aspecto seventies que su look visual ofrece –algo así como le sucedía al propio Hitchcock con FRENZY (Frenesí, 1972)-. Sin embargo, en el haber de un realizador está el logro palpable de narrar una historia terrible y sórdida, en la que casi no hay asidero alguno para el espectador, de una forma clásica, yendo siempre al grano, despojado de florituras estéticas, no olvidando jamás el uso de la dirección artística –ya evidente en la secuencia que se desarrolla durante los títulos de crédito en un cementerio del que se aprovecha visualmente su siniestra iconografía-. No vamos a ocultar que algunas –pocas- ocasiones surjan zooms a veces justificable, que el personaje del director del aterrador psiquiátrico no entre en la severidad de la narración o aparezcan algunos otros detalles que impiden calibrar este FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELL como un título absolutamente logrado. Vayamos en primer lugar a comentar brevemente su argumento: el dr. Simon Helder (Sahne Briant) es capturado in fraganti en plenos experimentos retomados de las enseñanzas leídas sobre el dr. Frankenstein. El tribunal condena al joven a cinco años de estancia en un manicomio regido por un desequilibrado personaje que deja al joven en manos de dos sádicos enfermeros que lo torturan cruelmente con una manguera disparando el agua a tal potencia que dejan destrozada su espalda. En ese momento hace su entrada Frankenstein –dr. Victor en el centro-, que realmente domina el mismo en base a la información obtenida por el incesto cometido por el actual director con su ayudanta Sarah (Mandolyn Smith). Muy pronto Helder se convierte en el ayudante de Victor –que tiene las manos quemadas e imposibilitadas para practicar la cirugía-, alcanzando entre ambos ofrecer vida inteligente a una horrible criatura fruto de los experimentos del veterano científico. Para ello se simula el fallecimiento de un interno caracterizado por su destreza artesanal en las manos, y finalmente se escenifica el suicidio de un extraño personaje que toca el violín con belleza en medio del reinado de gritos y lamentos que domina este establecimiento, caracterizando además el personaje por sus amplios conocimientos matemáticos. El suicidio misteriosamente prohibido no puede ser más cruel: su víctima se ha colgado utilizando las cuerdas del violín que utilizaba.
Una vez la víctima logra la vista, la mente y el uso de unas manos, Frankenstein llega a plantearse el apareamiento del monstruo con la joven Sarah al objeto de lograr la prolongación en la descendencia de la criatura. A partir de estas situaciones, el monstruo cobra conciencia de su deformidad, de la tortura que le provoca esta situación, logrando escapar hasta el cementerio y desenterrar la tumba donde verá –aterrado- el cuerpo al que perteneció su cerebro. Retorna al psiquiátrico donde asesina a su director, siendo finalmente despedazado por los internos y rematado a balazos por los guardas de la institución. En medio de este climax, y merced a un nuevo schock como el que tuviera en su infancia, Sarah logra recuperar la voz, mientras la cámara se aleja manteniendo los proyectos del dr. Victor –Frankenstein-, de cara a realizar nuevos experimentos de la misma índole pero más perfeccionados.
Como se puede deducir de este argumento, FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELL constituye casi un catálogo de situaciones, momentos y elementos acumulados en las cuatro anteriores variaciones sobre el mito de Frankenstein. Sin embargo, en este caso esa demostración adquiere un carácter de exorcismo, de estar ubicado fuera de época, de severidad en un tratamiento que en ocasiones no deja de asomar su aroma perverso. Algo especialmente centrado en los en apariencia peligrosos inquilinos que salvaguarda el dr. Victor –un anciano que se cree Dios, el viejo escultor y el inteligente y veterano intérprete de violín y experto matemático-. Todo tiene en la película un aire de serial austero, como lo tiene la excelente –una vez más- prestación de Peter Cushing (nadie va a negar a estas alturas su talento pero es evidente que se nota en esta película pese a su ya avanzada edad como disfrutaba el estar dirigido por su maestro; hay un momento incluso en que su interpretación física le lleva a alzarse con agilidad sobre una mesa, mientras que en otro deja bien patente un muy soterrado sentido del humor).
Pese a la notable carga de interés y la singularidad que atesora su metraje, no se puede decir que FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELL sea un film redondo. Ya he señalado algunas de sus limitaciones, pero hay que constatar de todos modos que quizá suponga el último título brillante de Hammer Films, una inclasificable rareza para el cine fantástico de la época –más entregado ya a otras coyunturas que contribuyeron a degenerar su lenguaje- y, evidentemente, un muy interesante exponente que constituyó, por enfermedad del propio Fisher o quizá por falta de confianza en los productores, el involuntario testamento cinematográfico del autor. Por aquellos años nombres como Mankiewicz y algunos otros entraban en ese lamentable capítulo de la historia del cine, que despojaba de la misma a algunos de sus más admirables representantes. Algunos –los dos mencionados- lo dejaron para siempre, otros tuvieron que acometer realizaciones indignas de su talento, mientras que con el paso de los años fueron pocos los que pudieron remontar –siquiera fuera parcialmente-, unas carreras seccionadas en un periodo como el que relatamos, tan incierto y desasosegador como el que ofrece esta interesante FRANKENSTEIN AND THE MONSTER FROM HELL.
Calificación: 3
Comentario insertado en la web Cinefania en junio de 2003 y reelaborado con posterioridad
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