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CINEMA DE PERRA GORDA

NAPOLI MILIONARIA (1950, Eduardo De Filippo) Nápoles millonaria

NAPOLI MILIONARIA (1950, Eduardo De Filippo) Nápoles millonaria

Considerado con toda justicia como uno de los máximos cronistas literarios del costumbrismo napolitano, la figura de Eduardo De Filippo (1900 – 1984) emerge como un referente especialmente estimado. Una especie de hombre del renacimiento –actor, guionista, escritor, director…- encargado en la mayor parte de su obra a cantar la idiosincrasia de la personalidad napolitana. Es algo que podemos apreciar prácticamente desde sus primeros compases en NAPOLI MILIONARIA (Nápoles millonaria, 1950) que se describe, con sus grandezas y sus miserias, con su marcado carácter tragicómico, como una auténtica declaración de amor a un modo de vida, enmarcado en el recorrido discontinuo de una serie de personajes costumbristas representativos del napolitano medio, en la década comprendida entre 1940 y 1950. Es decir, desde la vivencia de los últimos exponentes del ventennio nero fascista, la experiencia en Italia de la II Guerra Mundial, la llegada de los aliados, y la lenta normalización de su sociedad.

Todo ello se enmarca en la descripción de una localidad que es marcada con muy breves trazados por una voz en off que sirve muy bien a la imagen descrita a través de la contrastada fotografía de Aldo Tonti. Con ella muy pronto se nos trastada a la parte más deteriorada de una ciudad superpoblada, enracimada en unas calles estrechas, sucias, cercanas a la ruina. Arterias en las que no se ausenta el peligro, carentes de la más mínima salubridad, pero en la que discurren cada día una auténtica marea humana, desafiantes a cualquier normativa imperante, y haciendo de sus reducidos espacios exteriores una prolongación de sus viviendas. Muy pronto el alcance descriptivo de De Filippo, se centra en una serie de seres, llamando la atención en la figura de Gennaro Iovine (encarnado con presteza por el propio director), un empleado de transportes, patriarca de una familia con varios hijos, que tiene a su amigo más directo en el entrañable y quijotesco Pascuale Miele (un admirable Toto, más cercano que nunca a Buster Keaton), limpiador de las vías del tranvía. Será él su confidente, mientras que por las tardes se echa sus partidas de cartas junto a su casa, sin que un escándalo formado por las propias mujeres de la calle –entre ellas, la suya, Amalia (Leda Gloria)-, altere su cotidianeidad.

A modo de episodios ensartados con tanta aparente ligereza como sentido de lo agudo, De Filippo necesita muy poco metraje para introducir al espectador en una abigarrada fauna humana, en el que la familiaridad y la picaresca se dan de la mano, y en la que lo tragicómico se muestra casi de un plano a otro con un asombroso sentido de la alternancia. En ocasiones dejando de lado un estricto seguimiento de la brillantez fílmica, el director, guionista e intérprete prefiere adentrarse en la humanidad de sus personajes. Esos seres curtidos en la vida, capaces de lo mejor y lo peor, caracterizados por la expresión de una peculiar idiosincrasia ligada con el engaño y el trapisondismo. Episodios como la requisición de enseres ubicados en plena calle –contraviniendo los bandos de la autoridad pertinente-, por parte de agentes que han acudido a la calle donde se ha disputado una pelea de mujeres –maravilloso fragmento-, utilizando los vecinos todo tipo de estratagemas –como dejar a un pequeño en medio de la calle, o incluso incendiar la misma-, para recuperar lo incautado por los agentes fascistas, son buena prueba de ello.

En este sentido, NAPOLI MILIONARIA está trufada, abigarrada incluso, de elementos, situaciones y personajes. De seres capaces de lo más noble y lo más rastrero. De momentos en los que la sonrisa e incluso la carcajada se dan de la mano con lo sombrío. Es algo que tendrá una manifestación especial en la simulación del óbito de Pasquale, mientras llegan unos inspectores quienes, escépticos ante la falsedad del episodio familiar que vislumbran, deciden quedarse allí pese a la llegada de un bombardeo. Será un momento de alta tensión, que incluso mostrará su apunte trágico al cobrarse la vida de la esposa de uno de los tenderos de la zona, que se había incorporado precisamente en uno de los refugios de la zona. Esa capacidad para alternar lo tragicómico, tendrá una brillante expresión cinematográfica en  la panorámica que se inicia con el fusilamiento de un fascista de manos de los partisanos, descrito de manera tan cotidiana como terrible, en medio de la vida normal de sus habitantes. Es algo que también percibiremos en la manera, entre absurda y elíptica, en la que se producirá la desaparición por un largo periodo de Gennaro, llegando a sospecharse el hecho de haber sido eliminado en la contienda. Ello llevará a su esposa a acercarse hasta un poderoso comerciante, que no dejará de ayudarla económicamente y proporcionarle lujosos regalos, con la esperanza de que declare a su esposo desaparecido y pueda con el tiempo casarse con él.

Con esa misma apelación al absurdo, y tal y como este despareció, nuestro protagonista será devuelto a Nápoles, estando aún en cierto schock, que le llevará a no reconocer en primera instancia a su esposa. Pronto comprobará que el entorno en que desarrollará su vida se ha modificado casi por completo. Su hijo está metido en acciones de estraperlo, mientras encuentra su casa muy cambiada –debido a los regalos del pretendiente de su esposa-, y su hija mayor se encuentra traumatizada, ya que está en estado secretamente de un soldado norteamericano. Pero lo más triste de nuestro padre de familia, será comprobar como su tragedia personal –que intentará contar a todo el que le rodea-, en realidad no importa a nadie, quedando casi como un hombre ubicado fuera de su ámbito natural.

Provista de tanta capacidad descriptiva y entrega hacia sus personajes como desapego a una ortodoxia a unos modos narrativos convencionales –esa no siempre afortunada presencia de la metáfora de los sombreros en el percherón-, lo cierto es NAPOLI MILIONARIA respira autenticidad en todos y cada uno de sus fotogramas, a lo que ayuda no poco el entregado fondo musical aportado por un Nino Rota en estado de gracia, capaz de insuflar y aportar los matices complementarios para matizar todas aquellas situaciones y episodios descritos. Es más, su textura parece avanzarnos determinados aspectos que se importarían –con todos los matices que se le quieran ofrecer-, en esa comedia española que años después sería uno de los bastiones de nuestro cine. El film de De Filippo culmina con el mismo alcance de crónica despasionada con que comenzó, describiendo la situación de sus personajes una década después de iniciada la película –poco antes habremos vivido un terrible episodio, en el que el más pequeño de los Iovine ha estado a punto de morir, y que servirá para que la altanera Amalia reflexione amargamente sobre antiguos comportamientos-. De nuevo la cotidianeidad y el costumbrismo, quedará representado en ese diálogo y huída final de Gennaro y Pascuale, temerosos de un nuevo aviso bélico por parte de un pequeño que –quizá- pueda trastornarles de nuevo, su reconocida felicidad.

Calificación: 3

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