EYEWITNESS (1956, Muriel Box) Testigo en peligro
Más conocida en su faceta como guionista –junto a su marido-, el tandem formado por Sydney y Muriel Box, logró incluso un Oscar en dicha parcela por parte de la academia de Hollywood con la base dramática de THE SEVENTH VAIL (El séptimo velo, 1945. Compton Bennett). Sin embargo, resulta mucho menos conocida la faceta de Muriel (1905 – 1991) en calidad de realizadora, aunque la misma se extendió en una quincena de títulos, a lo largo de dos décadas, entre mediados los cuarenta, y los sesenta. Como no podía ser de otra manera, su aporte cinematográfico apenas es conocido, tal y como sucede con muchos compañeros de profesión de aquel tiempo. Es por ello, que poder contemplar EYEWITNESS (Testigo en peligro, 1956) supone mi primer acercamiento a su filmografía. Ateniendo a su resultado, he de señalar que aparece como una pequeña y apreciable muestra de cine de suspense, con alguna secuencia revestida de cierta intensidad pero, justo es señalarlo, que aparece por debajo de la brillante corriente del género, que en aquellos años tenía especial arraigo en Inglaterra. En cualquier caso, y dentro de esa necesaria corriente de reivindicación del cine de las islas, el próximo Festival de Cine de Sebastián, dedicará su prestigiosa retrospectiva en torno a esta cineasta-
EYEWITNESS se inicia, casi como una diatriba en contra del consumismo que se iba implantando entre los jóvenes matrimonios ingleses de aquel tiempo de incipiente progreso. Es lo que describirán las secuencias iniciales, en las que comprobaremos el enfrentamiento que vivirá el matrimonio formado por Lucy (Muriel Pavlow) y Jay Chruch (Michael Craig). Al llegar la primera a su hogar, Jay le mostrará la nueva compra que este ha hecho; un televisor. Ella le reprochará su escasa responsabilidad, planteándose un enfrentamiento que le hará abandonar enfadada la casa. Presa de su enojo, acudirá a una sala de cine, donde de manera inesperada contemplará el asalto al dueño de la sala, huyendo aterrorizada al ser contemplada por parte de los dos atracadores. La carrera finalmente le hará sufrir el atropello por parte de un autobús, lo que motivará la espera del jefe de los asaltantes –Wade (Donald Sinden)-, esperando desde dentro del coche, a ver si se confirma el fallecimiento de esta. A su lado se encontrará su ayudante –Barney (Nigel Stock)-, un pobre cerrajero al que ha reclutado, ya que le han hablado de su supuesta habilidad en dicha profesión, que además tendrá la desgracia de tener que portar un audífono para sobrellevar su sordera. Una vez Lucy es trasladada a un centro hospitalario, Wade decidirá acercarse hasta allí, acompañado a la fuerza por Barney, al objeto de comprobar que esta no ha muerto, y con la nada velada intención de poder asesinarla, ya que una vez se recuperara, podría identificarles.
En definitiva, esta es la base dramática de este pequeño juguete dramático, de poco más de ochenta minutos de duración, que de manera paradójica no lleva la firma como guionistas de los Box sino, en su oposición, el de la por otra parte experta Janet Green. Y hay que decir, que nos encontramos con una base dramática de limitada efectividad, lo que impide que el conjunto de EYEWITNESS vuele a más altura, que la que le brinda una pequeña historia de suspense, que en definitiva se encierra dentro de una parábola moralista en torno a la joven vida en pareja. Y es que el film de la Box, en realidad se dirime dentro de un eficaz juego de cámara, o la presencia de un único episodio en realidad brillante. Me refiero, por supuesto, a todo el que describe el inesperado encuentro de Lucy con los atracadores, que iniciará un pasaje percutante e incluso angustioso de persecución por parte de Barney hacia esta, desarrollado entre la oscuridad de los pasillos y estancias de la sala cinematográfica, hasta concluir con el inesperado accidente. Será el fragmento más valioso de la película, en un conjunto en el que se insertarán otros pasajes que avalan el interés de la película. Entre ellos, no olvidaremos la secuencia en la que Jay, en la calle, verá pasar la ambulancia que porta a su mujer, sin saber de tal circunstancia. O las secuencias en las que Wade estará a punto de culminar con la asfixia de una Laura inconsciente. O ese momento humillante, en el que el mismo Wade chafa el audífono de Barney, dejándolo prácticamente inválido. O la delicada secuencia en la que este último es curado por una enfermera Son momentos que levantan el interés de una película estimable pero que, paradójicamente, acusa su mecanicismo y la ausencia de una mayor densidad en su propuesta dramática. Por el contrario, su conjunto articula en su metraje una nada solapada vertiente humorística, que funciona de manera relativa, y que tendrá su exponente más evidente –y por momentos cansino-, con las ingerencias de la anciana Sra. Hudson (Ada Reeve), que mezclará sus impertinencias, con la autentica visión de la figura de Wade entre las sombras de la noche. O esa niña que en un momento dado, interpelará al propio Wade cuando este se dispone, camuflado con la bata de médico, a trasladar en camilla el cuerpo inconsciente de Lycy, dispuesto a sacrificarla para evitar una posterior identificación. O la presencia de ese hombre ya maduro, que espera nervioso el parto múltiple de su mujer ya cuarentona. O, en definitiva, la presencia de esa joven enfermera, empeñada en discurrir por el centro hospitalario corriendo en todo momento, aspecto este que siempre le recriminará su superiora, hasta que en una situación urgente, y cuando se dispone a hacerle caso, la misma superiora le impele a que corra.
Son pasajes que marcan una cierta distanciación, en una propuesta en la que se agradece se vea comprimida en un reducido ámbito de actuación, en la que se hecha de menos potenciar quizá la frialdad del centre hospitalario, y en la que se inserta una meliflua historia amorosa entre la enfermera Penny Gladstone (Belinda Lee) y un joven oficial americano –Mike (David Knife)-. En EYEWITNESS se da la mano algo que eleva y al mismo tiempo limita su grado de atractivo. Antes lo señalaba, el sustrato dramático de la película, muy pronto acusa una sensación de reiteración, hasta el punto que la amenaza contra la accidentada, en no pocos momentos nos aparece lejana. Sin embargo, no es menos cierto que la propia configuración visual de su metraje, centrada en los contraluces de la nocturnidad de la acción y el propio interior del hospital, transmite cierta espesura. Unamos a ello esa ya señalada agilidad en el juego de cámara que describe Box, lo que nos permitirá dar una idea del alcance de esta modesta, sencilla y en, sus mejores momentos, efectiva propuesta, pero que se encuentra un par de peldaños por debajo, de numerosos exponentes –y entre ellos, varios de los títulos en los que la ya mencionada Janet Green actuó como artífice de su sustento dramático-.
Calificación: 2’5
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