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CINEMA DE PERRA GORDA

WINGS (1927, William A. Wellman) Alas

WINGS (1927, William A. Wellman) Alas

Cuando William A. Wellman dirige WINGS (Alas, 1927) al amparo de la Paramount, no se plantea como un alegato antibelicista. Al buscar referencias de esta vertiente dentro del cine silente, nos remontaríamos a exponentes tan excelentes –y aún poco reconocidos- como THE FOUR HORSEMEN OF THE APOCALYPTE (Los cuatro jinetes del Apocalipsis, 1921. Rex Ingram), por no citar obras de Griffith o Vidor. En sus primeros instantes la película se erige como un homenaje a los voluntarios de la aviación que desde USA se unieron a Francia en contra de los alemanes en la I Guerra Mundial. Sus primeros compases nos trasladan a una ciudad rural norteamericana en 1917. Parece que asistimos a una revisitación del TOL’ABLE DAVID (1921) de Henry King. La propia caracterización física de Jack (Charlie Rogers) nos recuerda el Richard Barthelmess del citado film. Con un tono de comedia, ligereza y un trazo preciso, Wellman describe a los personajes que protagonizarán el relato. De Jack destacará su dinamismo y capacidad soñadora –es presentado mirando el cielo y añorando volar-, al tiempo que aparece como un muchacho que podría ser encarnado por el mismísimo Harold Lloyd –su incapacidad casi cómica para arreglar el coche-, o la fascinación que sobre él siente su joven vecina –Mary Preston (Clara Bow)-. Muy pronto se insertará el contraste de la pareja formada por Sylvia (Jobyna Ralston) y, sobre todo, David Armstrong (Richard Arlen). Los contemplaremos por vez primera subidos a un columpio que ella balancea, mientras que Armstrong –hijo de la familia más acomodada de la población-, deja entrever su extraña nobleza y pasividad vital. A lo largo del metraje, y aunque no sea el rol de mayor presencia en pantalla, David aportará constantes matices al relato, unido a la extraña belleza y masculinidad del rostro de Arlen –al que Wellman seleccionó mediante la argucia de un técnico, quedando prendado de sus posibilidades, y haciéndolo protagonista de varios títulos suyos-.

Pronto emergerá el cruce de sentimientos establecido entre las dos parejas. Jack está enamorado de Sylvia, mientras que esta lo está de David, aunque no se atreve a revelarle sus sentimientos al primero. Por detrás de este se sitúa Mary, incapaz de captar su atención, ya que solo la considera una buena amiga. Wellman estructura Alas partiendo de un tono de crónica costumbrista e incluso de comedia, articulando su conjunto a modo de capítulos de sencilla estructura, caracterizados por un notable sentido del ritmo. Por ello, sus más de ciento treinta minutos de duración apenas se acusan en una producción que combina lo espectacular con lo intimista, lo divertido con lo trágico, con una rara perfección, especialmente con la maestría demostrada en la introspección psicológica de sus personajes.

Cierto es que pueden resultar un tanto fuera de lugar ciertas “gracietas” del soldado Herman Schwimpf. Por fortuna estas aparecen diluidas en un relato donde la interacción del trío protagonista adquiere una rara perfección. Wellman perfila con su gusto por el detalle el voluntarismo de Mary –que se alista como enfermera en  Francia-, el vitalismo un tanto inconsciente de Jack y, sobre todo, los extraños perfiles que definen a David. Con no poco atrevimiento, percibiremos la relación de dependencia que mantiene con su madre –despidiéndose de ella con un beso en la boca que tiene bastante de edípico-, la descripción de su mansión, dentro de unas composiciones de fuerte presencia arquitectónica, o incluso el carácter pasivo del padre, confinado en una silla de ruedas. Ese gusto por el detalle quedará también representado en ese pequeño osito –juguete en la infancia del joven- que su madre le entrega como mascota al marchar como voluntario –y que tan revelador resultará para avisar al espectador de la tragedia que el propio David intuye dentro de su aura existencial-. Y será algo que en la propia sensibilidad que Armstrong manifestará en un momento dado a su íntimo amigo. Sucederá poco antes de que se introduzca en la relación una abierta rivalidad al –de nuevo la apuesta por el detalle- producirse una circunstancia fortuita; la caída de la foto que Jack porta de Sylvia, y que David advertirá está dedicada a él.

Hasta llegar a ese instante, WINGS es una lograda crónica bélica en donde el voluntarismo, lo heroico, lo físico –las magníficas secuencias aéreas-, la descripción de los comportamientos de los contendientes –ese aviador alemán que hará gala de su caballerosidad al renunciar a eliminar al enemigo americano que se ha quedado sin metralla- o, una vez más, la primera avanzadilla del lado destructor –el episódico rol encarnado por un jovencísimo Gary Cooper-, que con tanta efectividad introducirá en el relato la crudeza de la guerra con su inesperada muerte, expresada visualmente con la presencia de la sombra del avión –detalle nada casual, en forma de cruz-.

Puede que a los ojos de nuestros días, aparezca casi como un cliché el esfuerzo y el acierto demostrado por Wellman –que demostró su pericia en no pocas ocasiones en el cine bélico, y que retomó este contexto con la apreciable LAFFAYETTE ESCADRILLE (1958)-. Sin embargo, su esfuerzo y el diseño de producción son magníficos. Se perciben la sensación física de la contienda, los ataques y bombardeos aparecen con un alto grado de credibilidad y, lo que es más importante, todo ese entramado se encuentra siempre al servicio en la entraña dramática de la historia de John Monk Saunders. Se palpa el polvo, la fuerza de las nubes, el riesgo de las ametralladoras, las tácticas de los combatientes…

Todo ello configurará una creciente intensidad de tono que irá derivando a tintes sombríos, teniendo en el episodio del permiso en Paris una especie de intervalo en el que de nuevo un cierto sentido del humor –esa divertida querencia de un bebido Jack por la visualización de hipotéticas burbujas que incluso le llevarán a decidir con que chica se irá a la cama; de nuevo el gusto por el detalle que permitirá que el vestido de bailarina con tela brillante que utilizará Mary permita que este vea hipotéticos reflejos burbujeantes-. Dentro de ese capítulo se introducirán nuevas pinceladas que nos advertirán del aspecto trágico que aparecerán en su tramo final. Algo que se manifestará en el encuentro de Mary con la cuidadora de la toilette, o en el momento en que consiga llevar a Jack a la habitación del hotel, comprobando como la embriaguez del muchacho imposibilitará tener esa deseada primera anoche de amor –este ni siquiera la ha reconocido, aunque en los instantes finales del film, recuerde cuando estuvo con una mujer, sin saber que era ella-.

WINGS cobra una extraordinaria fuerza a partir de la ofensiva aliada contra Alemania. Su magnífico montaje articulará los distintos frentes desde donde se encuentran nuestros protagonistas y la propia acción. El relato sabrá encontrar ese aliento épico, incorporando un grado antibelicista hasta entonces solo manifestado de manera ocasional. La recurrencia de los planos en donde las cruces de los cementerios aparecerán de manera creciente, serán un tenebroso augurio de esa batalla final, en la que aparecerá uno de sus elementos más contundentes; la huída de David tras una lucha contra los alemanes que le han hecho aterrizar en terreno enemigo, haciéndolo en un avión germano que será ametrallado por Jack, creyendo este que ha sido eliminado por sus enemigos. La curiosidad le hará visitar la víctima derribada, imbuido de un espíritu de venganza, comprobando que su amigo está postrado en una mesa herido de muerte, mientras la escena es contemplada por una mujer enlutada acompañado por presuntamente por su hija. Será el instante en el que la profunda amistad que le ha unido, se transformará en la muestra más destacada de “amor entre hombres” que caracterizó la filmografía de Wellman, al besarlo con intensidad, diciéndole “No hay nada en el mundo que merezca más que tu amistad”. La secuencia devendrá sobrecogedora, elevando en sus brazos el cadáver de David, que fallecerá haciendo con sus manos el gesto de una hélice que aparecerá a continuación como metáfora del fin de su existencia. Un fragmento de asombrosa intensidad, que elevan la fuerza y el desgarro de una película que culminará con el regreso al pueblo del envejecido piloto llegado el armisticio, evitando el apoteósico recibimiento y decidiéndose a acudir a la mansión de los Armstrong, donde los encuadres de la misma aparecerán más opresivos, mientras sus padres se encuentran hundidos ante la pérdida de David. Y es en el reencuentro con ellos, sobre todo con una madre para la cual la vida ya no tiene sentido, donde Alas adquiere un alcance conmovedor cuando se decida a abrazar a Jack, la persona que ha acabado con la vida de su hijo, al que no puede odiar, culpando de ello a la guerra, mientras ambos estallan en un llanto incontenible.

Las huellas de la contienda se aprecian en su semblante. Sus cabellos se encuentran poblados de canas. Parece que la juventud le ha abandonado de la noche a la mañana. Solo el reencuentro con Mary podrá brindarle no el reencuentro con una juventud perdida de manera abrupta e inconsciente, aunque quizá le adentre en una apresurada madurez.

Calificación: 3’5

1 comentario

Alfredo Alonso -

Wellman es un realizador extraordinario bastante ignorado por los amantes de los rasgos autorales, que cuenta con extraordinarios, variados y sorprendentes filmes:la fantasmal Track of the cat, las extraordinaria Caravana de mujeres, Cielo amarillo o la deliciosa y casi milagrosa convergencia de géneros y tonos presente en Más allá del Missouri,