THE FROGMEN (1951, Lloyd Bacon) Luchas submarinas
A pesar de mi reconocido cariño hacia la producción de la 20th Century Fox en las décadas de los cuarenta y cincuenta, justo es reconocer que asumí con recelo el visionado de THE FROGMEN (Luchas submarinas, 1951) por dos razones concretas. La primera, centrada en su previsible condición de vehículo patriotero, y la segunda por estar firmado por un realizador tan impersonal como Lloyd Bacon. Conocido más por sus célebres musicales –recordados estos por los números coreográficos diseñados por Busby Berkeley-, Bacon atesoró una amplia filmografía que se hundía en pleno periodo silente, donde rodó gran número de cortos. Una vez transcurrido su periodo de popularidad con dicho género, Bacon se erigió como lo que realmente era, un hombre para todo, sin que de lo poco que he visto de su obra se extraigan elementos perdurables. A partir de dichas premisas, he de reconocer que sin encontrarme ante un producto especialmente distinguido, y pese a sus momentos iniciales –que hacen temer lo peor; la pelea que asumen en un barco de grandes dimensiones dos grupos de soldados-, lo cierto es que finalmente nos encontramos ante un título atractivo, con episodios llenos de interés y, lo que es mejor, en su modestia destaca por el atractivo retrato de sus principales personajes.
En realidad, THE FROGMEN supone una variación de relatos como el que dio base a MISTER ROBERTS (Escala en Hawai, 1955. John Ford & Mervyn LeRoy); describiendo el proceso por el que el rudo teniente comandante John Lawrence (un excelente, como siempre, Richard Widmark), irá mereciendo la consideración de sus súbditos, pertenecientes a un comando especial de las fuerzas armadas norteamericanas, destinado a la demolición de minas y barreras submarinas. Estamos situados en plena II Guerra Mundial, y las fuerzas que comanda Lawrence se encuentran ubicadas cerca de la ribera costera que protegen los japoneses. Es por ello que la misión secreta de este será minar dichas peligrosas barreras, para con ello lograr abrir un flanco por el que logren introducirse las fuerzas estadounidenses. El acierto de un film sencillo como el que comentamos, estriba en saber combinar los elementos que hacen del mismo una muestra apreciable de cine bélico de ambientación submarina, con la lucha demostrada por el protagonista en el correcto cumplimiento de su misión, aunque ello le lleve a una creciente impopularidad entre la tripulación, que añora a su anterior superior. Esa incardinación de ambas vertientes dentro de un contexto de notable modestia, es la que en última instancia permite que el film de Bacon discurra con un notable sentido de la progresión, combinando elementos de una y otra vertiente de manera oportuna, y conformando con ello un relato apreciable, e incluso con set pièces magníficas –fundamentalmente las secuencias que se desarrollan bajo el mar, intentando combatir las peligrosas barreras impuestas por los japoneses, o el episodio en el que la nave americana es torpedeada, intentando Lawrence desactivar la potente bomba que ha quedado encallada-. Son fragmentos todos ellos revestidos de brillantez, que se insertan además en el conjunto de un relato que demuestra un notable sentido del equilibrio a la hora de mostrar el lento cambio de actitud de los militares respecto a la aparente rudeza y carencia de escrúpulos del protagonista –una impresión que acentuarán cuando este abandone en un rescate a dos supervivientes de un bombardeo-. Ayudado por un estupendo reparto –en el que además de destacan no solo los veteranos Dana Andrews y Gary Merrill, sino, sobre todo, el joven Jeffrey Hunter, quien en sus primeros pasos cinematográficos demostraba su capacidad para encarnar roles con conflicto interior, muy por encima de aquellas ocasiones en las que se le introdujo en comedietas en donde aportaba su vertiente más blanda y complaciente, dando vida a Pappy Creighton, uno de los componentes más respetados del colectivo, y quizá el más arisco en torno a la figura de Lawrence-. Será precisamente en torno a ambos, donde se desarrolle el ya mencionado episodio de la desactivación del torpedo que se ha introducido en el barco, provocando notables desperfectos precisamente junto a la enfermería, en donde Creighton se encuentra recuperándose y casi inmovilizado. A través de una adecuada planificación y un notable sentido del tempo, el espectador logrará percibir tanto la tensión que ambos personajes sufren en torno a esa bomba que puede estallar en cualquier momento, como al cambio que dicha arriesgada acción produce en el interior del soldado herido, hasta entonces hostil por completo hacia él.
Es en esos detalles donde se advierte la validez de una película que atesora las mejores virtudes del look de la Fox –su aspecto verista, su característico elenco-, propiciando una mirada en voz callada y casi intimista, que, en última instancia, es la que proporciona la validez a un producto que mantiene su entrañable vigencia más de seis décadas después de su realización. Lo hace precisamente por adquirir esa humildad y mirada a ras de tierra –aunque no sea esta la precisión más adecuada en este caso-, combinada con la oportuna presencia de episodios de acción que ofrecen el contrapunto necesario para una película más “de estudio” que “de director”, sin que ello mengue su eficacia como tal propuesta para públicos de diferentes edades –la presencia de Hunter para las jóvenes de la época- que, por momentos, emparentan esta película con cierto tipo de drama bélico muy popular en el cine británico. Es curioso constatar llegados a este punto, como apenas dos años después, el citado Jeffrey Hunter fue contratado para protagonizar la británica y notable SINGLE-HANDED (1953, Roy Boulting), no me cabe duda que teniendo como referencia el film que comentamos.
Calificación. 2’5
1 comentario
JORGE TREJO -