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CINEMA DE PERRA GORDA

VIVERE IN PACE (1947, Luigi Zampa) Vivir en paz

VIVERE IN PACE (1947, Luigi Zampa) Vivir en paz

No resulta demasiado arriesgado definir VIVERE IN PACE (Vivir en paz, 1947. Luigi Zampa), como una de las tragicomedias más logradas que jamás ha legado el cine italiano en su historia. Pocas veces el espectador ha tenido una sensación más clara de asistir a un relato absolutamente delicioso, en donde la riqueza de su alcance coral, la descripción de sus personajes y la ajustada puntura social, sirvan como fondo a una película en la que su natural inclinación por la comedia y su visión claramente positiva en torno a la convivencia humana, no deje de lado por un lado una mirada sarcástica revestida de tintes humanísticos, y de otra la presencia latente que –como en cualquier ámbito de nuestra existencia- ofrece la tragedia. Todo ello está tratado con tal delicadeza, son tan agudos sus apuntes, la galería humana está expuesta con tal grado de cercanía y credibilidad, que cualquier espectador con un mínimo de sensibilidad, no puede más que dejarse llevar por una espiral que en su inicio se caracteriza por su alcance fabulesco –por más que una voz en off inicial nos indique que la historia narrada es real-, pero que poco a poco va anudando en su desarrollo un abierto tinte de comedia, pero siempre acompañado de apuntes y situaciones dominadas por la severidad, y sin olvidar en ningún momento la realidad que rodea el contexto de la historia.

 

Estamos situados en 1944, durante las postrimerías de la II Guerra Mundial, y ubicados en una pequeña aldea de Umbría en Italia. Allí todos sus habitantes conviven en paz, aunque entre ellos se encuentren desde un bondadoso oficial alemán, el representante del partido fascista, o incluso un miembro de la resistencia –que además es el médico de la localidad-. Entre ellos vive llevándose bien con todo el mundo Tigna (Aldo Fabrizi), dueño de una pequeña granja asentada en las afueras de la población, que sobrelleva junto a su familia. La normalidad cotidiana de la vida de todos ellos quedará alterada cuando sus dos jóvenes hijos localicen –en la búsqueda de un cochinillo que se había escapado- a dos voluntarios norteamericanos, uno de los cuales se encuentra herido de gravedad. Uno de ellos es un joven periodista –Ronal (Gar Moore)- mientras que el herido es un combatiente negro. Los dos muchachos decidirán ayudar a los combatientes, pese a ser conscientes del bando dictado por la autoridad fascista que prohibe bajo pena de muerte cualquier tipo de colaboración con los aliados. Los dos chavales –un pequeño y una chica ya adentrada en la adolescencia-, trasladarán a los combatientes al granero de su granja, encendiendo con ello una auténtica espiral de situaciones, que pasarán por implicar no solo al conjunto de la familia de Tigna en la nueva situación, sino incluso a adelantar de manera inesperada y delirante la conclusión de la contienda en el conjunto de la olvidada población.

 

Partiendo de un extraordinario libreto, obra del propio realizador, la experta Suso Cecchi d’Amico, Piero Tellini e incluso el protagonista Aldo Fabrizi, VIVERE IN PACE se erige, en voz callada, con tanta naturalidad y optimismo e incorporando una latente visión acre de la existencia, como un auténtico alegato en pro de la convivencia humana. De manera mesurada, tomando su tiempo en la descripción de la tipología de sus personajes, mostrando la cotidianeidad de su vida diaria, poco a poco irá introduciendo el elemento que alterará la misma, adelantando en cierto modo los posteriores planteamientos que en Inglaterra aplicaría la aportación de los estudios Ealing, o incluso en España las primeras comedias de Luis García Berlanga. Con todos ellos comparte esa coralidad pacífica y costumbrista, alterada por un elemento que rompe la misma, y a partir de la cual sus personajes asumirán una nueva realidad, revelando el lado más auténtico de su personalidad. Es así como, dotando a su metraje de una ejemplar modulación en su progresión narrativa, el espectador no puede más que acoger con verdadero cariño –y una constante ironía que en no pocas ocasiones me llevó a generosas carcajadas- la galería humana desplegada, toda ella recreada por intérpretes en auténtico estado de gracia, que nos trasladan su miseria y humanidad de una manera pasmosa. En efecto, si bien el film de Zampa permite el extraordinario lucimiento de uno de los mejores trabajos de Aldo Fabrizi –apenas salido del rodaje de la emblemática ROMA, CITTÀ APERTA (Roma, ciudad abierta, 1945. Roberto Rossellini)-, no cabe duda que el marco coral desplegado en la película resulta por completo memorable. Todos ellos son personajes descritos de manera admirable, pero me resulta imposible dejar de destacar a la eternamente quejica esposa del protagonista –Corinna (memorable Ave Ninchi)-, siempre temerosa de cualquier incidencia, con su constante resabio hacia el soldado negro, y caracterizada por ese flequillo que toma casi vida propia-, o incluso al párroco –Gino Cavalieri-, astuto a la hora de formular cualquier observación o decisión, pero que finalmente revelará su compromiso con sus parroquianos. Más allá de esas debilidades particulares, lo cierto es que VIVERE IN PACE revela un alcance humanístico, una sensación de verdad e incluso de apuesta por el lado positivo de la condición humana. Y lo hará con constante toques de humor, unos diálogos siempre agudos, una espontaneidad a toda prueba, y esa constante sensación de asistir a un relato lleno de viveza, en el que Zampa revela en no pocas ocasiones su madurez como narrador –la manera con la que encuadra la llegada del oficial alemán, poniendo de espaldas en primer plano a Tigra, absolutamente responsable en su compromiso y decisión-, pero lo cierto es que la película –que en el momento de su estreno recibió una cálida y merecida acogida en USA- logra una escalada cómica de progresión creciente. Entre dichos episodios, no se puede dejar de destacar aquel en el que se intenta “exorcizar” el granero donde se encuentran ocultos los voluntarios, el largo e increíblemente divertido fragmento de la llegada del oficial alemán a la vivienda de Tigra, mientras el soldado negro se encuentra encerrado en la bodega o, finalmente, el demoledor apartado en el que, a partir de unos equívocos de partida, la población celebrará de manera anticipada la conclusión de la II Guerra Mundial. Una auténtica carrera hasta el absurdo, plasmada de manera férrea en su construcción, y que habría que incluir por derecho como uno de los episodios más memorables del conjunto.

 

Pero en todo momento, incluso ante la presencia de las situaciones más cómicas, la cámara de Zampa no duda en insertar el contrapunto dramático, logrando con ello tanto una mayor efectividad humorística, como teniendo siempre presente esa mirada dramática que, entre líneas, se enseñorea de la función. Es algo que manifiesta el tenso momento del encuentro entre el oficial alemán con el soldado negro –que ha roto la puerta que le mantiene encerrado-, o la huída de los vecinos de la aldea tras una noche de locura y alegría desenfrenada. Y es precisamente en esos minutos finales, cuando VIVERE IN PACE eleva su tono dramático –sin olvidar nunca su equilibrado componente humorístico-, describiendo la huída de los alemanes dentro de un contexto de retirada que, de forma paradójica plantearán en la película su alcance más trágico –cuyos destinatarios serán precisamente ese bondadoso oficial alemán que pretendía huir de su condición como tal y vivir una vida como vecino pacífico, y el entrañable Tigra-. Pero más allá de esta puntual y dolorosa inflexión, encuentro en esos instantes finales un alcance de irrefrenable y dolorosa nostalgia al comprobar como esa confluencia de seres que se han conocido en una situación anómala, van a retornar en la cotidianeidad de sus vidas –y es algo que Zampa plasma admirablemente con la despedida y alejamiento de los dos agradecidos soldados-. Es algo que manifiesta la irremisible ocasión perdida para la hija de Tigra, al ver alejar ya para siempre a ese joven voluntario y periodista, con quien en su interior había establecido una relación platónica. Emotiva conclusión para un film espléndido, que demuestra el talento que ya en sus primeros pasos como director, demostraba alcanzar el generalmente olvidado Luigi Zampa. Unas cualidades basadas en su capacidad de observación de los recovecos de la sociedad y personalidad de su país, y que se extendió en propuestas francamente valiosas. En cualquier caso, nos encontramos con un título de imprescindible referencia, a la hora de complementar los modos con los que el cine italiano asumió su liberación, tan valiosos como los más puramente dramáticos y, probablemente, más auténticos.

 

Calificación: 4

1 comentario

Jordan Trunner -

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