ONE HOUR PHOTO (2002, Mark Romanek) Retratos de una obsesión
Soledad, afectos deseados, el detenerse del tiempo, capacidad de observación... estas y otras eran las reflexiones que como espectador me provocaba –ya desde sus primeros minutos- ONE HOUR PHOTO (Retratos de una obsesión) que fácilmente se puede considerar una de las mejores y más singulares producciones emanadas del cine USA en 2002. Supuso el debut en la pantalla grande del norteamericano Mark Romanek, mucho más extendido en el terreno de la realización de videoclips, y que prolongó su voluntad de discurrir por senderos singulares, con su posterior apuesta dentro del género de la ciencia-ficción; NEVER LET ME GO (Nunca me abandones, 2010). Hasta el momento, estas han sido las dos únicas realizaciones cinematográficas, de un director del que al parecer solo se implica en la traslación de proyectos que le impliquen personalmente.
Desde su primera imagen –con un aire vagamente familiar al 2001: A SPACE ODYSSEY (2001: Una odisea del espacio, 1968) de Stanley Kubrick, cuyo estilo de iluminación se retoma en diversos pasajes del relato-, percibimos muy pronto el encontrarnos ante una propuesta más que interesante que pronto capta el interés merced a un audaz y sencillo flashback en el que se narra el conjunto de su propuesta. Lo mejor de ello es que lo que puede resultar algo atroz –y lo es en ocasiones-, en muy escasos momentos abandona el tempo de la sencillez, la observación, la voz y la mirada callada. Evidentemente, ONE HOUR PHOTO es ya de entrada una propuesta diferente, a la que que el paso del tiempo le ha concedido ya el merecido status de cult movie, si bien su brillantez y numerosas excelencias no la hagan confluir en esa condición de logro absoluto que está a punto de alcanzar. En muy pocas líneas, la propuesta de Mark Romanek, tiene el enorme acierto de hacerse desde la mirada del protagonista –Seymour “Sy” Parrish- (un admirable Robin Williams, en unos de sus mejores roles ante la pantalla, que sirve con alarde de contención y sutileza las intenciones del film). Se trata de un veterano operador de revelado de fotografías, que desarrolla su tarea con una enorme y desusada profesionalidad –dentro de un despersonalizado centro comercial-, y que en el fondo alberga ser una parte más de una típica, joven, afortunada y aparentemente ejemplar familia americana.
De forma muy eficaz, la historia nos va adentrando en la enorme capacidad psicológica de Sy, su humanidad y en el fondo el patetismo de su soledad. Es decir, de forma impecable nos identifica con su personaje, lo cual evita que en todo momento su posterior conducta nos resulte lo reprobable que debiera. Creo sinceramente que ahí estriba el mayor mérito de esta magnífica película, a la que ya de antemano divido en dos partes muy definidas, en las cuales oscila el desequilibrio que –en mi opinión- impide que ONE HOUR PHOTO llegue a ser un film totalmente redondo. Es realmente en su primera mitad donde la película adquiere sus mayores cotas de brillo. Son aproximadamente cuarenta y cinco minutos llenos de sutileza, de apuntes irónicos –las observaciones de Sy sobre sus clientes-, incluso existenciales –sus reflexiones ante el papel de la fotografía en la vida de las personas-, el tempo relajado, la capacidad de mostrar los primeros síntomas de crisis en esa pareja que es el objeto de la obsesión de Sy –brillantemente interpretada por Connie Nielsen y Michael Vartan-, y los apuntes iniciales de inquietud ante la posible conducta futura de Sy; la panorámica que en su casa nos muestra sin subrayados innecesarios esa enorme pared llena de centenares de imágenes de la familia en cuestión.
Es hacia la mitad del metraje cuando se produce el momento más hermoso del film –la contemplación de Sy de las imágenes del hijo de esta familia, impregnadas de imaginación e inocencia, instantes después de saber que ha sido despedido de su trabajo-. Desde ese momento la película deriva hacia una intriga policíaca –Sy descubre casualmente que Will, el apuesto marido, es infiel a su esposa-, y de alguna manera planea su venganza ante el engaño ante la misma y su hijo. A partir de esos momentos, y sin perder en ningún momento cotas de interés, ONE HOUR AFTER pierde ese carácter casi experimental y las sugerencias de su primera parte, e incluso incurre en el terreno de lo convencional, por más que hasta en ello se logre encontrar un plus de originalidad y contención. Sin embargo, en esos pasajes aparecen instantes chirriantes –la pesadilla sufrida por Sy, una breve secuencia en mi opinión absolutamente innecesaria-, y lo evocador e incluso entrañable deja paso al thriller, con secuencias incluso angustiosas como la que se produce en el encuentro en el hotel con Will y su amante.
En sus minutos finales, la película recupera el tiempo real y retoma la textura de su tramo inicial, dejando en el espectador una extraña sensación de ambigüedad y carácter abierto que beneficia el regusto de su visionado. ONE HOUR AFTER se enriquece del cuidado de sus imágenes, de una estupenda incorporación de su banda sonora, de su contención y, fundamentalmente –y eso se nota- de ser un film hecho con una enorme convicción. Que duda cabe que existen sumisiones a la presencia del –reitero- magnífico Robin Williams, que le sobran algunos planos y subrayados innecesarios –sobre todo ante el enorme panel de imágenes cuidadosamente elaborado por su protagonista, o la propia e imaginaria presencia de Sy en la casa de esta familia-. Pese a estas pequeñas objeciones, que duda cabe que el resultado final es estupendo, por momentos apasionante, proponiendo una mirada entre lo original, lo entrañable y lo peligroso ante el poder de fascinación de la imagen detenida... de ese tiempo que sin darnos cuenta atrapamos en un simple papel, sea brillo o mate.
Calificación: 3’5
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