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CINEMA DE PERRA GORDA

THE SECRET PARTNER (1961, Basil Dearden) La tercera llave

THE SECRET PARTNER (1961, Basil Dearden) La tercera llave

Inmersa en el que quizá podríamos definir el último gran periodo de la filmografía de Basil Dearden, no puede situarse sin embargo THE SECRET PARTNER (La tercera llave, 1961) entre sus títulos más destacados –tampoco lo podríamos señalar como el menos atractivo, para ello es fácil recurrir a la estridente ALL NIGHT LONG (Noche de pesadilla, 1962)-. El director opta en esta ocasión por una nueva apuesta por el whodunit, como apenas un par de años antes lo había aplicado Robert Hamer con THE SCAPEGOAT (Donde el círculo termina, 1959), o como tres años después asumiría Charles Crichton en la esplendida THE THIRD SECRET (El tercer secreto, 1964). Es decir, que había una corriente que hacía habitual este subgénero dentro del film de intriga, que se haría muy popular mediada la década, con aportaciones brindadas por Sidney J. Furie, o incluso el Edward Dmytryk de MIRAGE (Espejismo, 1965).

Fueron todas ellas, intrigas basadas en una trama enrevesada, en las que nada es como parece, donde las pistas muy pronto se revelan falsas, quedando el espectador imbuido en unas expectativas que pretenden dejarle indefenso, en espera de ese golpe final, que enlace y sublime la perspectiva contemplada y todo aquello que ha ido diseminándose a lo largo del discurrir de cada uno de dichos relatos. No cabe pues, insertar THE SECRET PARTNER entre las muestras más distinguidas de esta vertiente. Sin embargo, por encima de los artificios y las convenciones que aparecen en su principal eje argumental, el gran hallazgo de esta tan formularia como eficaz producción británica, reside en la confrontación establecida entre dos seres que no encuentran su encaje ante el mundo que les toca vivir. Uno de ellos es su protagonista; John Brent (Stewart Granger). Un acomodado ejecutivo empleado en una firma naviera, del que muy pronto descubriremos dos aspectos que merman su aparente estabilidad. De un lado la existencia de problemas económicos, y de otro, sufrir una crisis con su esposa Nikki (Haya Harareet). Ante nosotros aparecerán situaciones violentas, como el abandono del hogar de ésta, retornando para recoger sus cosas cuando se está celebrando en su hogar una fiesta impuesta por los superiores de Brent. O incluso como este es chantajeado por un sospechoso dentista, que no dudará en someterle a una anestesia para obtener de él la combinación de la caja fuerte de la firma, y la posibilidad de alcanzar la llave de dicha caja al reproducirla mediante un molde. Y es que un misterioso personaje que destaca por el dominio al que somete al dentista, y al que el espectador siempre contemplará a contraluz y encubriendo su aspecto, programará el robo de ciento veinte mil libras de la naviera, coincidiendo con la llegada de fondos para pagar a sus empleados.

En realidad, el meollo de THE SECRET PARTNER tiene poco de original, ni en su argumento ni, sobre todo, en la plasmación de su arquetípica formulación visual. Los actores aparecerán ante el encuadre, buscando por lo general con su presencia y mirada directa hacia el mismo, la complicidad directa del espectador, aunque ello acentúe a ojos vista de nuestros días, el grado de artificio de la propuesta. Sus diálogos devienen severos. Hay un cierto pathos en la creciente espiral de angustia vivida por este ejecutivo superado por los acontecimientos, que creemos inocente del asalto cometido, pero cuyos indicios de cara a la policía, incriminan como culpable. Solo mantendrá sus dudas el veterano detective Frank Hanbury (el posteriormente bondiano Bernard Lee). Un hombre ya curtido en el servicio, para el que este caso va a suponer su antesala de la retirada de la profesión, y que vislumbra con escepticismo tanto el ímpetu de su joven compañero y sustituto en el cargo –recuerdo no poco, la pareja de detectives de la estupenda y previa SAPHIRE (Crimen al atardecer, 1959), también de Dearden-, como las evidencias que señalan como culpable a Brent. Una charada dominada por los tonos sombríos de su característica fotografía en blanco y negro, lastrada por la estridente banda sonora de Philip Green, empeñada en subrayar sus giros argumentales, y en la que finalmente, y por encima de la resolución de la misma, enmarcada en un sorpresivo desenlace, en realidad lo que propone es la búsqueda obsesiva por parte del sospechoso del cariño de su mujer. Así pues, más allá del artificioso desenlace, que no relataremos de cara al posible espectador interesado, hay elementos que pueden ofrecer un interés suplementario a esta película apreciable más no demasiado distinguida, inserta en la filmografía de su realizador, inmediatamente antes de la enorme controversia y el éxito logrado con VICTIM (Víctima, 1961), y en medio del florecimiento del Free Cinema, que convulsionó el cine de las islas. Su presencia aparece como un pequeño anacronismo, sirviendo de puente en torno a la herencia que el género policíaco había generado en Gran Bretaña, incorporando en ella esos matices de perfil psicológico, que se encontraban en buena parte de dichas películas, revelando tensiones internas dentro de colectivos civilizados y en apariencia plenamente conectados. Es precisamente en la secuencia de la fiesta desarrollada en el domicilio de Brent al inicio del metraje, y en la que la inesperada presencia de Nikki violentará la hipocresía reinante, la que permanecerá como un ejemplo pertinente de esa capacidad que el cine inglés, tenía para mostrar pequeños universos personales dominados por la hipocresía y el recelo. Algo que podía ser alabado hasta la extenuación en el Luis Buñuel de EL ÁNGEL EXTERMINADOR (1962) pero que, por el contrario, se ninguneó por norma en el grueso la producción de las islas. Parte de esa mirada revestida de escepticismo, se extenderá en las relaciones que se intuyen a base de miradas, gestos y diálogos, entre los empleados de la naviera, como si de forma latente se estableciera entre ellos una lucha por destacar en la misma. Esa misma capacidad de introspección psicológica se vislumbra en la película, en la oposición de personalidades que marcan el veterano detective y su joven sustituto. Dos estilos completamente opuestos, el del hombre que ha dedicado su vida al servicio de la Ley, y observa el respeto a la misma con una carga de humanidad, en contraste con su sustituto, arribista y violento, incapaz de aportar esa sabiduría existencial, proponiendo en su lugar la inexperiencia y el ímpetu de su juventud.

Y es que, a fin de cuentas, lo más perdurable de esta un tanto formularia producción británica, reside en la capacidad para describir con certeros trazos psicológicos a dos seres antitéticos, opuestos en sus caracteres y objetivos, aunque unidos por una circunstancia extraordinaria. Es algo que permitirá unos magníficos minutos finales, una vez superados los servilismos en la resolución de su guión. Será el momento para dejar paso a la mirada frente a frente a dos hombres curtidos, que se disponen a iniciar un concluyente episodio a sus vidas. Lo experimentado por ambos, cada uno desde su prisma, será la base para un mañana cotidiano en el que el bagaje acumulado, les sirva como punto de partida.

Calificación: 2

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