NO CONTROLES (2010, Borja Cobeaga) No controles
Como renuente seguidor a las corrientes y éxitos del cine español, no he podido contemplar hasta la fecha PAGAFANTAS (2009), que supuso el debut del vasco Borja Cobeaga en el terreno del largometraje, logrando un considerable éxito de público. En cierta ocasión, leí que era realmente en los segundos títulos, donde por lo general los cineastas mostraban más a las claras los límites y las posibilidades de cualquier profesional de la realización. Es por ello que una vez contemplado su nuevo largo, NO CONTROLES (2010), de entrada hay que destacar en ella el logro de una comedia romántica de alcance coral, en el que los elementos melodramáticos, el diseño de personajes y los aspectos cómicos, se combinan, si más no, con un más que apreciable grado de acierto, hasta el punto de confluir en una mirada revestida de sinceridad en torno a la autenticidad de los sentimientos, al tiempo que poniendo en valor la importancia de la amistad –en realidad será ese el auténtico nudo gordiano del argumento esgrimido por el propio Cobeaga junto a Diego San José-. Cierto es que, como por otra parte era previsible, la película no gozó de la repercusión ni la acogida de su precedente –nada nuevo por otra parte-. Sin embargo, habiéndola visionado, y hasta cierto punto disfrutado, no voy a negar que asistimos a un retrato colectivo bastante bien estructurado a modo de guión, apoyado en el estupendo juego de actores, con una planificación adecuada que sabe potenciar los elementos tanto románticos como cómicos del conjunto y, sobre todo, articulando el mismo retomando ciertos lejanos referentes de la nunca suficientemente añorada Screewall Comedy –muy por encima, por citar un ejemplo más o menos cercano, que aquel cargante y artificioso TOO MUCH (1995) de Fernando Trueba.
Es curioso señalar, llegados a este punto, como leyendo unas declaraciones del propio realizador después de contemplar NO CONTROLES, el propio Cobeaga afirmaba la referencia más clara que se destilaba en la película; la del cineasta Blake Edwards. El Edwards –con todas las distancias- de THE PARTY (El guateque, 1968) y otras muestras del género. Capaz de internarse en decorados con los que se familiariza el espectador, en esta ocasión las estancias de un hotel, al que se verán obligados a pernoctar los pasajeros de unos vuelos que se aplazan por consecuencia de la nieve. Sin embargo, los primeros compases de la película nos definen a la perfección al dúo protagonista. La formada por los jóvenes Sergio (un Unax Ugalde al que algún día se reconocerá como uno de los mejores actores jóvenes con que contamos) y Bea (Alexandra Jiménez). Muy pronto percibiremos que algo raro pasa en esa pareja, que oculta algo ante el padre y la abuela de él en el traslado al aeropuerto, descubriendo por un lado que la relación se ha roto hace siete meses y, lo que es más obvio, que en realidad algo se mantiene entre ellos, aunque sea la congénita timidez de Sergio la que impida que la misma permanezca. Bea desea que él viaje hasta Alemania con ella para vivir juntos, y abandone el –en teoría poco estimulante- trabajo como periodista en un rotativo en Ciudad Real. Cuando ambos se despiden y viajan con destinos dispares, de cara al timorato muchacho aparecerá la figura de un “friki” –Juancarlitros (impagable Julián López)-. Un joven extravagante, que espera su oportunidad como humorista, pero es incapaz de asumir que no deja de ser alguien de quien todos huyen, y que la incapacidad del atribulado Sergio –al que muy pronto denominará Sergius-, para quitárselo de encima, le convertirá en un auténtico “Pepito Grillo”, dispuesto a ayudarle cuando la intensidad de la nevada traslada a todos los pasajeros al hotel en pleno campo, celebrando allí el fin de año.
Será un marco en el que se sumará Juanan (Secun de la Rosa), erigiéndose los dos en auténticos valedores de ese joven enamorado, incapaz de transmitir ese sentimiento a Bea, incluso cuando compruebe que ella también se encuentra hospedada de urgencia en el hotel, ya que su vuelo a Alemania se ha visto propuesto igualmente. A partir de ese momento, NO CONTROLES se erige en una atractiva mezcla de elementos vodevilescos, de episodios cómicos, o de una menguada reedición de la canónica “guerra de los sexos”. Con referencias más o menos veladas a tantas y tantas comedias clásicas en las que un segundo pretendiente se erige como elemento a combatir por parte de quien ha sido hasta entonces él vértice masculino de una pareja en esos momentos en crisis. En esta ocasión el mismo se personificará en el arrogante Ernesto (un cargante Miguel Ángel Muñoz, lo más endeble de la función), un supuesto ejecutivo de pasada querencia gay, que se erige como la actual pareja de Bea, provocando con su presencia un involuntario envalentonamiento en la hasta entonces pasiva actitud de Sergio en torno a su antigua novia.
Es en ese contexto, el último tercio del film, cuando se incide de forma más contundente, divertida e incluso sensible, en esa eliminación del desencuentro existente entre los dos jóvenes protagonistas, conscientes ambos de que algo les sigue uniendo, pero incapaces –sobre todo Sergio- de dar ese paso adelante que a Bea le permita mantener con él el sendero de su relación. Y será en ese largo fragmento, donde se combinarán episodios realmente divertidos –el baile de Sergio con una azafata de manera grotesca para intentar provocar los celos de Bea, las señales de ese “chupetón” que se manifestarán en su rostro, las constante metidas de pata que le brinda Juancarlitros a la hora de ofrecer su ayuda sin que este se la demande, la secuencia en la piscina congelada…-. Lo cierto es que el film de Cobeaga se caracteriza por un constante sentido del ritmo, no disminuye en su timming, sabe articular la coralidad de la propuesta y, sin salirse jamás de los límites que marca una comedia que nunca aspira a erigirse como un exponente inolvidable, destaca igualmente en la sensibilidad que manifiestan las secuencias en las que Sergio exterioriza –por lo general a solas- esa sensación de frustración emocional. Es algo en lo que tiene bastante que ver la versatilidad demostrada por Unax Ugalde quien, sin grandes alardes histriónicos, logra erigirse como el auténtico epicentro de la película, demostrando su capacidad para expresar un estado de ánimo frustrado, su contención como actor de comedia, e incluso instantes en los que su querencia por lo cómico aparece con especial acierto –las imitaciones de “Locomía” que brinda a Bea en el pasillo del hotel.
No podemos decir que NO CONTROLES se erija un una referencia de especial calado en la comedia española, bastante roma en sus exponentes en los últimos años. Sin embargo, sí supone una sana muestra provista de cierta vitalidad, que demuestra que actuando con humildad y el conocimiento de su engranaje, y con el suficiente manejo de sus elementos, se pueden ofrecer resultados tan estimables y, por momentos, estimulantes e incluso divertidos como el que nos ocupa que, al menos, trata al espectador con un margen suficiente de inteligencia ¡Y Juancarlitros “frikeando” en su debut artístico en Madrid durante los títulos finales de crédito!
Calificación: 2’5
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