QUANTEZ (1957, Harry Keller)
Pese a una larga vinculación al medio televisivo, al hecho de albergar una filmografía conocida por su vinculación al personaje de “Tammy”, o por frecuentar en ella el western, lo cierto es que si por algo es conocida la figura de Harry Keller de cara a los aficionados más o menos avezados, es por haber sido el autor del supuesto “destrozo” en el primer montaje que se realizó de TOUCH OF EVIL (Sed de mal, 1957), una de las cimas del cine de Orson Welles. Por encargo de la Universal, llegó a rodar nuevas escenas, quedando estigmatizado de por vida y, lo que es peor, olvidada una andadura que atesora cerca de una treintena de largometrajes. De ellas, seguro es que parte resulten previsibles o formularios, pero estoy convencido que una visión más amplia de su obra nos permitiría alguna pequeña sorpresa. Esto es lo que, en una relativa medida, ha supuesto para mi el visionado de QUANTEZ (1957), de la que fundamentalmente uno se queda con la magnificencia que ofrece su CinemaScope, ayudado por un espectacular uso del Eastmancolor –obra del excelente Carl H. Guthrie-, que desde el primer momento atrapa visualmente al espectador, suponiendo además un reto dramático, dado que el relato se desarrollará esencialmente durante una noche.
Pero vayamos por partes. Un grupo de cinco bandidos han formulado un asalto en monedas de oro, en el que han dado muerte a un indio. Por ello, son perseguidos por los apaches. El grupo está encabezado por el despreciable Minstrel (un a mi juicio sobreactuado James Barton), y lo forman además su chica –Chaney (Dorothy Malone)-, el veterano y circunspecto Gentry (estupendo Fred Mcmurray), el joven, rebelde pero al mismo tiempo noble Teach (John Gavin, en uno de sus primeros roles cinematográficos) y, finalmente, Gato (un estupendo Sydney Chaplin), un hombre blanco que se crió entre los indios, ya que siendo pequeño estos mataron a sus padres y lo adoptaron. El grupo logrará escapar del acoso de los apaches, llegando a una población desierta, polvorienta y de aspecto casi fantasmal –magnífico el instante en el percibimos la misma-. Como quiera que se acerca la noche, decidirán refugiarse allí y dar de beber y comer a los caballos, aunque son conscientes de que antes o después, serán localizados por los indios. Dicha circunstancia les obligará a marcharse a la mañana siguiente rumbo a la frontera con México. Sin embargo, el transcurso de la noche servirá como auténtica catarsis para un grupo tan heterogéneo de seres, quienes exteriorizarán por un lado su malignidad y avaricia –en el caso de Minstrel, dispuesto a introducir una argucia que le permita liquidar a sus compañeros de botín, para intentar aliarse con sus compañeros por separado-, y por otro el atractivo que Chaney ejercerá entre los hombres, especialmente entre el curtido Gentry y el joven e impetuoso Teach. Mientras tanto, Gato intentará pactar con los indios mediante fugas nocturnas a los exteriores de la desierta población, y aparecerá un avejentado viajante, que estará a punto de ser liquidado por Minstrel –al objeto de robarle lo que porta- y que al tiempo que pintar, entonará una canción evocando a un célebre bandido –John Convertí-, que encenderá una extraña espita en el contexto de la tensión ya existente, en la que no faltará una dura pelea entre Teach y Minstrel.
No me cabe la menor duda, que QUANTEZ aparece como una muestra de un tipo de cine que entroncaba con los modos televisivos de aquel tiempo, adaptándolos a los formatos que el cine había ya familiarizado de cara a distanciarse a la pequeña pantalla, que tanto daño le estaba haciendo. Es por ello que esta serie B tardía adquiere una especial impronta visual, centrándose en el estudio de personajes, y esgrimiendo a través de ellos un acentuado contraste en sus comportamientos, acertando en la interrelación de todos ellos. A nivel personal, haber contemplado el film de Keller en versión doblada al castellano, me ha impedido acercarme como intuyo, al grado de credibilidad de lo que podían ofrecer unos seres que se expresan fundamentalmente antes a través de diálogos afilados y cortantes, que a una acción que se limita a los recelos expresados en el interior de la abandonada taberna, o algunas leves salidas al exterior de la misma, en la plaza del pueblo. Con estos limitados mimbres, QUANTEZ queda expresada en una vertiente claramente psicológica. Cierto es que el grado de intensidad de dicha acepción no puede calificarse de especialmente memorable. Pero, si más no, los constantes enfrentamientos y relaciones que se ofrecen en este quinteto de personajes, obligados por las circunstancias a compartir una noche que determinará el futuro ulterior de sus vidas, se encontrará manifestada con no poca competencia por parte de un Harry Keller que se nota tenía destreza en el manejo de los dramáticos televisivos, faceta que en esta ocasión beneficiará esta propuesta claustrofóbica, en la que cada diálogo o relación entre su escasa galería de personajes, servirá para revelar una nueva página del pasado de todos ellos, al tiempo que dejar entrever el futuro de los mismos. Esta dualidad se manifestará en las tres vertientes citadas. De un lado la avaricia y carencia de escrúpulos de Minstrel, de otro el odio acumulado por el siempre humillado Gato –brillante el instante en el que aparece la flecha india de ataque, cuando este se encuentra en el exterior de la taberna, anunciando una previsible tragedia que ocultará a sus compañeros-, quien no dudará en pactar con los apaches para liquidar a los que han sido sus compañeros. Finalmente, el atractivo femenino que manifestará la sensual Dorothy Malone, provocando la pasión razonada de Gentry y Teach, en realidad los personajes positivos del film. Por ello, y aún en contra de su voluntad, tendrá que emerger el pasado del primero, en realidad el mencionado John Coventry, que ha deseado dejar atrás su andadura como pistolero, pero cuya sombra tendrá que emerger en el clímax del film.
Extraña, discursiva y pretenciosa en ocasiones, visualmente bella en otras, dotada de un sentido de la abstracción quizá no aprovechado en una superior medida, sin duda QUANTEZ se erige como una apreciable curiosidad, digna al menos de ser reseñada como una extrañeza dentro del western de su tiempo.
Calificación. 2’5
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