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CINEMA DE PERRA GORDA

CAROUSEL (1956, Henry King) Carrusel

CAROUSEL (1956, Henry King) Carrusel

Inmersa de lleno en la política de espectacularidad emanada por la 20th Century Fox, dentro de su competencia con la televisión, conocida es su implantación del CinemaScope, y también por su apuesta por musicales tan exitosos como en algún caso olvidados –merecidamente o no- como OKLAHOMA! (Oklahoma, 1955. Fred Zinnemann) o SOUTH PACIFIC (Al sur del Pacífico, 1958. Joshua Logan). Todos ellos, y el que centra estas líneas CAROUSEL (Carrusel, 1956. Henry King), son exponentes de los compositores Rodgers y Hammerstein, considerados unos auténticos mitos de la cultural popular escénica en Estados Unidos, aunque es inevitable definirlos en nuestros días como unos músicos de declarado apego a lo kitsch –recuerdo una divertida parodia del mundo de sus musicales en WELCOME TO WOOP WOOP (1997) de Stephan Elliott-. Las melosas composiciones musicales de este tandem causaron furor en la escena y la pantalla de aquellos años cincuenta, y bien es cierto que en ocasiones cineastas especialmente ligados al mundo romántico, supieron trascender dicha vertiente para insuflar en ellas un componente lírico. Pese al general rechazo con que está considerada, estimo que Joshua Logan fue el que llegó más lejos a la hora de trascender las limitaciones que planteaban los musicales señalados, e incluso la formulación visual que le sirvió de base. No he visto hasta ahora OKLAHOMA!, pero quizá no sea muy aventurado considerar que CAROUSEL puede establecerse como un puente entre las limitaciones y hallazgos de este tipo de producciones. Presumiblemente de superior alcance que el film de Zinnemann ¿Alguien se puede imaginar a este director detrás de un musical – espectáculo?, y por debajo de ese tíulo de Logan que, lo reconozco, goza de escaso predicamento, pero me impactó en el momento en el que lo contemplé.

Como quiera que en el momento de su estreno, OKLAHOMA! fue un considerable éxito de público y crítica, la contraposición que aportó el film de Henry King –el gran realizador de la Fox-, tuvo no pocas críticas, en la medida que King apostó de manera decidida por la vertiente sentimental del conjunto, en plena consonancia con ese sentido del melodrama y la visión de la América rural que fueron uno de sus elementos de estilo más reconocibles y valiosos. Así pues, intentando proseguir con el sendero ya marcado, recurriendo de nuevo a la presencia de Gordon McRae –buen cantor pero antipático intérprete-, al que acompañaría como pareja la joven Shirley Jones –también presente en el referente de Zinnemann-, asumió el encargo de trasladar esa versión musical de la obra teatral Liliom de Ferenc Molnár, de la cual se realizaron en el pasado versiones a cargo de Frank Borzage y Fritz Lang –saliendo bastante más airoso del empeño el segundo de ellos-. Y puede que dicha obra de origen fantástico y que supone, en última instancia, un manifiesto en torno al valor supremo del amor, no haya tenido en el cine el campo abonado para haber encontrado esa gran obra que sí han alcanzado otras bases dramáticas, románticas y sobrenaturales –la relación sería bastante extensa-.

En el film de King, de antemano contemplamos una extraordinaria apuesta por dotar al conjunto de una gama pictórica verdaderamente espectacular, erigiéndose en uno de los elementos más valiosos del conjunto. La secuencia pregenérico nos sitúa en un supuesto limbo, en el que conoceremos al protagonista masculino –Billy Bigelow (Gordon MacRae)-. Este ha sido en vida el encargado de un carrusel, y se encuentra en teoría purgando una existencia terrenal marcada por ciertos claroscuros. En ese lugar determinado por tonos azules y extrañas estrellas que Bigelow cuelga como único cometido, se encuentra custodiado por un viejo guardián –encarnado por el veterano Gene Lockhart-, quien recuerda al inquilino la posibilidad que le quedó de retornar un día a la tierra, aspecto que este desestimó en su momento, aunque ahora le notifiquen la infelicidad que rodea a su joven hija –han transcurrido quince años en la vida de la misma, aunque en dicho entorno no existe ni el espacio ni el tiempo-. Ya desde ese momento, advertimos del especial cuidado puesto a nivel de producción por elevar el alcance pictórico de la película –dominada por unos colores pastel muy saturados, que le dotan de una especial personalidad-. Una vez se sucedan los títulos de crédito, la historia asumirá un largo flashback que relatará la andadura de Bigelow, animador de ese carrusel y dotado de un especial atractivo para las mujeres, hasta que se encuentre con la joven Julie Jordan (Shirley Jones). Casi de inmediato aparecerá de ellos el amor, una inesperada boda y, también de manera rápida, el desaliento al comprobar el hasta entonces ágil animador que no tiene trabajo, apareciendo en su devenir la indolencia e incluso malas compañías –representada en el insidioso Jigger (Cameron Mitchell)-.

Como quiera que resultan bastante conocidos los pormenores que plantea la base argumental de CAROUSEL, conviene de antemano adentrarse en la intención que Henry King intentó acentuar en su tarea como director. Y no cabe duda que contemplando su resultado, intentó combinar los servilismos en la noción de “gran espectáculo” que emanaba de su referente musical, con los modos que el cineasta había atesorado ya en su larga filmografía previa. Fruto de dicha confluencia, la película se ofrece como una extraña mixtura, en la que lo intimista y lo extemporáneo adquiere frutos irregulares, que en su momento recibieron el film de King con no pocos recelos. Recelos que se han extendido hasta nuestros días, considerando su resultado como un molesto corpúsculo en su obra. Y ya intentado tomar partido ante el mismo, creo que el gran cineasta no alcanzó el resultado de la apuesta de Logan con musicales del mencionado tandem –aunque hoy día SOUTH PACIFIC tampoco adquiera demasiado prestigio, mas bien al contrario-. Sin embargo, nos encontramos con una película que –por diferentes circunstancias- alimenta tanta peculiaridad como el LILIOM (1930) de Borzage –uno de los títulos menos valiosos de su periodo dorado como cineasta-. Sea por parte de la propia configuración de la obra teatral que le sirve de base, o bien por los servilismos a unos modos musicales sin duda algo periclitados –aunque en USA sigan considerando como elemento de su cultura popular-. En realidad King intenta, y en ocasiones consigue, conjugar ambos intereses, destacando el tratamiento pictórico del relato, en ocasiones basado en una reconstrucción en estudio –la secuencia en la que los dos protagonistas se enamoran en un lago artificial dominado por azules oscuros, mientras la caída de las hojas blancas proporcionan un aire de mágica irrealidad al momento-. La vitalidad del número musical desarrollado en escenarios naturales frente a la costa, momentos antes de celebrarse esa común mariscada festejada por todos, o la extraña configuración del número en el que la hija de Bigelow se encuentra despreciada por sus convecinos, aunque la llegada de una compañía de titiriteros configure un extraño número –a mi modo de ver el más valioso del conjunto- en el que se expresan las inquietudes reales de esa joven a la que critican por el pasado de su padre –al que no podrá contemplar, aunque él si sea testigo de todos estos hechos, merced al día de permiso que se le han ofrecido desde las alturas celestiales-.

Es en las secuencias intimistas, donde King ofrece lo mejor de sí mismo, insuflando a su relato de esta consustancia especialización dentro del subgénero Americana –algo que tendrá su expresión en la secuencia de graduación de los jóvenes estudiantes, entre los que se encuentra la hija del padre asesinado, actuando como maestro de ceremonias un apreciado profesor de aspecto sospechosamente parecido al del guarda del limbo celestial-. Detestada incluso por enormes seguidores de King, como los franceses Tavernier y Coursodon, creo que deberemos valorar CAROUSEL más en la medida de lo que King pudo implicarse e insuflar de mundo personal, antes que lo que se retiene de ella –el servilismo a las convenciones musicales de Rogers & Hammerstein. En todo caso, un título curioso, menor si se quiere dentro de una filmografía de muy alto nivel, pero en modo alguno merecedor del ese menosprecio que pesa sobre ella.

Calificación: 2’5

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