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CINEMA DE PERRA GORDA

VIA MARGUTTA (1960, Mario Camerini)

VIA MARGUTTA (1960, Mario Camerini)

Realizador de dilatada filmografía, diluida en las corrientes mayores del cine italiano, es cierto que la figura de Mario Camerini apenas es reflejada como simple pie de página en la historia de la cinematografía de su país. Y ello no deja de suponer una cierta injusticia, en la medida de encontrarnos con un profesional que abordó una producción que superó el medio centenar de largometrajes, en una andadura que se inició en pleno periodo silente, prolongándose hasta inicios de los setenta. Esa variedad de géneros abordada, aclimatándose sin problemas a las corrientes imperantes en distintos periodos, es lo que ha facilitado la catalogación de cineasta acomodaticio, lo cual quizá sea relativo, aunque las referencias hablan de su capacitación a la comedia, en donde con probabilidad ofreciera sus mejores títulos. En cualquier caso, nos encontramos ante una obra en buena medida por descubrir, en la que puede se encuentren exponentes de valía. No cabe duda que VIA MARGUTTA (1960), es uno de ellos, escondiendo bajo su apariencia de comedia coral dirigida a públicos juveniles, una mirada progresivamente sombría, en torno a las dificultades de conciliar los anhelos existenciales y la realidad del día a día.

La película, centra su objetivo sobre un grupo de jóvenes, ligados a las inquietudes artísticas desarrolladas en la célebre arteria existente en Roma. Allí se arremolinan aspirantes a pintores, e incluso jóvenes vinculados al mundo del cine. El aroma a ilusión juvenil se llega a palpar en la frescura de las imágenes de Camerini, que centra su foco en ese conjunto de chicos y chicas que protagonizará la película. Una visión colectiva que a primera instancia brindará la apariencia de un argumento quizá blando en sus costuras, pero que bajo dicha capa de jovialidad, en el fondo transmite el aura de la insatisfacción, la amargura y la frustración, hasta el punto de erigirse como un relato, que entronca su alcance, con propuestas tan en boga en aquel periodo tan febril para la cinematografía de su país, brindada por cineastas como Federico Fellini o Mauro Bolognini. Así pues, sus imágenes describirán la insatisfacción y búsqueda de realización artística del inconformista Stefano (Gerard Blain), a quien en un momento dado una chica le señala su parecido con James Dean, y quien se unirá a la intensa Donata (Antonella Lualdi), capaz de reprimir su fuerte personalidad, por compartir su vida con ese joven tan centrado en unos anhelos que, con el paso del tiempo, vislumbrará desgraciadamente inútiles. Pero la película discurrirá también, describiendo la andadura de Marco (Spiros Focas), el joven y apuesto pintor, encaminado en sus conquistas amorosas, que de manera inesperada encontrará la estabilidad material, de manos de una de sus incómodas admiradoras, a quien ofrecerá sus pobres lienzos, para que esta los firme y obtenga pingües beneficios con sus ventas. O el caradura Giosuè (Franco Fabrizi), marrullero de marca mayor, que encontrará la riqueza económica casándose con una avejentada y alocada cabaretera de inesperada fortuna. O en el diletante Bill Rogers (Alex Nicol), que abandonó una carrera en el espectáculo en Estados Unidos, y a punto estará de volver a recuperar la vida de pareja con su ex esposa, descubriendo en el último momento que ello no le devolvería más que la infelicidad.

Así pues, VIA MARGUTTA aparece como una propuesta centrada en ese periodo tan significativo para la juventud de aquel tiempo tan revelador para la sociedad italiana, que se debatía entre el recuerdo de un pasado tormentoso, la llegada del progreso, y la presencia de diversas corrientes de pensamiento, que se incorporarán en esas nuevas generaciones, cargadas de nuevos anhelos. Así pues, el film de Camerini oscila entre la comedia y el drama. Entre el elemento costumbrista –el episodio de la visita de todos los amigos, a la boda de la familia del ausente Giosuè-, y el componente melodramático –la intensidad que revelará la atormentada relación entre Stefano y Donata-. La cámara del realizador logra atrapar la psicología de esa fauna humana que, a primera instancia, puede parecer superficial o almibarada, pero que de manera progresiva irá revelando sus capas, hasta el punto de fraguar una inusual intensidad dramática. Para ello, Camerini se servirá de una impecable dirección de actores, homogeneizando la aportación de sus jóvenes protagonistas, con la de esos roles, secundarios o episódicos, que parecen sacados de la realidad de sus calles. Pero al mismo tiempo, su narrativa será pródiga en largos planos, procurando atrapar con ello la continuidad en la reacción de sus seres, a través de insinuantes y envolventes movimientos de cámara, que acertarán al atrapar la autenticidad de los interiores y exteriores, desgastados y ruinosos, en los que nuestros protagonistas exteriorizan sus experiencias.

En cualquier caso, combinando pasajes dramáticos con otros escorados a la comedia –el ya señalado episodio rural con la familia de Giosuè aparecerá como paradigmático en la confluencia de ambas vertientes, o lo agridulce que aparece la aventura del falso suicidio de la criada enamorada de Marco, que cambiará la vida de ambos, por medio de la confabulación de un periodista-, lo cierto es que Camerini logra una película que respira frescura, ayudado para ello de la física fotografía en blanco y negro de Leonida Barboni, y la espléndida ambientación y utilización de exteriores, que logran transmitirnos esa extraña sensación de veracidad, alcanzada en todo momento por el relato. Una visión coral, que cuando el espectador puede percibir que aparezca en su resolución acomodaticia para sus personajes, cobrará un inesperado giro dramático, a partir de la reunión que todos protagonizarán, para disfrutar el inesperado triunfo artístico de Stefano. Una reunión en la que aflorarán los recelos acumulados en torno al destino de cada uno de ellos, y en el que surgirá la intuida personalidad oculta del amable galerista Contigliani (Claudio Gora), aportando una sorprendente inflexión dramática al conjunto, hasta el punto de estallar dicha confluencia un sorprendente apunte trágico. Será una arriesgada apuesta, que a fin de cuentas aportará una ruptura, aliada con el realismo de lo más oscuro de la condición humana, ligando su presencia con tantas y tantas propuestas en algunos de los más destacados títulos del cine italiano de su tiempo. Sin embargo, VIA MARGUTTA no culminará sin aportar ese sincero homenaje a la importancia de su propia existencia, por medio de ese muchacho americano, que decide exponer por vez primera sus pinturas, apelando al simbolismo de ese punto de ilusionante encuentro artístico, brindado por la referente y transitada vía romana.

Calificación: 3

1 comentario

Mariela Parma -

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