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CINEMA DE PERRA GORDA

ANNI DIFFICILI (1949, Luigi Zampa)

ANNI DIFFICILI (1949, Luigi Zampa)

“A mi me ha costado mucho más caro”, dirá como conclusión de la película el atribulado Aldo Piscitello (memorable Humberto Spadaro), cuando un soldado americano voluntario aliado en la liberación italiana, compra por dos mil liras el uniforme fascista que él mismo había llevado tiempo atrás. Algo que hizo obligado en el entorno opresivo de la población de Modica en Sicilia, afiliándose años atrás al fascio italiano. Será el lamento lleno de amargura de un hombre pacífico, un humilde funcionario en el ayuntamiento de la localidad, a quien la vivencia del ventenno nero supondrá una lamentable y hasta trágica experiencia vital.

La expresión de dicho proceso, será la base que marque la magnífica ANNI DIFFICILI (1949), recuperada hace algo más de una década a partir de un negativo encontrado en Italia y, sin duda, una de las miradas más duras que el cine italiano de posguerra, brindó en torno la implicación de su propia sociedad en torno al régimen fascista. Es más, llega a resultar tan abrasadora esta tragicomedia, que no dudo que en la mente de Luigi Zampa y Vuitaliano Broncati, autor de la novela que le sirve de base -al cual recurriría en más de una ocasión posterior el director-, se plantea una visión llena de desesperanza de la propia condición humana, a través de la mirada de ese colectivo italiano, parlanchín, extravertido e hipócrita. No cabe duda que la mirada que se transmite en esta película es hasta dolorosa de puro crítica, oponiéndose a ese tono más esperanzador que planteaba la previa –e igualmente excelente- VIVERE IN PACE (Vivir en paz, 1947). Lo cierto es que, al margen de suponer una de las mejores obras de su realizador, del cine italiano de su tiempo, y ser merecedora de una mayor consideración de la lograda, ANNI DIFIFCILI aparece como una de las visiones más desoladoras y valientes jamás propuestas en la historia del cine de su país. Es por ello que hasta cierto punto no es de extrañar que ese orillamiento brindado a la misma pueda haber resultado en cierta medida provocado. Y es que, a fuer de ser sinceros, hay que reconocer que nos encontramos ante un relato incómodo, que con la perspectiva que nos proporciona el paso del tiempo, no solo sorprende por la audacia y valentía de su propia razón de ser. Más de seis décadas después de ser filmada, lo verdaderamente admirable reside en la vigencia de su enunciado. Podemos cambiar el telón de fondo, pero la representatividad en el comportamiento de sus personajes sigue siendo válido lo que, en definitiva, no supone más que la constatación del fracaso del ser humano, o una clara apuesta por el nihilismo.

Dividida en dos pares –la primera se centra en el periodo iniciado en 1934, y la segunda a partir de 1938, con el recorrido de la II Guerra Mundial hasta la liberación por los aliados-, el film de Zampa se centra en la figura de ese modesto Aldo, a quien en la primera secuencia se le mostrará en su desvencijado despacho, donde cada día atienden una interminable sucesión de legajos. De repente será llamado por un enviado del munícipe  podestà (Enzo Bilioti), señalándole que las autoridades han percibido que él no se encuentra afiliado al fascio, y conminándole a que lo haga so pena de ser despedido de su trabajo. De nada le valdrán sus ruegos apelando a su condición de apolítico –en realidad se trata de un pacífico antifascista-. Ni sus supuestos amigos críticos con el régimen del Duce, tertulianos en una farmacia, le sabrán argumentar razones para que se decida en una u otra dirección y, para más inri, su propia esposa le empujará a ello, no teniendo casi otra opción que integrarse en el partido utilizando la recomendación de un lejano familiar, participando de manera harto ridícula en las muestras del régimen –vestir el uniforme, la camisa negra, asistir a los desfiles portando un estandarte, e incluso participar en unos entrenamientos deportivos, destinados a mantenerse en forma para un supuesto combate, en los que se observará la poca capacitación de los participantes-.

Una de las grandes virtudes del film de Zampa –que extendería a otros títulos suyos posteriores, como L’ARTE DI ARRANGUIARSI (1954)- lo vertebrará el equilibrio entre drama y comedia, en una extraña combinación en la que la primera de las vertientes tiene una mayor importancia, utilizándose los apuntes humorísticos –algunos la verdad que muy divertidos- casi como válvula de escape a un conjunto en donde predomina una sensación de amargura e impotencia ante la demostración de carencia de coherencia y valores en la inmensa mayoría de personajes que pueblan la coralidad del film. Casi todos ellos –en realidad, la excepción la manifiestan Aldo, su hijo Giovanni (Máximo Girotti), y la que se convertirá la esposa de este último, Elena (Delia Scala)- se caracterizan, de un modo u otro, por la posesión de demasiados agujeros en sus respectivas personalidades. Sin lugar a duda, el más abyecto de ellos será el podestà –padre de un joven que oscila entre el oportunismo y una carencia del más mínimo sentido comín-, un noble de cortos vuelos, que no dudar en ser el máximo representante del fascio local en plena vigencia del régimen mussoliniano, y cuando perciba que este se encuentra  apunto de ser eliminado por la invasión aliada, no dudará en acercarse a Aldo –del que conoce sus conexiones con los antifascistas de la población-, para manifestar su supuesto rechazo a un régimen que ha protegido con el simple objetivo de mantenerse en el poder.

Sin embargo, la lucidez de ANNI DIFFICILI reside en saber ofrecer, mediante esa mirada que oscila entre el patetismo, lo cotidiano, y lo irónico, una visión completa y, por momentos, dolorosa de puro lúcida, delimitando la complicidad de la población con un régimen del muy pronto renegarían, una vez este fue derogado de forma dramática. Hay que reconocer, más allá de sus extraordinarios logros, la incomodidad que proporciona contemplar en 1948, un título de la valentía del que nos ocupa. Una película que se dirige por un sendero muy diferente al que podría proporcionar el Rossellini de ROMA. CITTA APPERTA (Roma, ciudad abierta, 1945), ofreciendo una mirada revestida de dolorosa sinceridad, en torno a la complicidad de la población con un régimen fascista. Es difícil –por ejemplo- encontrar un equivalente de similares características en torno al nazismo. Es ahí donde se plasma esa mirada irónica y, en ciertos momentos festiva, propia de la personalidad italiana, que les permitía incluso reírse, de cuestiones tan serias como la de este periodo tan dramático para su propia sociedad.

A partir de esa premisa, el film de Zampa resulta casi inagotable en su caudal de sugerencias. Desde su concepción de film caracterizado en su simetría dramática –las secuencias que se ofrecen en el interior de la oficina del protagonista, reiterando las llamadas del podestà, la admirable inclusión de insertos de noticiarios, reportajes de radio, imágenes de archivo, titulares de prensa, e incluso locuciones, que enriquecen y consolidan el devenir de la crónica en la que se inscribe la película. A través de dicha formula, Zampa logra conjugar una visión desencantada y colectiva, con matices irónicos que permiten que la dureza de su enunciado pueda asumirse con menos carga de indignación por parte del espectador –no dudo que en el momento de su estreno, la película levantara no pocas ampollas-. Ahí es nada contemplar esa incesante sucesión de situaciones y momentos, en los que nuestra mirada va asumiendo una creciente indignación ante el comportamiento de seres que poseen de todo menos dignidad. Algo que va desde la querencia de las mujeres de la familia del protagonista para que se vaya integrando en los siniestros contornos del partido fascista –su mujer llega a inscribirlo en un determinado comando, haciéndole vestir un ostentoso uniforme que sus hijos venderán en la secuencia final, a cambio del pago de esas dos mil liras que tan necesarias les resultan para poder sobrevivir, en la inclinación de los dos hijos pequeños por el ideario fascista, en las escaramuzas del retrasado hijo del barón, aprendiz en el oportunismo de su padre, en la indefinición de los componentes de ese “sanedrín” de antifascistas que se reúnen en la farmacia, a donde acudirá un siniestro delator de manera periódica, beneficiario en sus chivatazos hacia los fascistas, hasta que con la llegada de los aliados se vuelva antifascista de la noche a la mañana. Se encontrará en la connivencia de la iglesia con el régimen del Duce, expresado en la soflama del cura de la población en la boda de Giovanni y Elena, ante la mirada recelosa del ya consagrado esposo. Todo ello, con el especial cuidado de Zampa por la descripción física del abrasador paraje siciliano o las angostas callejas de sus pueblos, algo que transmite por medio de la fotografía en blanco y negro de Carlo Montuori, describiendo esa orografía abrupta y seca propia de la región.

ANNI DIFFICILI no deja títere con cabeza. No omitirá mostrar a los habitantes de la población, al entregar a las fuerzas militares todo el metal que puedan encontrar, para que el ejército fascista pueda elaborar cañones ante el embargo sufrido, ni de describir esa incultura consustancial en todo régimen autoritario, manifestado en esa función de ópera, donde de manera repentina los jerifaltes fascistas descubrirán consignas anti italianas ¡en un texto con más de un siglo de antigüedad!. Sin embargo, poco a poco el relato se verá enriquecido por instantes de creciente amargura. La inesperada rebelión del farmacéutico antifascista al enterarse por el anuncio ante la multitud en la plaza, de la invasión nazi en Francia, que le costará la detención inmediata, o la secuencia previa en el interior de la misma –quizá el instante más conmovedor de la película-, en la que este reciba a dos jóvenes infelices que se dirigen a participar en la guerra civil española con el bando franquista, ya que se encuentran sin recurso alguno y solo de esa manera podrán subsistir y, si cayeran en la lucha “sería por voluntad del Señor”, recibiendo un donativo por parte de uno de los pocos seres lúcidos de la población. Será el dolor que sentirá Aldo y su nuera cuando se dirijan a puerto para poder ver a Giovanni antes de embarcarse para la guerra en África, contemplando el cuerpo sin vida de un marino flotando en las aguas, ya que ha sido bombardeado el buque. Lo proporcionará el absurdo fusilamiento de este cuando había regresado a la población del frente de Rusia, y se disponía a ver por vez primera a su hijo, abatido por la espalda por unos siniestros soldados nazis. Y será en el velatorio del cadáver, en el interior de la vivienda de los Piscitello, con el cuerpo en la cama vestido aún con el uniforme, cuando se declare esa paz deseada por todos pero que en realidad muy pocos lucharon por obtenerla. Será el instante en el que la indignación de Aldo, estallará al llamarlos a todos cobardes. Apenas se le hará caso. El podestà de manera interesada olvidará su implicación fascista, y aparecerá como benefactor y cabeza de ese nuevo régimen de tintes democráticos, las señales alemanas se sustituirán por otras escritas en inglés, los aliados aparecerán como auténticos invasores, contemplando los pueblos italianos casi como un juguete turístico, y Aldo será despedido de su trabajo por ese despreciable jefe, ahora confidente de los aliados, que no dudará en desembarazarse de ese pobre funcionario vecino, al que unos años antes obligó a inscribirse, casi a pesar suyo, como militante del partido fascista.

Recuperada –como antes señalaba- en 2009 a partir de una copia encontrada, tiempo es de situar ANNI DIFFICILI como uno de los grandes testimonios cinematográficos del cine de posguerra italiano, y una de las crónicas más lúcidas y dolorosas de la connivencia de los italianos, con un régimen del que renegaron con la misma rapidez con la que confraternizaron. A ese respecto, será reveladora la manifestación del mando americano al antiguo podestà, al señalarle que no entiende como en ese momento nadie se declaraba fascista, cuando el régimen se sustentó con el apoyo de buena parte de los hombres y mujeres del país. Un film admirable, de obligada visión para entender el afianzamiento de los totalitarismos europeos y que, nunca perderá un ápice de su vigencia.

Calificación: 4

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