SEVEN WAYS FROM SUNDOWN (1960, Harry Keller)
No es la primera ocasión en la que al evocar la anónima figura del norteamericano Harry Keller, esta suele ser objeto de auténtico anatema, al ser el responsable de diversas modificaciones que sufrió la extraordinaria TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957) de Orson Welles. Más allá de conocer en profundidad el alcance de las secuencias que rodó y sustituyó, y sin tener en cuenta que para la Universal, la obra de Welles no suponía más que un producto casi lindante con la serie B, y con el solo aval de la presencia de Charlton Heston como cabeza de reparto, fue suficiente dicha circunstancia para orillar la producción de este modesto hombre de cine, ligado al mundo televisivo en la década de los sesenta, dejando una filmografía de veintiocho largometrajes, casi todos ellos desconocidos. Este es el tercero firmado por Keller al que accedo, y hay que reconocer que pese a partir en todo momento por directrices familiares a las producciones de bajo presupuesto del estudio, el director destaca por la aplicación de una atmósfera opresiva, en la que la presencia de nocturnos, interiores y su combinación con exteriores, son proclives a la expresión de una dramaturgia que se acerca a los modos televisivos de su tiempo –dicho sea esto sin ánimo peyorativo alguno-.
Unamos a ello la circunstancia de encontrarnos ante uno de los numerosos westerns que protagonizó Audie Murphy, desde inicios de la década de los cincuenta. El que se definió como el soldado americano más condecorado de la II Guerra Mundial, fue un tan limitado como efectivo intérprete del género en una serie de producciones, la mayor parte de las cuales lindaron con el universo de la serie B. Y siendo justos con su figura, creo que es el momento de romper una pequeña lanza en torno a su aportación al mismo, puesto que si bien en ella no se encuentra ningún logro de especial significación en la historia del género, no es menos cierto que al menos hasta la llegada de la década de los sesenta, todos aquellos títulos protagonizados por él que he podido contemplar, mantienen una innegable dignidad, y en ocasiones llegan aparecer como atractivos exponentes del mismo. La evolución del Murphy que aparecía casi como un adolescente, hasta la de un personaje que en alguno de sus títulos ofrece un aura aparece imbuido de un aura mortuoria –NO NAME ON THE BULLET (1959, Jack Arnold)-, conforma el rodaje de una curiosa, limitada y simpática estrella, que llegó a participar en propuestas del cine del Oeste, firmadas por nombres como Budd Boetticher, Don Siegel o John Huston.
Entre ambas coordenadas, lo cierto es que SEVENWAYS FROM SUNDOWN ofrece una clara limitación, la de centrarse en el hecho de que Murphy encarne a un adolescente, contrastando con el aspecto físico de un actor que contaba ya con unos treinta y cinco años de edad. Es quizá una limitación que resta credibilidad a un personaje, que aparece en la película como un ser dominado por la juventud. Un muchacho que en teoría cabalga por la película, en busca de ese espíritu paterno del que carece, y que a lo largo del film encontrará en dos personas, con cuya presencia más o menos esporádica, este aspirante a los Rangers, llamado de manera casi cómica SevenDays from Sundown Jones –en razón a ser el séptimo exponente de una familia diseminada-, acudirá para inscribirse en la fuerza de defensa de la Ley, poco después de haber comprobado los desmanes provocados por el bandido Jim Flood (Barry Sullivan), que culminará en su huída de una población, tras haber incendiado un saloon. En su búsqueda –y sin saber que Flood está acusado de ser el asesino de su hermano mayor-, viajará junto al veterano sargento Henessey (John McIntire) hasta Nuevo México. Será un recorrido en el que la experiencia se unirá a las ganas de vivir la vida, por medio del discurrir por unos parajes agrestes, siguiéndole la pista a Flood. De esta manera, el joven Ranger podrá ejercitarse en una serie de trucos y pistas que, de manera inesperada, tendrá que ir poniendo en práctica, cuando en un inesperado encuentro con el huido, este elimine a Henessey. Ello brindará un golpe en nuestro Ranger, en torno a una persona con la que había comenzado a confraternizar, y a quien irán dedicadas sus últimas palabras. Tras enterrarlo en pleno campo, imbuido de esa especial aura que le ha proporcionado la sabiduría que le ha brindado su breve encuentro con el fallecido, Seven prolongará la misión que ha iniciado, encaminándose al encuentro y la captura de Flood. Es algo que logrará contra todo pronóstico, superando la astucia de este. Es ahí donde realmente se anuda el interés, moderado pero nada desdeñable, de SEVEN WAYS FROM SUNDONW. Y es algo que se transmitirá en el entramado psicológico que se establecerá entre ambos personajes, trascendiendo el mero estereotipo villano – héroe, para establecerse en una singular relación de aprendizaje, en la que no se ausentarán episodios, que pondrán a prueba el carácter despierto del ranger, logrando superar la astucia de Flood. Ni siquiera dejaremos de contemplar, el respeto que Seven pondrá de manifiesto a la hora del cumplimiento de la Ley, cuando un grupo de sicarios pertenecientes a la pandilla de Herley, deseen hacerse con el bandido, al objeto de lograr la recompensa impuesta por su captura. El interés del film de Keller se ofrece en la relación establecida entre Seven y Flood, en la que por momentos parece que asistamos a la respuesta del primero a la búsqueda inconsciente de una figura paterna, y por parte del segundo, igualmente a un deseo secundario de alcanzar una prolongación en una existencia que intuye va acercándose a su final. Todo ello, descrito por momentos en parajes diurnos agrestes y rocosos, junto a secuencias nocturnas rodadas en noche americana, destacando sobre todo aquellas rodadas en la población texana que focaliza su acción urbana. SEVEN WAYS… inserta en su desarrollo una incipiente relación por parte del protagonista, culminando con un impactante plano de grúa ascendente –que por momentos adquiere ecos del citado TOUCH OF EVIL wellesiano-, cuando tras llevar a Flood a la justicia, tenga que enfrentarse a él, o quizá adquiriendo de manera metafórica ese buscado estatus de madurez.
Calificación: 2’5
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