Blogia
CINEMA DE PERRA GORDA

SHE COULDN’T SAY NO (1954, Lloyd Bacon) [Guapa pero peligrosa]

SHE COULDN’T SAY NO (1954, Lloyd Bacon) [Guapa pero peligrosa]

Dentro de una filmografía tan extensa e impersonal, tan eficaz en ocasiones como gris en otras, lo cierto es que Lloyd Bacon practicó casi todos los géneros, alcanzando en ocasiones exponentes atractivos, entremezclados con otros por completo coyunturales. Es cierto que en un momento dado, las extrañas circunstancias de la mitificación sin justificar, le concedieron la circunstancia de ser el firmante de 42nd STREET (La calle 42, 1943), lo cual le ha permitido alcanzar esa efímera notoriedad que, por el contrario, no le ha proporcionado una dilatadísima producción que sobrepasa ampliamente el centenar de títulos. Es curioso señalar entre los que he podido contemplar suyos, como podemos encontraros en 1950 con la casi ignota THE FULLER BRUSH GIRL (Los apuros de Sally) que asumiendo la clara herencia del universo del aún incipiente Frank Tashlin –guionista de la misma-, aparecía como una por momentos desternillante comedia. Animado por dicho recuerdo, acometí con ciertas esperanzas el visionado de SHE COULDN’T SAY NO (1954), que además aparece como el último título del director, un año antes de su muerte en 1955. Por desgracia, la grisura y la atonía campan por sus respetos, en esta historia de ecos vagamente caprianos, centrados en el deseo de la joven y acaudalada Korby Lane (una jovencisima Jean Simons), de evocar un pasado en la pequeña población rural de Progress en Arkansas. Fue cuando era muy pequeña y su padre se encontraba en la ruina, los vecinos del lugar hicieron una cuestación que le permitió ser operada en una dramática circunstancia. Por ello decidirá viajar hasta allí en un nuevo vehículo que le han regalado, intentando agradecer a unos habitantes –doscientos, menos cuatro cascarrabias, tal y como señala su rótulo anunciador-, algo que ellos tienen olvidado por completo.

La llegada al pueblo le servirá para ser observado para cuatro ya veteranos vecinos, que casi se erigen como parte de las “fuerzas vivas” de la localidad, dentro de un ámbito rural definido por una sensación de tiempo detenido, placidez y atonía diaria. Será el contraste de un ámbito urbano por otro que con facilidad identificaríamos con la Americana, y en el que parece que Bacon se estrella, a la hora de proporcionar el suficiente atractivo a este contraste, o a los crecientes problemas que la labor benefactora de Korby, provocará en una población que recibe extraños regalos –planteados en función de las necesidades de cada uno de sus vecinos-, sin saber de donde proceden. Será algo que si apreciará el dr. Sellers (Robert Mitchum, en un papel que luchó por intentar no desempeñar, ya que nunca le gustó, y aunque en su rol ofrezca no pocas ocasiones para desempeñar su ironía y escepticismo en los diálogos), con quien la muchacha muy pronto trabará relación, pese a que su encuentro con este se produzca en una fallida situación heredada del slapstick –apretará el estruendoso timbre mientras Sellers se encuentra intentando pescar un conocido pez que para este aparece casi como un objetivo vital-, que se reiterará de forma simétrica en la conclusión del relato.

Sin embargo, pese a la eficacia de los dos intérpretes –que poco antes habían rodado el ANGEL FACE (Cara de ángel, 1952) de Otto Preminger, no hay casi nada en SHE COULDN’T SAY NO que presente interés. La narración parece contagiarse de la atonía que describe el entorno humano de la población. Apenas algún detalle de guión se revela eficaz –esa chaqueta que la muchacha deja para la subasta de la parroquia, que a continuación la verá utilizada por una de las amigas de Sellers, provocando una equívoca situación de celos-, en un conjunto que nunca llega a apurar las propuestas de comedia que ofrece en su discurrir. Y sucede así, por que los modos de Lloyd Bacon se asemejan mucho a los de la televisión de la época, en una tediosa sucesión de pequeños incidentes –centrados sobre todo en los problemas generados por la generosidad de la protagonista-, que ni siquiera levantan el vuelo con la invasión de ciudadanos, atendiendo a la llamada televisiva en torno a los envíos económicos con que Korby quiere cerrar su rueda de correspondencia a los residentes en Progress, y que por un momento parece que van a levantar la función, aunque en realidad no sea más que una falsa alarma, perdiéndose la ocasión de brindar un episodio satírico en la línea de ACE IN THE HOLE  (El gran carnaval, 1951. Billy Wilder).

Dentro de un conjunto dominado por la grisura, no hay que pedir peras al olmo. Simplemente destacar esa mirada final del pequeño a la pantalla, queriendo marcar las distancias con la propia historia narrada, el granjero que siempre se encuentra como un espantapájaros, sentado a la entrada de sus tierras, o la presencia de excelentes secundarios que, a fin y a la postre, son lo mejor de la función, aunque no se encuentren debidamente aprovechados, en casos como Wallace Ford, o el impagable Edgar Buchanan. Mejor parado aparece. No obstante, el inconmensurable Arthur Hunnicut, encarnando al borrachín Odie Chalmers. Su expresión al contemplar los billetes que esconde la carta que le han remitido, revelan a uno de los actores más libres y cómplices del cine americano.

Calificación: 1

0 comentarios