¡ATRACO! (2012, Eduard Cortés) ¡Atraco!
El cercano recuerdo de la fracasada THE PELAYOS (2012), quizá fuera motivo suficiente para desistir del visionado de ¡ATRACO!, realizada también en el mismo año por el propio Eduard Cortés. Sin embargo, a veces ese sexto sentido que en ocasiones nos acompaña, me animó a afrontar esa extraña historia desarrollada en los años cincuenta entre Argentina y la España franquista. Un argumento centrado en los avatares sufridos por las joyas de la difunta Eva Perón, como eje para sostener una tragicomedia que en su propia configuración se va erigiendo con un resultado cada vez más atractivo, hasta culminar de manera casi conmovedora, consolidando los valores que, insertos de manera equivocada, hubieran provocado el mismo o superior fracaso que en el título anteriormente citado. Sin embargo, sucede todo lo contrario. Encontramos en la película una extraña combinación de equilibrio en sus distintas tonalidades y elecciones formales y de producción. De entrada nadie podría aprobar la ambientación preciosista de la España de aquel terrible periodo de la dictadura, pero hay que reconocer que funciona en un relato que pese a todo adquiere un cierto aire de fábula.
¡ATRACO! se inicia con el desarrollo del atraco a una joyería del Madrid de 1955, donde sus dos asaltantes aparecen como oficiales del ejército y uno de ellos huye herido de la misma. De inmediato nos trasladamos en flash-back a Panamá, al entorno que rodea la figura del general Juan Domingo Perón, depuesto de su mando en Argentina, y con intención de ser acogido en esa España franquista a la que tanto ayudó años atrás, pero cuyas autoridades se encuentran reacias a admitir dado la condición de excomulgado por el Vaticano del dirigente. Para poder establecer las negociaciones oportunas, de entrada se facultará al veterano, elegante e introvertido Landa (extraordinario Daniel Fanego), quien propondrá y llevará a cabo el empeño en España de las custodiadas joyas de la desaparecida líder justicialista, conservadas como un auténtico tesoro que va más allá de su propio valor material. Con ello pretenderá lograr un capital suficiente para poder mantener el tren de vida de Perón una vez logre el ansiado exilio en España. Por las mismas el enviado logrará cinco millones de pesetas, con la promesa de poder ser recuperadas pagando intereses una vez logren la oportuna financiación. A ello accederá el propietario de una céntrica joyería, de la cual saldrá Landa seriamente afectado de una insuficiencia respiratoria que le llevará hasta una clínica, en donde será atendido con especial delicadeza por la joven Teresa (Amaia Salamanca). Este, agradecido, prometerá a la enfermera mandarle un obsequio, retornando hasta Panamá con la misión cumplida. Sin embargo, un imponderable en apariencia absurdo estará a punto de dar al traste con la operación; la inoportuna visita de la mujer de Franco a la joyería donde sus empleados –desconociendo las circunstancias en que se encuentran las joyas- le han enseñado sus piezas, de las cuales se ha encaprichado –es conocida la circunstancia de que Carmen Polo nunca pagaba las que “adquiría” en las joyerías-. El inesperado hecho provocará que Landa reclute a dos peronistas para que viajen hasta Madrid y, en confabulación con el joyero, ejecuten un atraco y recuperen las joyas que, a su vez, devolverían al propietario, logrando con ello impedir la ingerencia de la esposa del Caudillo. Para llevar la operación se elegirá a un fervoroso de la figura de Perón –Merello (magnífico Guillermo Francela)- y de manera inesperada al joven y torpe Miguel (no menos brillante Nicolás Cabré). Este es un muchacho que ha llegado hasta Landa, hijo de una amante que este tuvo en el pasado, y al que ha recomendado para actuar en un café, con penosos resultados. Ambos viajarán hasta Madrid e intentarán llevar a cabo el plan trazado, estableciéndose una extraña química entre los dos, pese a la ineptitud de Miguel, y el fervoroso peronismo de Merello, un hombre que evoca a su fallecida esposa Evita como una diosa, y que siendo joven contempló de cerca la muerte, hecho por el cual no tiene el menor miedo a la llegada de la misma. El encuentro de Miguel con Teresa para llevarle un disco que Landa le encargó le fuera entregado, iniciará una relación que, en última instancia será un detonante una vez se ejecute el asalto, y entren en escena dos oficiales de policia. Uno veterano, muy corto de vista pero de enorme intuición –Naranjo (Jordi Martínez)-, y otro joven, más ambicioso –Ramos (Oscar Jaenada), opuesto en los métodos al del veterano agente-.
Así pues, ¡ATRACO! Se inicia con esa secuencia noqueante del atraco, para posteriormente retrotraernos un poco en el tiempo para describir con tintes de moderada comedia el entorno de la figura de Perón –a quien solo se mostrará en un instante muy en segundo término-, describiéndolo como un ser entregado a conquistas amorosas y habiendo olvidado la figura de la difunta Eva. No obstante, sigue teniendo fervorosos de su figura y, con ello, nos trasladaremos a una España embellecida con un diseño de producción de marcado carácter retro que, si bien podría parecer alejado de la realidad del momento, contribuirá a dotar de personalidad propia al film. Será el contexto en el que tendrán que actuar Merello y Miguel, describiendo con especial acierto ese aliento tragicómico que irá estableciéndose en el relato a través de sus acciones. La singular filosofía existencial que el primero esgrime en sus evocaciones, servirán para que se establezca una creciente complicidad con el siempre timorato Miguel y, con ello, el discurrir del film vaya adquiriendo una extraña patina de sensibilidad. Poco a poco el espectador comienza a empatizar con la pareja de protagonistas, sintiendo en carne propia las desastrosas consecuencias de ese atraco que, entonces sí, adquirirá su definitivo alcance. A partir de ese momento, la singladura de los dos pobres hombres que, en realidad, han sido utilizados para mantener la continuidad de un militar impresentable, serán acorralados a partir de un gesto de suprema torpeza por parte de Miguel; haber caído en las garras del inesperado romance con Teresa, prometiéndole un trébol de plata que se encontraba en la joyería. Será el elemento de base que servirá para los agentes de policía den con ellos, siendo encarcelados sin que revelen el lugar donde han escondido las joyas –han sido acusados por un robo irrisorio, ya que el joyero en el último momento decidió sustituir el material expuesto por otro de mucho menor valor-. Cuando el espectador ha empatizado por completo con esos dos seres opuestos en sus comportamientos, discutibles quizá en sus modos de pensar, pero en el fondo entrañables y revestidos de humanidad, la película ofrece un giro de especial alcance. Este lo ofrecerá la carta que Miguel dejó en el cabaret donde había trabajado, con destino a Landa por si no llegaba a cumplir el encargo acometido. La misma revelará algo que quizá el espectador intuya desde el primer momento; que él era su padre. Al conocer su paternidad, el veterano agente intentará hacer las gestiones posibles para liberar a su hijo –resulta emocionante el instante en que ambos se encuentran en prisión ya reconociéndose ambos en su parentesco- y a Merello, encontrando reticencias franquistas y, quizá de modo involuntario, provocando la tragedia ante ellos –en la que quizá sea la secuencia más emocionante del film-, culminada por el no menos conmovedor instante en el que Landa lea en la prensa la noticia de la muerte de ambos, mientras las gotas de lluvia se confunden con sus lágrimas.
¡ATRACO! destaca por su capacidad para equilibrar las diversas subtramas que se incardinan en la película, e incluso el riesgo que comporta la gradación de su discurrir desde un tono amable a una creciente severidad, sin dejar de proponer una extraña visión de la España franquista de la época a través de los dos oficiales de policía, dentro de un aspecto visual alejado de cualquier verismo. Sin embargo, al mismo tiempo nos aleja de aquellas reconstrucciones formuladas por cineastas por Jaime Chávarri años atrás. Serán todo ello elementos que proporcionarán personalidad propia a esta aventura sin sentido –ese silencio impuesto en la conclusión a los dos inspectores de policía, cuando se han acercado al epicentro del caso-, en el que finalmente se convertirá el relato, evocando en su conclusión una especie de variación de THE TREASURE OF THE SIERRA MADRE (El tesoro de sierra madre, 1948. John Huston) –según el relato de B. Traven-, en una historia en la que el absurdo ha ido aparejado con la tragedia. Todo lo que THE PELAYOS se estrellaba en esa búsqueda de tramas lindantes con el absurdo, ¡ATRACO! ofrece por fortuna el reverso, convirtiéndose, plano por plano, secuencia por secuencia, en una interesante y por momentos hermosa tragicomedia, pequeña perla inserta en nuestro cine, en coproducción con Argentina.
Calificación: 3
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