EL NIÑO (2014, Daniel Monzón) El niño
Vaya por delante, señalar que EL NIÑO (2014, Daniel Monzón), aparece como una eficaz propuesta dentro del cine de acción, capaz de mantener un relativo interés a lo largo de sus casi dos horas de metraje. Experimentado ya en apuestas dentro de dicho género o el thriller, lo cierto es que Monzón se mueve como pez en el agua –nunca mejor dicho-, en este relato que se estructura en base a la confluencia de tres subtramas paralelas. La primera se centrará en el punto de inflexión vivido por un experimentado agente de la Ley –Jesús (Luís Tosar)-, empeñado durante años en la captura de un importante comando de traficantes, que tienen su marco de acción en el entorno lindante con el Peñón de Gibraltar y la propia frontera marítima africana. La segunda describe los modos de funcionamiento de nuevos elementos implicados en aquel ámbito de delincuencia, procedentes de la Europa del Este. Finalmente, el perfil argumental sobre el que girarán los ámbitos dramáticos antes señalados, serán la peligrosa andadura de tres chavales, deseosos de obtener dinero rápido, y que sin capacidad reflexiva se introducirán en una peligrosa aventura que a punto estará de costarles sus vidas, definiendo su devenir futuro. Ellos son “El Niño” (el debutante Jesús Castro), “El Compi” (un felizmente recuperado Jesús Carroza) y el marroquí Halil (Saed Chatiby).
A partir de la confluencia de estos perfiles, Daniel Monzón confecciona una nueva demostración de ese extraño y sugestivo subgénero que podríamos denominar el “thriller andaluz”, en el que han puesto en práctica obras notables cineastas como Alberto Rodríguez. La película intenta –y pienso que solo consigue a medias-, describir como un personaje más, ese entorno fronterizo sobre el que se desarrolla la acción, en el que la vida cotidiana se ha de ligar con el narcotráfico, el contrabando, el mestizaje y el riesgo implícito. Pese a los esfuerzos del realizador, hecho de menos un mayor grado de negrura, de densidad, en esa descripción tanto de la vida gibraltareña, o de la fronteras e incluso de la marroquí. Y ahí reside a mi modo de ver quizá el mayor lastre de su conjunto. Este no es otro que la extraña y molesta sensación –sobre todo en su primera mitad-, de asistir a una de las numerosas tv movies auspiciadas por Tele 5 –productora de la película, y artífice en el momento de su estreno de una insufrible y abrasiva promoción televisiva de la misma-. Es algo que se percibe en la escasa fuerza de su iluminación, en la propia dicción de sus intérpretes, en la recurrencia a elementos de montaje, en la incapacidad de mantener la cámara quieta, o en la presencia de una chillona banda sonora. Servidumbres de producción, que impiden a Daniel Monzón confeccionar un relato más oscuro y propio de sus cualidades más valoradas, aunque ello no nos impida reconocer el encontrarnos ante un título estimable. Lo que cabe lamentar es el hecho de no haber profundizado en un sendero más sombrío, dejando de lado esa búsqueda de comercialidad televisiva a toda costa, quedando por ello su resultado a medio camino de sus posibles intenciones, si es que realmente las tuvieron.
Así pues, EL NIÑO alcanza un mayor grado de fuerza en su segunda mitad, cuando la aventura de los tres jóvenes aparece crecida en un riesgo inminente, o el peligro se cierne en torno a la amenaza que envuelve a Jesús, descubriendo que un compañero suyo es sospechoso de ejercer como enlace de los narcos. Sin embargo, y aún apreciando ese creciente interés, uno no deja de percibir esos cabos sueltos que los responsables del film se dejan en el aire ¿Qué sucede con el policía que encarna el excelente Eduard Fernández, que interpreta al ambiguo Sergio? ¿Por qué no hay una mayor capacidad descriptiva en torno al éxito logrado por Jesús en su desesperado intento por dar sentido a su labor de años? ¿No resulta un poco traída por los pelos la resolución de la redada en torno al convoy cargado de maletas? Hay, como antes señalaba, un lastre televisivo que perjudica la valoración de una película pese a todo digna de ver, que lanzó a un joven escaso de recursos expresivos pero sobrado de carisma como Jesús Castro, que cuenta con secundarios tan valiosos como el citado Fernández o Sergi Lopez, y que brinda algunas soluciones narrativas y secuencias de especial brillantez. Entre ellas, no dudo en destacar la sucesión de breves planos, con la que se describirá eficazmente el progresivo acercamiento de Amina (Mariam Bachir), hermana de Halil, que ejerciendo de enlace con ellos, pasará muy pronto de la inicial hostilidad a la arrogancia que este desprende, para confluir en el inicio de su relación. O en el impactante instante en el que un disparo no intencionado de una bengala hacia el helicóptero de guardacostas, se introducirá en el aparato provocando su inesperado hundimiento en el mar. O, por último, la incomodidad que logra expresar el realizador, montando incidiendo en el peso de las miradas, los tiempos muertos y la dirección de actores, esa barrera que se establecerá entre Jesús y Sergio.
Calificación: 2’5
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Teo Calderón -