KEPT HUSBANDS (1931, Lloyd Bacon)
Aunque se le suele englobar –y en algunos casos con cierto predicamento-, dentro de la copiosa y por lo general estimulante producción generada en el periodo Precode, lo cierto es que el visionado de KEPT HUSBANDS (1931, Lloyd Bacon), no invita a otra cosa que a una relativa dosis de tedio. Y es que pese a su escasa duración de apenas setenta y cinco minutos, la andadura mostrada de ese joven idealista y trabajador –Dick Brunton, encarnado con notable frescura por un jovencísimo Joel McCrea-, entresacado de la multitud de una fábrica por una acción heroica, y que se niega a recibir los mil dólares de recompensa por parte del dueño de la misma, pronto derivará hasta su encuentro con la hija del jefe –Dot Parker (Dorothy Mackaill)-, quien como clara demostración de su carácter caprichoso, se enamorará del joven atendiendo ante todo a su apostura.
Hay que reconocer que en esos primeros minutos, la película sabrá articular su capacidad de observación, y aún encontrándonos ante un talkie claramente codificado, se aprecia en él un intento por plasmar una comedia que bien podría establecerse como uno de tantos precedentes de lo que pocos años después emergería como la Screewall Comedy. Sin embargo, una cosa son las intenciones y otras los resultados. Si bien es cierto que podemos detectar ese alcance descriptivo –la manera con la que Dot observa a Dick degustando educadamente la cena a la que ha sido invitado, y en donde se descubrirá su pasado universitario y deportivo; el contraste que durante el metraje se brinda del entorno opulento de la mansión de los Parker y las limitaciones de la vivienda de la madre de Brunton (entrañable Mary Carr) y su refunfuñón hermano Hughie (Ned Sparks)-.
Sin embargo, si algo caracteriza el devenir de KEPT HUSBANDS, reside en el apagado tono de su discurrir. Ordenando sus secuencias mediante el uso de fundidos en negro, lo cierto es que nos alejamos de otros exponentes de estas mismas características, que por aquel tiempo llevaron de manera aventajada, no solo cineastas como Frank Borzage o Clarence Brown, sino incluso otros menos experimentados como George Cukor. No es de extrañar, encontrándonos tras la cámara a un realizador por lo general tan poco estimulante como Lloyd Bacon. Pese a su experiencia previa en pleno periodo silente, su labor tras la cámara aparece dominada por la grisura. Por una evidente atonalidad, que tan solo tiene un estallido en la discusión que mantienen los dos esposos en los minutos finales del film. Un relato en el que cierto es que se aprecia una cierta sensibilidad en el retrato de la relación entre Brunton y su madre –quizá el de la anciana es el perfil mejor dibujado-, o incluso podamos vislumbrar algunas secuencias provistas de cierto sentido de la alta comedia, como aquella en la que Dot se dedica en la luna de miel en París a comprar modelos sin freno en una boutique, espoleado por el encargado de la firma.
No obstante, en todo momento se tiene la sensación de mostrar a Dick de manera progresiva como un involuntario diletante. De un bello títere a manos de los caprichos de su esposa –la película mostrará previamente otro matrimonio de mayor edad en el que se podría proyectar el futuro de nuestros protagonistas, e incluso asistiremos a una breve secuencia en la que comprobaremos el ridículo trabajo asumido por este en calidad de vicepresidente de la compañía que encabeza su suegro-. El problema de KEPT HUSBANDS es que en muy pocos momentos percibimos esa chispa, ese gramo de locura, ese sentido de la transgresión que haría falta para convertir esta supuesta inyectiva de oposición de clases, en un producto divertido y perdurable. Por el contrario, todo se diluirá al final en la blandura e inoperancia que ha venido extendiéndose a lo largo del metraje, dentro de un conformismo que aúna la comprensión de ambos contrayentes, dispuestos a huir de las facilidades que había dominado su relación hasta entonces, iniciando un nuevo sendero dentro de la normalidad de una vida conyugal. Es decir, que todo se dirimirá en el sendero del conformismo, de una película planteada a mi modo de ver engañosamente en su supuesto atrevimiento, y que no solo deviene provista de grisura a nivel puramente narrativo sino, sobre todo, regresiva en el tratamiento de las relaciones de pareja. Sobre todo en un periodo en donde el cine USA supo aportar propuestas revestidas de un alcance atrevido e incluso reivindicativo, tanto en el tratamiento de la mujer, como en el de las relaciones entre hombre y mujer. Un producto que apareció viejo ya en el propio momento de su estreno.
Calificación. 1’5
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