SEVEN PSYCHOPATHS (2012, Martin McDonagh) Siete psicópatas
En 2008, el público descubrió una extraña y magnífica comedia negra titulada IN BRUGES (Escondidos en Brujas, (2008), a través de la cual tenía su presentación cinematográfica el nombre de Martin McDonagh, conocido por su pasado como dramaturgo –aunque ya en 2004 realizara su debut en la gran pantalla con el escarizado cortometraje SIX SHOOTER-. Era evidente que en la película se articulaban una serie de constantes que quizá nos podrían remitir a la literatura del absurdo, todo ello tamizado por referencia al origen irlandés del director y dramaturgo, el mundo católico en el que se ha imbuida su sociedad originaria, la violencia nada oculta de sus planteamientos y, por encima de todo, un soterrado nihilismo existencial, casi de aceptación de un destino que deviene tan trágico como, por momentos, revestido de una extraña y aterradora belleza.
Todo ello se describe en SEVEN PSYCHOPATHS (Siete psicópatas, 2012), trasladado el mundo de un Hollywood en el que se desarrollará la tragicómica andadura de Marty (estupendo Colin Farrell), un joven guionista que busca la inspiración para desarrollar un guión titulado como la propia película. Atascado en la elaboración del mismo –como el William Holden de PARIS - WHEN IS SIZZLES (Encuentro en Paris, 1964. Richard Quine)-, finalmente tendrá que buscarse la ayuda de su amigo, el alocado Billy (delirante Sam Rockwell), al que acompañará el veterano Hans (eminente Christopher Walken, lo mejor del reparto). Estos dos últimos se dedican al secuestro de perros, logrando subsistir con la entrega de los mismos a sus propietarios cuando estos han ofrecido una recompensa. Sin embargo, un día tendrán la mala suerte de secuestrar el pequeño perro que idolatra Charlie (Woody Harrelson), un violento mafioso que no dudará en utilizar toda su artillería para lograr recuperar a su mascota, sobre todo tras conocer la procedencia de sus secuestradores.
En la combinación de su inclusión dentro del tipo de producciones centradas en el “cine dentro del cine” –aspecto este en el que la propuesta reviste cierta originalidad-, y su adscripción al mundo temático de McDonagh, la película se inicia de forma ciertamente temible, remedando ecos del cine de Tarantino –esos dos jóvenes matones que no dejan de soltar tacos, hasta que inesperadamente son abatidos a tiros por un inesperado y misterioso asesino encapuchado-. Será el inicio de una singladura en la que lo grotesco, ese extraño sentido del humor inherente al cineasta, y una excesiva presencia de elementos violentos, se combinarán de manera en ocasiones tan caótica como en otras, admirable. Sin alcanzar la unidad que caracterizaba el film precedente, no cabe duda que SEVEN PSYCHOPATHS se erige como un producto atractivo, rodado no tan a contracorriente como pudiera parecer a primera instancia, en el que curiosamente la implicación dentro del mundo cinematográfico, se establece ante todo a través de la crisis creativa del protagonista. Es a partir de dicha premisa, cuando el metraje se establece en una serie de disgresiones que entremezclarán aspectos realistas con otros emanados por la elucubración de sus protagonistas. Esto se manifestará en la incardinación de personajes y situaciones reales, por más que la descripción de los mismos y sus comportamientos adquieran tintes en ocasiones aspectos grotescos dentro de la crueldad de sus perfiles y acciones. Todo ello, sin embargo, aparecerá progresivamente hilvanado dentro de una casi milagrosa confluencia de invención y realidad, en la que el espectador no sabrá si revestirá tintes más aterradores.
Limitada bajo mi punto de vista por una cierta dispersión en las subtramas que se van desarrollando en el metraje, al tiempo que una excesiva dosis de violencia –mucho más tamizada en la previa IN BRUGES-, SEVEN PSYCHOPATHS brilla más cuando hace de la relativa contención su principal arma –incluso cuando en ella se de cita el componente violento-, que cuando el alcance grotesco de la misma –imitando de nuevo el componente tarantiniano- hace acto de presencia. Ello no impide que en algunas de estos últimos episodios por su propia desmesura aparezca una extraña poesía –esa plasmación del elucubrado tiroteo en pleno cementerio-. Sin embargo, uno se queda antes con aquellos instantes en donde se establecen disgresiones existenciales, en donde se ponen en tela de juicio la trascendencia, sobre todo de cara al personaje del cuáquero Hans, hombre paciente dentro de su soterrada violencia, caracterizado por un pasado lleno de sufrimientos, y en cuya descripción y comportamiento se plasmarán buena parte de los mejores momentos del film –sus estremecedoras y esperanzadoras apreciaciones instantes antes de morir acribillado; la oportunidad dramática que se ofrece a su personaje al escuchar poco después Marty sus impresiones en grabadora tras haber leído su guión-.
Mordaz en no pocos instantes, excesiva en algunos otros, conteniendo un casi delirante epílogo, manteniendo el interés de un cineasta y dramaturgo que quizá aún tenga bastantes cosas que decirnos, aunque su supuesta originalidad cada vez se encuentre más dispuesta en un callejón sin salida, embellecida en algunos de sus instantes con el fondo sonoro de Carter Burwell, lo cierto es que SEVEN PSYCHOPATHS supone la ratificación de una personalidad cinematográfica digna de ser tenida en cuenta. Sin embargo, puede que en ella ya empecemos a ver las fisuras de sus costuras. Tiempo al tiempo.
Calificación: 3
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