SCREAM AND SCREAM AGAIN (1970, Gordon Hessler) La carrera de la muerte
SCREAM AND SCREAM AGAIN (La carrera de la muerte, 1970), es la segunda de las tres realizaciones que el berlinés Gordon Hessler efectuó con la presencia en el reparto de Vincent Price. Fueron todas ellas aportaciones dentro del género fantástico, auspiciadas por la American International, contando en el equipo de guionistas con Christopher Wicking, dando vida a argumentos de muy diversa índole, en el que no estaban excluidas espúreas adaptaciones de Edgar Allan Poe, intentando inútilmente prolongar la estela del ciclo rodado por Roger Corman. Hombre de cine especialmente chapucero y terriblemente datado en sus formas visuales, filmó sin embargo una tardía revisitación del universo del cine oriental con THE GOLDEN VOYAGE OF SINBAD (El viaje fantástico de Simbad, 1968), que ha logrado en los últimos años un sorprendente estatus de culto. Sin haberla podido contemplar hasta la actualidad, no puedo hacer valoración sobre sus supuestas cualidades.
Sobre el título que comentamos, discurre un especial aura, centrada fundamentalmente en la positiva valoración que Fritz Lang efectuó sobre la misma. Es probable que el hecho de que su argumento se centrara en temas familiares al maestro vienés, como la deshumanización de la raza, o la creación de extraños seres, llamaran la atención en un hombre ya veterano y, quizá por ello, incapaz de detectar las clamorosas carencias que esgrime su trazado. Y es que, digámoslo ya, la obra de Gorden Hessler se caracteriza por una palmaria mediocridad. De entrada, partir de la estafa que supone el reclamo de la supuesta cabeza de cartel en torno a los legendarios Vincent Price, Christopher Lee y Peter Cushing. Estos dos últimos apenas aparecen contadísimas secuencias –la presencia de Cushing es casi meramente testimonial-, mientras que Price encarna de manera formularia al siniestro dr. Browning -¿Homenaje al director de FREAKS (La parada de los monstruos, 1932)?-, un científico que oculta sus experimentos en torno a la creación de los denominados “compuestos” –seres formados con el trasplante de órganos de humanos, utilizando también una serie de elementos de nueva creación-.
Inicialmente, el film de Hessler discurre a través de tres subtramas paralelas. La primera es el seguimiento policial de los terribles crímenes cometidos en torno a jóvenes por parte de un joven de extraña presencia. De otra, la extraña situación marcada en un desconocido país supuestamente ubicado en el bloque soviético. Finalmente, iremos percibiendo los experimentos realizados con seres humanos, en una clínica, que avanzada la acción, descubriremos es la del dr. Browning. Es cierto que la puesta en escena propuesta por Hessler es tan vulgar como era habitual en él, pero justo es reconocer que su recurrencia al zoom y el telobjetivo es menor de lo que cabía suponer, o era habitual en otros títulos suyos. Quizá el hecho de que la acción se centre en el Londres del periodo de rodaje, permita con el paso de los años, una nueva relectura de su limitada propuesta visual: Es la de proponer uno de los predecentes de ese realismo sucio que caracterizaría el policíaco británico en la década de los setenta, con célebres exponentes como GET CARTER (Asesino implacable, 1971. Mike Hodges). Esa mirada indirecta –y sin duda jamás buscada- en torno a la alienación urbana de un entorno londinense que aparece sombrío y casi impersonal –acrecentado en ocasiones por el propio y asfixiante teleobjetivo-, unido a la cotidianeidad con la que observamos el sufrido y anodino trabajo diario de los agentes de policía –sorprenden sus tareas sin el manejo de armas-, permiten un cierto grado de interés –estoy convencido que jamás pretendido por su realizador-, a un producto tan caduco en nuestros días, como en el propio momento de su estreno.
Los continuos saltos en el eje de la acción, la escasa fuerza de unos personajes estereotipados, o el desaprovechamiento de una base argumental, que se deja en el camino sus posibilidades. Quizá era demasiado pedir a una producción muy cercana a los parámetros de la serie B, cocinada con prisas y sin el menor cuidado, que discurre a uno u otro escenario sin orden ni concierto, con tosquedad, y adornada por una horripilante banda sonora. Una película de rápido y olvidable consumo, en la que aparecen maquillajes lamentables –la simulación de la amputación de manos- y, sobre todo, uno lamenta no haber prolongado aquellos destellos sombríos que se desperdigan en su metraje. Ese corredor que es capturado, y en la residencia se le mantiene, amputándosele progresivamente diversos miembros, o la propia conclusión del mismo, en la que Fremont (Lee), deja abierto un recrudecimiento del drama en torno a los “compuestos”, tras una torpe catarsis, en la que las experimentaciones y objetivos políticos se unen de manera inesperada. Es probable, finalmente, que esa extraña condición de muestra de serial, fuera la que favoreciera el aprecio sobre esta olvidable película, por parte del maestro Lang.
Calificación: 1
1 comentario
Cinta Martos -
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